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¡Pero qué productividad ni qué productividad!
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

¡Pero qué productividad ni qué productividad!

Dicen que hay un 1% de psicópatas. Visto lo visto, pocos me parecen, la verdad, pero demos el dato por bueno. A la mayoría se les cala

Dicen que hay un 1% de psicópatas. Visto lo visto, pocos me parecen, la verdad, pero demos el dato por bueno. A la mayoría se les cala en seguida, más que nada por esa tendencia suya a ir rompiendo farolas o jetas ajenas. Otros, sin embargo, son más sibilinos. De las cuatro características esenciales del psicópata puntúan alto en los dominios interpersonal (manipuladores, engañosos) y emocional (falta de empatía disimulada, incapacidad para asumir responsabilidades por los actos propios), manteniendo a raya su estilo de vida desajustado y su conducta antisocial. Lógicamente, hay organizaciones donde la combinación de irresponsabilidad, impulsividad, carisma artificial y falta de empatía son activos muy valiosos. No es de extrañar, pues, que el porcentaje de psicópatas entre los políticos se estime en cinco veces más que entre la población general. ¿Un 5%? Visto lo visto, poquisisísimo me parece, la verdad.

En fin, sea.  Casi estoy resignado a no dejar de escuchar ocurrencias sin fundamento ni recorrido en boca de crueles tarambanas. Ahora bien, ya que no puedo pedir ni honestidad ni fondo intelectual ni continencia verbal, hagan el favor de no aburrirme, miembros y miembras de la clase gobernante u oponente. Cambien de milonga, que parezca que pasa el tiempo y el paisaje. Lo de la necesidad de instaurar un nuevo modelo productivo, por ejemplo. Diez años tuvieron, diez, la década que va desde la pre-entrada en el euro hasta el estallido de la burbuja inmobiliaria. Diez años para haberse subido a alguno de los trenes que pasaron y se perdieron. Y ahora nos vienen con esas. Con éstas. Otra vez.

Uno de esos trenes, el más vistoso, fue el de Internet, una ocasión ideal para que el país se embarcara en un viaje hacia la productividad que involucrase un poco de tecnología y de repensar modos y maneras de hacer las cosas. Puesto que en breve perderíamos nuestra manera habitual de ganar productividad, devaluar la moneda cada cierto tiempo, éste era un tren en el que queríamos viajar. En primera, a ser posible.

Partíamos de una cierta desventaja con respecto a los de siempre, pero íbamos más rápido, tanto que se aventuraba un vuelco que nos pondría a la cabeza de Europa de la mano de todos esos entrepreneurs que iban a revolucionar la tradicional estructura empresarial española. Y como el asunto prometía, los poderes públicos se subieron al carro, y hubo la millonada del plan Profit (justo antes de que estallase la burbuja puntocom, timing sublime), y el plan Avanza, y el plan Avanza II, que ha dejado de avanzar.

El resultado de tan pomposos esfuerzos está a la vista. La semana pasada Boston Consulting Group presentaba un estudio titulado El reino conectado. No, no somos nosotros. El subtítulo es Cómo internet está transformando la economía del Reino Unido. Son cuarenta páginas llenas de buenas noticias. Describen una sociedad volcada en la Red (62% de la población adulta ha comprado online, 50.000 millones de libras gastadas en productos y viajes, 7 millones de vendedores en eBay,18.000 millones en exportaciones ligadas a Internet,  tamaño de la “economía de Internet en Gran Bretaña” estimado en 100.000 millones de libras o un 7,2% del PIB...). Buenas noticias, sí, pero para los británicos, que han conseguido poner a Internet como cuarto sector económico, por encima del sector de la construcción, qué cosas. Malas noticias para nosotros, que aparecemos al final del estudio, cuando se comparan distintos países en función de tres criterios fundamentales, a saber:

1.  Calidad en las infraestructuras y facilidad de acceso. Resultado:  España, vigésimo primera de veintiocho países estudiados.

2.  Dinero gastado por consumidores y empresas en comercio electrónico y publicidad online. Resultado:  España, puesto 23.

3.  Esfuerzo por parte de consumidores, empresas y administración pública a la hora de adoptar Internet. Resultado:  España, puesto 21.

Diez años creciendo por encima de los grandes europeos, diez años de dinero alemán, subvenciones y discursos. Diez años para esto. Igual alguno de los ilustres blogueros que por aquí escriben pueden arrojar luz sobre las razones del fracaso. Juan Perea o Salvador Más podrían contar historias del líder y de sus esfuerzos por ordeñar la vaca de las salidas estratosféricas a bolsa a la vez que nos dejaban con el acceso más lento y caro de Europa. Y algún otro, mucho menos ilustre, podría añadir algún juicio acerca de lo apropiado de dejar la presunta competencia al líder en manos de accionistas tan dinámicos como las eléctricas.

En fin, de nada sirve llorar sobre la leche derramada. Salvo para pedir a esos psicópatas manirrotos que no nos vengan con el cuento de la productividad y del I+D+i, que ya nos lo sabemos de cuando había guita y se tiró en casoplones, en Copas Américas y cheques bebés.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

Dicen que hay un 1% de psicópatas. Visto lo visto, pocos me parecen, la verdad, pero demos el dato por bueno. A la mayoría se les cala en seguida, más que nada por esa tendencia suya a ir rompiendo farolas o jetas ajenas. Otros, sin embargo, son más sibilinos. De las cuatro características esenciales del psicópata puntúan alto en los dominios interpersonal (manipuladores, engañosos) y emocional (falta de empatía disimulada, incapacidad para asumir responsabilidades por los actos propios), manteniendo a raya su estilo de vida desajustado y su conducta antisocial. Lógicamente, hay organizaciones donde la combinación de irresponsabilidad, impulsividad, carisma artificial y falta de empatía son activos muy valiosos. No es de extrañar, pues, que el porcentaje de psicópatas entre los políticos se estime en cinco veces más que entre la población general. ¿Un 5%? Visto lo visto, poquisisísimo me parece, la verdad.

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