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Avisos contra la complacencia
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Jesús Sánchez-Quiñones

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Avisos contra la complacencia

Los índices de casi todos los mercados están en mínimos. Lo que implica mayor sensación de complacencia y menor riesgo, pero no durará siempre

La volatilidad de la práctica totalidad de los mercados financieros se encuentra en niveles mínimos. En otras palabras, la oscilación diaria de las cotizaciones es sensiblemente inferior a su comportamiento histórico. A modo ilustrativo, el S&P 500 ha estado 45 días sin movimientos superiores al 1%. Sólo en 2007, justo antes del estallido de la crisis, se habían sucedido 38 días consecutivos sin fluctuaciones superiores a dicho porcentaje. Cuanto menos oscilan los índices, menor es la sensación de riesgo y mayor la complacencia.

Pero esta situación de complacencia no puede durar eternamente. En algún momento, alguno de los riesgos latentes ignorados aflora y provoca sacudidas en los mercados. La última vez que se produjeron caídas de cierta importancia en las bolsas fue tras la publicación de los decepcionantes datos de crecimiento económico europeos del primer trimestre el 15 de mayo. Las caídas, de más del 3%, se recuperaron en apenas una semana.

En esta ocasión, los descensos de las bolsas europeas (Ibex, -4%; CAC francés – 3%; Dax alemán-3% y PSI portugués -10%) tienen su justificación en malos datos macroeconómicos en Europa y, sobre todo, en las noticias sobre problemas en uno de los principales bancos portugueses.

Las dudas sobre la situación del Banco Espírito Santo (BES) han provocado una caída de su cotización de casi el 60% en un mes y del 40% en apenas una semana. Pese a la relevancia del BES en Portugal y su conexión con otras empresas como Portugal Telecom, el contagio ha sido limitado, tanto al bono soberano portugués como al resto de la periferia.

A pesar de los repuntes de los tipos del bono soberano portugués–28 puntos básicos en una semana, hasta el 3,80%– hay que recordar que a principios de año se situaban en el 6,13%. El hecho de haber logrado adelantar la financiación necesitada en 2014 y el indudable apoyo del Banco Central Europeo (BCE) hacen que la situación actual de Portugal sea sensiblemente más favorable que la existente antes del rescate.

La situación del Banco Espírito Santo se considera como un hecho puntual, que previsiblemente acabe en una voluminosa ampliación de capital con una elevada dilución para los accionistas actuales, como ya sucedió en otras entidades como Unicredit o Monte Paschi de Siena. En cualquier caso, y pese al limitado contagio generado, la caída de la cotización del BES y de la bolsa portuguesa es una buena demostración de la complacencia en la que viven los inversores.

Conviene recordar que el riesgo existe. Que no aflore durante un largo periodo de tiempo no significa que haya desaparecido.

Una vez más, la comunicación y la actuación de los bancos centrales será determinante para establecer durante cuánto tiempo permanecerán los mercados en la situación actual de elevada complacencia, pese a sobresaltos puntuales. De momento, los tipos bajos y la abundante liquidez parecen ser capaces de orillar cualquier situación de inestabilidad. Cualquier comentario o anticipo de un cambio en la política monetaria de alguno de los grandes bancos centrales podría generar incertidumbre entre los inversores y aumentar la volatilidad. Atentos al Banco de Inglaterra.

La volatilidad de la práctica totalidad de los mercados financieros se encuentra en niveles mínimos. En otras palabras, la oscilación diaria de las cotizaciones es sensiblemente inferior a su comportamiento histórico. A modo ilustrativo, el S&P 500 ha estado 45 días sin movimientos superiores al 1%. Sólo en 2007, justo antes del estallido de la crisis, se habían sucedido 38 días consecutivos sin fluctuaciones superiores a dicho porcentaje. Cuanto menos oscilan los índices, menor es la sensación de riesgo y mayor la complacencia.