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Grecia: dejen quebrar al estado pero mantengan a sus ciudadanos en el euro
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Antonio España

Monetae Mutatione

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Grecia: dejen quebrar al estado pero mantengan a sus ciudadanos en el euro

Imaginen que forman parte de un equipo de baloncesto amateur que juega una vez por semana. Supongan además que uno de sus compañeros fue admitido más

Imaginen que forman parte de un equipo de baloncesto amateur que juega una vez por semana. Supongan además que uno de sus compañeros fue admitido más por un compromiso social que por su nivel de juego, sus cualidades deportivas y su actitud en la cancha. Este jugador, que juega en una posición “periférica”, suele vivir de las rentas del resto del equipo y, sin fondo físico para correr como el resto, se limita a esperar a que le llegue el balón e intentar su jugada individual, habitualmente desperdiciando la posesión y perjudicando a sus compañeros.

Como es natural, ustedes le afean su comportamiento y le hacen prometer disciplina y trabajo en equipo para permitirle seguir jugando y volverle a pasar el balón. Pero su compañero díscolo, que al principio acepta, a la hora de la verdad no hace ni caso y vuelve a las andadas una y otra vez. ¿Qué harían ustedes con él? ¿Expulsarle del equipo y que juegue con su propia pelota o sentarle en el banquillo hasta que aprenda? Pues bien, algo similar es lo que le pasa a los dirigentes europeos con el gobierno de Grecia y es de lo que quería hablarles hoy.

En el momento de editar estas líneas, los ministros de finanzas del Eurogrupo están reunidos -por enésima vez- para decidir si liberan o no su parte del segundo paquete de 130.000 millones de euros para rescatar al Gobierno griego, que el próximo 20 de marzo debe devolver 14.400 millones de euros por el vencimiento de bonos (Europa Press, 20/2/2012). Entre tanto, en Grecia continúan los episodios de protestas violentas de los que, según me cuenta un amigo, ejecutivo de una multinacional americana que tiene responsabilidad sobre el negocio en ese país y lo conoce bien, sólo vemos lo que nos enseñan de Atenas pero al parecer los disturbios se reproducen con virulencia por todo el país.

No obstante, no creo que a estas alturas nadie piense que los dirigentes europeos -y en especial los alemanes- siguen rescatando a Grecia con el dinero de sus votantes porque estén preocupados por el bienestar social de los ciudadanos de aquel país. No, de manera indirecta, a quienes están rescatando es a sus bancos nacionales. Pero claro, queda mucho mejor decir que hay que rescatar Grecia -la cuna de la democracia y todo eso- y “salvar Europa” (sic) que reconocer que se acude en auxilio de los codiciosos banqueros. Por no decir que para el pueblo heleno, las medidas de austeridad impuestas por la troika son bastante más vendibles de esa manera que si se les confiesa que es para salvar al Deutsche Bank o al BNP Paribas.

Y es que no hay nada más sintomático que el hecho de que las nuevas ayudas se vayan a depositar en una cuenta bloqueada, que sólo se podrá utilizar para pagar las deudas. Sólo después de devolver los préstamos, si quedara algo -que lo dudo-, podrían emplearse los fondos para pagar los gastos corrientes del estado. Esto también denota la escasa confianza que, por otro lado, tienen los dirigentes europeos en los políticos de aquel país -y eso que los han puesto ellos mismos.

Y se preguntarán ustedes, para ese viaje, ¿necesitaban alforjas? ¿Por qué no dejar que los políticos griegos, verdaderos causantes de la miseria que vive su país por su recurso constante al populismo, afronten las consecuencias de sus actos?

Y si resulta que hay algún banco alemán o francés que pueda sufrir las consecuencias, que sabemos que lo hay, que asuma el gobierno de turno el coste político de rescatarle con cargo a los impuestos de sus ciudadanos o, mejor aún, que sean sus accionistas y deudores -los del banco- los que asuman también su parte de responsabilidad -o de irresponsabilidad- y que afronten las pérdidas que correspondan.

Porque los problemas con la fiabilidad de los gobiernos griegos, su “creatividad” con las cuentas públicas y la corrupción de sus élites políticas no son nuevos. Entonces, ¿por qué se atrevieron los bancos europeos a invertir en su deuda pública? Philippe Bagus da una razón en “La tragedia del Euro” -libro del que ya les hablé y del que acaba de salir la traducción española-, y es que «al acceder a la UME, el gobierno griego pasaba a contar con la garantía implícita de rescate por parte del BCE y del resto de los miembros de la Unión Europea.»*

Por tanto, pensar que puede prestarse dinero a un gobierno disfuncional y que eso puede hacerse sin riesgo -es decir, a un tipo parecido al del bund germano- es eso, una irresponsabilidad. Es lo que pasa cuando uno se acostumbra a que los demás le saquen siempre las castañas del fuego y deja de responder de sus acciones, que se vuelve irresponsable. Si tienen hijos que educar, sabrán de lo que les hablo.

Fíjense que hablo de los políticos griegos y no de sus ciudadanos. A los griegos, engañados por dirigentes populistas de todos los partidos, se les ha hecho creer durante los últimos años que podían vivir por encima de sus posibilidades, financiándose barato gracias al paraguas del euro. El problema es que ya no pueden seguir haciéndolo -apliquémonos el parche los españoles- y eso les cabrea, con perdón.

Por eso, si no pueden pagar, y es evidente que no pueden, lo mejor es que se declaren en quiebra de una vez por todas y afronten la realidad. Como dice Daniel Lacalle, «la quiebra de Grecia no es un riesgo, es una certeza». Y cuanto más tiempo pase, peor será la salida y más probable será la temida quiebra desordenada. ¿O es que de verdad todavía piensa alguien que va a producirse un milagro? Mucho me temo que el milagro alemán -Wirtschaftswunder- sólo se produjo una vez.

Son muchos los que proponen que Grecia salga del euro y, de hecho, piensan que es la intención no confesada de Angela Merkel. Ello conllevaría la recuperación del dracma y la posterior devaluación en aras de una supuesta mejora de la competitividad.

Pero lo cierto es que la devaluación competitiva es una falacia. Como ya advirtió Mises «las muy comentadas ventajas que otorga la devaluación en el comercio exterior y el turismo se deben completamente al hecho de que el ajuste de los precios domésticos y los niveles salariales al estado de cosas creado por la devaluación requiere cierto tiempo».

Mientras se materializa dicho ajuste, los griegos reducirían sus importaciones -por no poder permitírselas- y aumentarían sus exportaciones -por el efecto del tipo de cambio euro/dracma, no porque de repente se volvieran más productivos. O lo que es lo mismo, los griegos pasarían a percibir, al cambio, menos euros por lo que venden a los extranjeros -por ejemplo, estancias en las islas del mar Egeo- y a costarle más dracmas lo que compran del extranjero -por ejemplo, petróleo-.

Por este motivo, una salida del euro con devaluación incluida, empobrecería aún más a los ciudadanos griegos, y es posible que deviniera en un episodio de hiperinflación. Y lo que es peor aún, les dejaría todavía más solos ante sus políticos y gobernantes, libres de halcones que les impidan manipular la moneda a su antojo.

Pero, se preguntarán ustedes, ¿puede permanecer en el euro una Grecia que ha suspendido pagos?

¿Por qué no? Si los dirigentes de la UE no se empeñan en sostener artificialmente al quebrado estado griego, el euro no debería resentirse demasiado. Es la expectativa de que el BCE esté dispuesto a financiar de forma ilimitada y a toda costa al gobierno griego -o a otros gobiernos como el portugués- lo que puede tumbar al euro.

Si, por el contrario, el BCE se mantiene firme en no financiar ni actuar como prestamista de última instancia de Grecia -ni de Portugal, ni de España, ni de Italia-, el euro sería para los políticos griegos lo más parecido al patrón oro  -salvando las evidentes distancias- y tendría un efecto similar en cuanto a la imposición de una férrea disciplina monetaria que a sus ciudadanos no les vendría nada mal.

Recuerden además que el BCE y el Eurosistema -el conjunto de los bancos centrales de la zona euro- son supuestamente independientes de los gobiernos. Nada impediría que los bancos griegos pudieran seguir acudiendo a la ventanilla de descuento del BCE, utilizando el sistema de liquidación del TARGET2 o acogiéndose a los instrumentos puestos a disposición por las autoridades monetarias.

¿Qué consecuencias tendría para los ciudadanos de Grecia que quebrase su estado pero se mantuvieran ellos en el euro. Bastantes y bastante duras, no nos engañemos. Perderían prestaciones sociales -que ya hoy no pueden permitirse- y se enfrentarían a un escenario de deflación que hundiría los precios, haría quebrar empresas y generaría más desempleo, especialmente considerando las rigideces de su economía y el lastre de sus sindicatos.

Pero al menos mantendrían intactos sus ahorros en euros y eso les permitiría ajustarse de forma más sana tras la crisis y volver a recuperarse rápidamente. Un crecimiento basado en el ahorro y no en el préstamo ajeno.

Volviendo al ejemplo del inicio, eso es lo que deberíamos hacer con el jugador díscolo. En vez de echarle del equipo y que juegue con su propio balón, habría que sentarle en el banquillo y que vuelva a jugar en cuanto esté preparado.

*Philippe Bagus, La tragedia del euro. Unión Editorial.

Imaginen que forman parte de un equipo de baloncesto amateur que juega una vez por semana. Supongan además que uno de sus compañeros fue admitido más por un compromiso social que por su nivel de juego, sus cualidades deportivas y su actitud en la cancha. Este jugador, que juega en una posición “periférica”, suele vivir de las rentas del resto del equipo y, sin fondo físico para correr como el resto, se limita a esperar a que le llegue el balón e intentar su jugada individual, habitualmente desperdiciando la posesión y perjudicando a sus compañeros.