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Como cambiar el modelo productivo

Ante los malos tiempos que se nos avecinan las autoridades deberían aprovechar las intervenciones que necesariamente van a realizar para afrontar de verdad el cambio del

Ante los malos tiempos que se nos avecinan las autoridades deberían aprovechar las intervenciones que necesariamente van a realizar para afrontar de verdad el cambio del modelo productivo. Ahora es el momento para acometer con urgencia los cambios precisos que permitan superar el problema fundamental de la economía española, su falta competitividad y el abultado déficit comercial. Para ello habría que actuar al menos sobre: la industria,  las TIC, la I+D y la dependencia energética.  

 

Sólo la industria puede generar crecimiento estable y de alto valor añadido. La industria es el único sector en el cual son posibles aumentos rápidos y sostenidos en productividad. Además, todo desarrollo industrial exige una mejora del nivel tecnológico y de las capacidades de gestión. Por ello, si en algún sector puede justificarse un cierto grado de proteccionismo, es en el industrial. Esto es lo que han hecho las economías más exitosas a lo largo del último medio milenio (Japón, China, Singapur o Corea del Sur). En cualquier caso hay que utilizar la economía mundial y por lo tanto el comercio como parte del programa de desarrollo industrial. En otras palabras se debe promocionar la industria orientándola al exterior.

Optimizar la contribución de las TIC requiere un diagnóstico de los servicios para determinar las ineficiencias existentes. Hay que precisar los aspectos a mejorar y finalmente concretar el punto de partida tecnológico y establecer qué tecnologías pueden contribuir a mejorar las deficiencias detectadas. Así se sabría lo qué se puede hacer con las TIC y qué servicios se tendrían que mejorar. Las TIC deben ser un medio para alcanzar unos objetivos derivados de las necesidades sociales, económicas y demográficas del país, no un fin en si mismas. Por otro lado, las TIC tienen la ventaja de no exigir mucho capital físico y financiero y ser intensivas en capital humano, del que España está relativamente bien dotada. Además, se cuenta con empresas relevantes a nivel mundial, por lo que resultaría fácil impulsar un cluster.

La inversión en I+D haya sido recurrentemente identificada como un objetivo prioritario por las autoridades económicas, pero los avances conseguidos no han sido suficientes. España dedica el 1,2% del PIB a I+D (tres décimas más que en 2001), frente al 2,26 de la OCDE. Además de aumentos cuantitativos el sistema español de I+D debe corregir las siguientes deficiencias: 1) incrementar la participación del sector privado, 2) superar la dispersión de la financiación pública y la deficiente coordinación de las políticas,  3) aumentar el impacto de la producción científica, 4) mejorar la innovación y 5) adaptar mejor la investigación de la universidad a las necesidades empresariales. Sólo así cabría pensar en acercarnos a las cotas de competitividad de los países más avanzados  y resultar atractivos para captar inversión extranjera dispuesta a incrementar el capital tecnológico español.

Finalmente, por lo que respecta a la factura del petróleo es un disparate que haya llegado a representar el 5,2% del PIB. Si a esto se une que la tarifa eléctrica lastra la competitividad empresarial, la energía nuclear aparece como la única solución sensata a largo plazo.

Ante los malos tiempos que se nos avecinan las autoridades deberían aprovechar las intervenciones que necesariamente van a realizar para afrontar de verdad el cambio del modelo productivo. Ahora es el momento para acometer con urgencia los cambios precisos que permitan superar el problema fundamental de la economía española, su falta competitividad y el abultado déficit comercial. Para ello habría que actuar al menos sobre: la industria,  las TIC, la I+D y la dependencia energética.