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Un rescate a la portuguesa o a la irlandesa no sirve para España
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Jesús Sánchez-Quiñones

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Un rescate a la portuguesa o a la irlandesa no sirve para España

España no tiene capacidad para cubrir por sí misma las necesidades de financiación de nuestra economía. La solución que Europa adopte para nuestros problemas de financiación

España no tiene capacidad para cubrir por sí misma las necesidades de financiación de nuestra economía. La solución que Europa adopte para nuestros problemas de financiación será aplicada acto seguido a Italia. Desde julio del año pasado, la evolución de los tipos de interés de la deuda de ambos países ha sido pareja. En algunos momentos la mayor tensión se situaba sobre el bono italiano y en otros, como ahora, se centraba en el bono español. La reunión de los presidentes Monti y Rajoy el próximo dos de agosto para perfilar una estrategia común frente a Europa, pone de manifiesto que ambos países comparten su futuro inmediato.

Pese a las numerosas noticias en prensa nacional e internacional augurando un inminente rescate de España, la forma de proceder de las autoridades europeas y la materialización de las ayudas será sensiblemente distinta a la utilizada con Grecia, Irlanda y Portugal.

El rescate aplicado a estos tres países implicaba la entrega de ayuda financiera por un importe equivalente a sus necesidades de financiación de los tres años posteriores al momento del rescate. Grecia, Irlanda y Portugal una vez rescatados perdieron la calificación de grado de inversión (bono basura) y quedaron expulsados de los mercados de emisión por un periodo que se estima de, al menos, tres años. El importe de la  asistencia financiera a estos países procede de préstamos bilaterales de países de la UE, de aportaciones del FMI y del EFSF (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera). El primer rescate a Grecia ascendió a 110.000 millones de euros, el rescate a Irlanda a 62.000 millones de euros y el rescate a Portugal a 78.000 millones de euros.

El tamaño de España e Italia invalida la posibilidad de un rescate a la irlandesa o a la portuguesa. Durante 2012 las necesidades de financiación de la economía española (Tesoro, agencias estatales, CCAA y sistema bancario) rondaban los 300.000 millones de euros. Si hubiera que financiar tres años a España el monto necesario ascendería a una cantidad en torno a 900.000 millones de euros. Si añadimos a esta cifra las necesidades de la economía italiana, superior a la española, el importe es de tal magnitud que hace inviable un rescate “tradicional”.

La Cumbre Europea de junio marcó el camino a seguir. El país que lo necesite podrá solicitar al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE o ESM) que adquiera bonos soberanos tanto en el mercado de emisión o primario, como en el mercado secundario, previa firma de un Memorando (MoU) que recoja la condicionalidad de tales ayudas. A priori no se conoce en qué consistiría tal condicionalidad, ni que ajustes incorporaría adicionales a los ya recogidos en el MoU acordado para la asistencia financiera del sector bancario español.

Los políticos españoles solicitan al BCE, incluso con descalificaciones innecesarias, que actúe y compre deuda española. Las autoridades europeas, entre ellos Almunia, dice a España que solicite formalmente la ayuda. Dadas las declaraciones del Sr. Draghi enfriando cualquier expectativa de movimiento por parte del BCE, es más que previsible que España acabe solicitando al MEDE que adquiera deuda española.

El problema radica en que el MEDE no dispone a día de hoy de recursos suficientes para llevar a cabo tal misión, dependiendo una vez más del BCE, quien podría actuar por cuenta del MEDE o del FEEF (Fondo Europeo de estabilidad Financiera o EFSF).

El gran peligro tras la solicitud de ayuda financiera al MEDE/FEEF es la posible degradación de la calificación crediticia de España hasta bono basura. Acto seguido perderían la calificación de grado de inversión la práctica totalidad de las empresas españolas, incluidos los bancos, dificultando sobre manera su financiación y aumentando el importe de las ayudas necesarias.

Esta situación no puede seguir así mucho tiempo. Inevitablemente durante el mes de agosto, si no antes, o Europa, a través del BCE, o España, deberán mover ficha. La volatilidad durante el verano está asegurada.

España no tiene capacidad para cubrir por sí misma las necesidades de financiación de nuestra economía. La solución que Europa adopte para nuestros problemas de financiación será aplicada acto seguido a Italia. Desde julio del año pasado, la evolución de los tipos de interés de la deuda de ambos países ha sido pareja. En algunos momentos la mayor tensión se situaba sobre el bono italiano y en otros, como ahora, se centraba en el bono español. La reunión de los presidentes Monti y Rajoy el próximo dos de agosto para perfilar una estrategia común frente a Europa, pone de manifiesto que ambos países comparten su futuro inmediato.