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Se acabó la aventura del liberty dollar
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José Ignacio Bescós

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José Ignacio Bescós

Se acabó la aventura del liberty dollar

José Padilla es un terrorista nacido en Brooklyn. Joven asesino, miembro de una de las bandas latinas de Chicago, se convirtió al Islam en la cárcel.  De

José Padilla es un terrorista nacido en Brooklyn. Joven asesino, miembro de una de las bandas latinas de Chicago, se convirtió al Islam en la cárcel.  De allí, Padilla, que ya se hacía llamar “Ibrahim”, pasó a arrimarse a revoltosos simpatizantes de Al-Qaeda, y de allí a entrenarse en la construcción de bombas radiológicas (“bombas sucias”).  Fue detenido en 2002 cuando andaba involucrado en un plan para hacer explotar una bomba de ese tipo en Estados Unidos. Después de muchas visicitudes fue condenado a diecisiete años de cárcel.

Bernard von Nothaus es un terrorista, también doméstico, o así lo ha calificado la oficina del Fiscal General de los Estados Unidos.  “Terrorista doméstico”, qué bárbaro.  Este peligroso individuo, responsable de iniciativas tan subversivas como la creación de la Iglesia de la Marihuana Libre de Honolulu, ha sido declarado culpable tras brevísima deliberación de un jurado asombrosamente resolutivo y se expone a pasar un cuarto de siglo a la sombra, unos añitos más que el malintencionado Padilla.

Pero, ¿cuál es nefando acto por el que se condena a este hombre?  ¿Ha derramado tal vez la sangre de americanos inocentes con el objeto de crear una atmósfera de terror que ayude a conseguir los oscuros fines de una organización violenta?

En absoluto.  Este caballero barbado de apariencia nada amenazante y de 67 años se embarcó hace casi cuarenta en una cruzada monetaria.  Fue después del matarile que Nixon dio con nocturnidad y alevosía al tratado de Bretton-Woods, suspendiendo la convertibilidad de dólar en oro. Von Nothaus y otros muchos lo percibieron como injusta confiscación de la capacidad de compra del ciudadano americano. Otros muchos se quedaron en el mosqueo, pero Von Nothaus, uno de esos mediochalados con permanentes ganas de enredar, pasó a la acción.  Primero creó el NORFED (Organización Nacional para la Abolición de la Ley de Reserva Federal y la Ley Fiscal) y en 1998 su NORFED sacó al mercado los Liberty Dollars. 

Los Liberty Dollars fueron en principio recibos contra una cantidad de plata almacenada.  Cuatro locos utilizaban esos recibos como medio de pago.  Su escasa circulación y el hecho de su “no fisicidad” contribuyeron a que el gobierno federal y sus agencias dejaran en paz a aquellos locos con sus locos cacharros.  Y así habría seguido el asunto si, por un lado, Von Nothaus no hubiese cedido a la tentación de hacer circular su plata directamente, en forma de monedas, y si, por otro, las acciones de la Reserva Federal no hubiesen validado las quejas de nuestro personaje, erosionando sistemáticamente el valor del dólar. La popularidad de los Liberty Dollars despegó y, antes de que tomara altura, los federales abortaron el vuelo.  Por si acaso. Lo hicieron enarbolando una muy dudosa acusación de falsificación de moneda (los Liberty Dollars se distinguen de los Bernanke Dollars con cierta claridad).

La excusa esgrimida hasta entonces por NORFED de que sus moneadas no eran propiamente dinero, sino medios de trueque, no sirvieron de nada.  El FBI se llevó dos toneladas en monedas y más de doscientos kilos de plata a cambio de una citación judicial que, cuatro años después, se ha transformado en condena.  Muy a tiempo, por cierto.  Igual que en momentos de estrecheces presupuestarias viene bien procesar a los cuatro vientos a una folclórica o a un actor popularísimo por evasión de impuestos, no está de más que ahora que la confianza (el “trust” del “In God We Trust” de los billetes verdes) se ve bamboleada por las inyecciones de liquidez de la Fed, aquellos que buscan alternativas respaldadas por algo más sólido reciban un pequeño toque de atención.

Resulta curioso que en un país que se precia de fomentar la libertad individual, sea para crear una empresa que mine el estatus de los grandes de una industria o para llevar un escopetón en la cabina de un pick-up, se trate con tanta severidad la iniciativa de un emprendedor monetario que, se mire por donde se mire, no es un falsificador.  Pero es que con los monopolios estatales no se juega, y más si hablamos del instrumento por el que se mide el valor de todo lo demás.  Ya lo sufrieron quienes vieron su oro confiscado en 1933.  Ya lo han sufrido Von Nothaus y los comerciantes que empezaron a aceptar los Liberty Dollars como medio de cambio.  Puede que también acaben sufriéndolo los que han llevado al oro por encima de los 1400 dólares la onza.  Que no sea porque el sistema estadounidense no nos ha avisado.

Buena semana a todos, y tengan cuidado ahí fuera.

José Padilla es un terrorista nacido en Brooklyn. Joven asesino, miembro de una de las bandas latinas de Chicago, se convirtió al Islam en la cárcel.  De allí, Padilla, que ya se hacía llamar “Ibrahim”, pasó a arrimarse a revoltosos simpatizantes de Al-Qaeda, y de allí a entrenarse en la construcción de bombas radiológicas (“bombas sucias”).  Fue detenido en 2002 cuando andaba involucrado en un plan para hacer explotar una bomba de ese tipo en Estados Unidos. Después de muchas visicitudes fue condenado a diecisiete años de cárcel.