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Antonio España

Monetae Mutatione

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¿Recuperación? A pesar del Estado

Imaginen, ahora que es verano, que van ustedes montados en una bicicleta con otra persona mientras suben un puerto de montaña. Ustedes se encargan de pedalear

Imaginen, ahora que es verano, que van ustedes montados en una bicicleta con otra persona mientras suben un puerto de montaña. Ustedes se encargan de pedalear mientras su amigo maneja el manillar. Cuando por fin, exhaustos por el esfuerzo, consiguen coronar la cumbre se vuelven hacia su compañero para comentar lo duro que ha resultado el ascenso y este les replica que, en efecto, la pendiente era muy pronunciada y que menos mal que él ha ido apretando el freno todo el tiempo porque, si no, se hubieran caído hacia atrás, cuesta abajo. ¿Qué harían en ese momento con su amigo? Pues bien, exactamente lo mismo es lo que nos ocurre a familias y empresas mientras intentamos remontar la crisis, que el Estado nos va frenando.

Estos días flota en el aire la sensación, si no de euforia, sí de optimismo, sobre la buena evolución de la economía. El hecho de que (i) Alemania y -sorpresivamente-Francia, hayan abandonado técnicamente la zona de recesión en el segundo trimestre de este año, con crecimientos del 0,7% y 0,5% respectivamente, (ii) que la prima de riesgo se encuentre en valores que no se veían desde 2011, y (iii) que el Ibex haya superado puntualmente la cota de 8.800 puntos-pese a la corrección de los dos últimos días-parece alumbrar ilusiones en la recuperación económica. Buenos datos de agosto que contribuyen al clima de esperanza junto con (iv) los resultados de la última Encuesta de Población Activa, que mostraban un descenso del desempleo, y (v) el cambio de tendencia que viene experimentando la balanza de pagos en todo este año 2013.

No sabemos con certeza si hemos superado ya el puerto y lo que nos queda es un tramo de falso llano, pero al menos la cuesta parece aflojar, pues no se puede negar que a priori todos estos indicadores sean positivos. Cuestión aparte es que, como me decía el otro día cenando un primo de mi mujer, la mejora de la economía probablemente tenga que ver con que los políticos están de vacaciones. Y es que, desde que se inició la crisis, los sucesivos Gobiernos han puesto más palos en la rueda que otra cosa en el necesario proceso de ajuste tras la burbuja inmobiliaria y estatal que ellos mismos contribuyeron a crear con sus políticas de expansión artificial del crédito durante los años de vino y rosas.

La mayor prueba de que los políticos van apretando el freno con saña es el atosigamiento fiscal al que el Estado nos tiene sometidos y sobre el que ya hemos tenido oportunidad de debatir aquí en alguna ocasión (Monetae Mutatione, "¿Quieren crecimiento? Bajen todos los impuestos", 30/4/2013). No en vano, entre la Administración Central y las comunidades autónomas han creado hasta cien figuras impositivas distintas —y creciendo— que gravan y limitan prácticamente cualquier aspecto de nuestra actividad cotidiana.

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No hay más que comprobar la procedencia de los ajustes que han permitido la rebaja del déficit en el primer semestre de este año, de la que ha presumido con orgullo el Gobierno hace escasas semanas. Porque, en efecto, el grueso de la reducción del desajuste entre gastos e ingresos se ha producido por el aumento de estos últimos, ahogando aún más a familias y empresas, mientras los primeros se han visto disminuidos en mucha menor medida, cuando no han crecido ampliamente, como es el caso de intereses y prestaciones sociales. Todo ello para que a mitad de año estemos ya en el 3,8% de déficit, que era precisamente el límite impuesto para todo el 2013. Agárrense pues a la bicicleta y no dejen de pedalear, que vienen curvas.

Para terminar de ponérnoslo difícil, el Gobierno, además, se empeña en que carguemos durante el ascenso con una pesada mochila que cada vez va llenando de más piedras. Me refiero, como habrán intuido, a la deuda pública, que ha superado ya el 90% del PIB. Fíjense, nosotros celebrando los 'éxitos'cosechados por el Tesoro cada vez que logra sus objetivos en las subastas de deuda y nos coloca más piedras en el morral, mientras los ciudadanos y las empresas nos esforzamos por aligerar peso, desapalancándonos como podemos y con un acceso al crédito más que restringido.

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Es decir, en lo que se conoce como crowding out, el Estado nos carga con peso muerto y, además, no nos deja espacio para que podamos hacernos con unas barritas y bebidas energéticas que nos ayuden en el ascenso. Observen el gráfico que les adjunto, que muestra la evolución de los pasivos financieros -bonos negociados, préstamos y crédito circulante-en los últimos dos años. Mientras familias y empresas han reducido su endeudamiento en cinco y diez puntos respectivamente, las Administraciones Públicas lo han incrementado en un 30%. No es que no haya crédito, es que este lo acapara el Estado.

Aparte del déficit y la deuda, les propongo que nos fijemos ahora en otros elementos más sutiles que tienen que ver con la competitividad de nuestras industrias y servicios para competir con empresas del exterior y consolidar así la buena evolución de la balanza de pagos. Piensen que dos factores de producción están omnipresentes en los procesos productivos y de prestación de servicios: mano de obra y energía. Pues bien, en estos dos inputs esenciales para el funcionamiento de la economía, el Estado tiene también una importante capacidad de lastrar la recuperación.

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Fíjense en los costes salariaresque el FMI y el comisario económico de la UE, Olli Rehn, han puesto de actualidad en las últimas semanas con la torpe e intervencionista propuesta de reducir un 10% los salarios de forma pactada y que ha concitado el acuerdo cuasi unánime en su contra de los economistas españoles, con independencia de su adscripción a una u otra escuela de pensamiento económico. Probablemente ya sepan ustedes que, en promedio, por cada 3 euros que recibimos en nuestro banco cuando nos hacen la transferencia de la nómina, la empresa para la que trabajamos ha de ingresar otros 2 euros en las arcas del Estado.

Pues bien, la cifra relevante para el empresario y, por tanto, para la competitividad y la creación de empleo, no son esos tres euros que nos llevamos a casa, sino los cinco euros en total —más otros costes adicionales asociados— que ha de desembolsar por nuestro trabajo. Ese par de euros que nosotros no vemos representan al Estado apretando los frenos en plena cuesta arriba. Por lo tanto, bien nos vendría que el Gobierno decretara una bajada en las cotizaciones —impuestos al trabajo— a cargo de las empresas y liberar así presión de los frenos.

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Finalmente, la cuestión de los costes energéticos en general, y de la electricidad en particular, ameritan uno o más post comentando el total despropósito regulatorio en el que nos hallamos inmersos, que nos coloca entre los países con el suministro industrial más caro de Europa pero que, a la vez, no evita que sigamos generando déficit tarifario. Todo un logro del intervencionismo planificador de unos y otros Gobiernos en este país. Nuestro sistema energético invita a la deslocalización industrial o al encarecimiento de los servicios que, por naturaleza, no son reubicables en terceros países y, por tanto, lastran el avance hacia la salida de la crisis.

Así las cosas, ¿podemos hablar de recuperación? Claro que sí. El sector privado lleva desde el pinchazo de la burbuja luchando denodadamente por dejar atrás una crisis que se ha cargado sobre las espaldas-pérdida de empleo, subida de impuestos, bajada de salarios, pérdida parcial o total de sus inversiones, desapalancamiento, venta forzada de activos, etc-. Por tanto, raro es que no se vean avances, aunque sean tímidos. La cuestión es que por cada paso adelante que dan las familias y las empresas, las medidas intervencionistas nos hacen dar dos pasos atrás. ¿Hasta cuándo va a suponer el Estado un freno a la salida de la crisis?

Imaginen, ahora que es verano, que van ustedes montados en una bicicleta con otra persona mientras suben un puerto de montaña. Ustedes se encargan de pedalear mientras su amigo maneja el manillar. Cuando por fin, exhaustos por el esfuerzo, consiguen coronar la cumbre se vuelven hacia su compañero para comentar lo duro que ha resultado el ascenso y este les replica que, en efecto, la pendiente era muy pronunciada y que menos mal que él ha ido apretando el freno todo el tiempo porque, si no, se hubieran caído hacia atrás, cuesta abajo. ¿Qué harían en ese momento con su amigo? Pues bien, exactamente lo mismo es lo que nos ocurre a familias y empresas mientras intentamos remontar la crisis, que el Estado nos va frenando.

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