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El peligroso experimento nipón
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Jesús Sánchez-Quiñones

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El peligroso experimento nipón

El Banco de Japón parece haber encontrado la fórmula mágica para arreglar su economía, financiar el déficit y deuda pública nipona con la mera ampliación de

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El Banco de Japón parece haber encontrado la fórmula mágica para arreglar su economía, financiar el déficit y la deuda pública nipona con la mera ampliación de su balance. El mecanismo es muy sencillo: el Estado incurre en déficit; el Tesoro nipón emite bonos y el Banco de Japón los compra.

Japón cerrará el año 2014 con un déficit público deen torno al 7,6% y un nivel de deuda pública sobre el producto interior bruto (PIB)del 250%. A pesar del elevado nivel de déficit esperado, este es inferior a los déficits superiores al 9% de los dos años anteriores. Medidas adoptadas como la subida del IVA, que pretenden reducir el desequilibrio de las cuentas públicas, tienen efectos contractivos que el Banco de Japón pretende compensar con su política monetaria “extrema”.

Se estima que más del 90% de su deuda pública está en manos de inversores nipones y alrededor del 25% de sus bonos soberanos, y cerca de un tercio de las emisiones a corto plazo (letras) son propiedad del Banco de Japón.

El Banco de Japón pretende aumentar su balance mensualmente en una cifra equivalente al 1,4% del PIB nipón. Dicho importe supone el doble de la emisión mensual de deuda pública. Al ritmo actual de adquisiciones anunciado, cada año comprará todos los bonos emitidos en el ejercicio, más un 4% adicional del saldo de bonos en circulación.

Aunque no lo haya explicitado, todo indica que la estrategia del Banco de Japón va encaminada a quedarse, con el paso del tiempo, con la mayor parte de las posiciones en bonos soberanos, que actualmente se sitúan en las carteras de los fondos de pensiones, bancos y compañías de seguros. La decisión del Fondo de Pensiones Gubernamental, simultánea en el tiempo con las nuevas medidas del Banco de Japón, de reducir del 60% al 35% su exposición en bonos soberanos nipones,y duplicar su exposición tanto a bolsa nipona como internacional, es un ejemplo a seguir por el resto de entidades niponas con voluminosas carteras de activos financieros.

Con el objetivo de evitar la espiral deflacionista, el Banco de Japón está llevando a cabo un experimento cuyo resultado final es, cuando menos, incierto. Tras dos años de una agresiva política monetaria, las cifras de crecimiento siguen defraudando, habiendo entrado en el último trimestre en recesión técnica. El efecto más palpable de su política está siendo una depreciación significativa del yen: 33% frente al dólar y 25% frente al euro. A pesar de ello, el sector exterior no consigue compensar la debilidad de la demanda interna.

Uno de los grandes problemas de la política del Banco de Japón radica en la dificultad de poner fin en el futuro a la política de incremento permanente de su balance. De facto, se ha convertido en el principal actor del mercado de bonos soberanos, permitiendo que los tipos de interés a diez años se mantengan en niveles ínfimos del 0,47%. Difícilmente podrá dejar este rol en el futuro. Se verá obligado a refinanciar la deuda a su vencimiento y a seguir financiando los déficits anuales. Si dejara de hacerlo, los tipos subirían, afectando a una economía sobreendeudada que difícilmente podría sobrellevar un aumento de los costes financieros.

Vía refinanciaciones permanentes, los bonos soberanos en poder del Banco de Japón acabarán convirtiéndose en deuda perpetua, que dados los actuales tipos de interés cercanos a cero equivale casi a un mero apunte contable sin valor alguno.

Las medidas del Banco de Japón posiblemente no logren enderezar la economía nipona, pero sus efectos se dejarán notar en todo el mundo, exportando presiones deflacionistas e inyectando liquidez que, ante la segura depreciación del yen, recalará en otros mercados, alterando los precios de los activos.

Cualquier tratamiento experimental tiene efectos secundarios. El del Banco de Japón también, aunque los efectos secundarios estén por determinar.

El Banco de Japón parece haber encontrado la fórmula mágica para arreglar su economía, financiar el déficit y la deuda pública nipona con la mera ampliación de su balance. El mecanismo es muy sencillo: el Estado incurre en déficit; el Tesoro nipón emite bonos y el Banco de Japón los compra.

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