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La conferencia de Bush II

A raíz de la crisis financiera que empezó en el verano de 2007, el Estado ha tomado una relevancia en los mercados desconocida desde hace una

A raíz de la crisis financiera que empezó en el verano de 2007, el Estado ha tomado una relevancia en los mercados desconocida desde hace una generación. De la noche a la mañana, los presidentes de gobierno se han convertido en expertos financieros. Unos como Gordon Brown irrumpen como estrellas por el mérito de volver a descubrir la receta clásica del FMI para resolver una crisis bancaria (como hizo, por ejemplo, Corea del Sur en 1998); otros como nuestro presidente se empeñan en hacernos partícipes de sus opiniones sobre la salud del sistema financiero (y esperemos que no le salga el tiro por la culata por aquello de excusatio non petita, acusatio manifesta); o en el caso de Sarkozy sobre la imperiosa necesidad de usar el dinero de los contribuyentes para que nuestras sufridas empresas no caigan en las garras de los bárbaros. (De momento, los bárbaros se están manteniendo un poco al margen tras llevarse varios disgustos serios desde que algunos bancos les empezaron a colocar papelitos hace unos meses).

 

El ansia del Sr. Zapatero por participar en la reunión convocada por el Presidente Bush II para noviembre ha desatado una polémica en la que casi todo el mundo parece tener una opinión sobre la razón por la que España debiera o no participar. Lamentablemente, me parece que hay una serie de malentendidos en el planteamiento del problema. En primer lugar, esta reunión no va a definir el nuevo marco financiero internacional como ocurrió en Bretton Woods. Esta reunión parece más bien una última Photo-Op de Bush para dejar en loor de multitudes la presidencia más nefasta desde la de James Buchanan. Un favor que le hace su mejor amigo en la Unión Europea, Nicolás Sarkozy, quien comparte con Bush una baja popularidad con su electorado y a quien se le acaba la presidencia de turno de la EU en Diciembre y por tanto su excesivo protagonismo. Es como la foto del portaviones pero con gravitas y corbata. Menos mal que les quedan pocas semanas en el poder.

Cuando la verdadera reunión tenga lugar, tras la toma de posesión del próximo presidente de EEUU y la formación de su equipo económico, España será invitada por la sencilla razón de que nuestros activos financieros netos a finales de junio consisten en una deuda de 861.666 millones de euros con el resto del mundo, según datos del Banco de España. Esto nos convierte en un deudor suficientemente importante como para que la presencia Española sea conveniente en cualquier discusión. Aquellos que, siguiendo el criterio de la Casa Blanca para seleccionar a los partícipes de la no-reunión de noviembre, han debatido el peso del PIB hasta la saciedad se equivocan de conferencia. Esto no es una conferencia sobre el comercio internacional, que para eso está el WTO, ésta será una reunión entre los que conceden crédito y sus acreedores. De un lado, se sentarán los países que han tenido gran crecimiento en consumo y endeudamiento privado, como el Reino Unido, España, Irlanda o EEUU y, del otro lado, los que nos prestan el dinero como China, los países del Golfo, o incluso Alemania. 

Por otro lado, al debatir un nuevo orden financiero internacional habrá que contar con los países que tienen sistemas financieros importantes para el sistema financiero global. Bajo este criterio España figurará otra vez en la lista junto a Suiza, Luxemburgo u Holanda; ahora también excluidos. En cambio, la opinión de Argentina ahora invitada a la cumbre Bush, tendrá el peso que le otorgue un sistema financiero que cabe en una caja de puros y que en vista de los problemas de la República para financiar su déficit público está a punto de volver a desaparecer. 

Así que nuestro Presidente puede estar tranquilo, que no se pierde nada y en vez de malgastar sus energías viajando por el mundo buscando apoyos podrá dedicarse a estudiar cómo financiar un déficit por cuenta corriente del 10 % del PIB. Por ejemplo, si no hubiera ido a China, el déficit comercial hubiera mejorado este trimestre en unos cuantos miles de euros. 

Es importante mantener la objetividad, esto nos lleva a constatar la posición financiera neta y el déficit por cuenta corriente. Pero el pragmatismo nos ayuda a prever que en el corto plazo la caída del consumo de las familias, la bajada de los precios de las materias primas y la bajada del Euribor contribuirán a que el déficit por cuenta corriente se reduzca. A mayor desaceleración, mayor reducción, lo que no se suele ver es una desaceleración de la actividad y un aumento paralelo del déficit comercial. Al mismo tiempo, el nivel de deuda pública es relativamente bajo. 

Algún economista ha pronosticado que el diferencial del Reino de España con Alemania subirá a 200 puntos básicos por el incremento de las necesidades de financiación del Tesoro. Parece improbable, ya que si por ejemplo la TIR del bono español a 10 años subiera al 6% cabe esperar una demanda muy alta por parte de bancos por el diferencial con la tasa de descuento del BCE. Sería demasiado apetitoso, con lo cual difícil que se produzca. Finalmente, la comparativa con Islandia es absurda, ya que la deuda de los bancos Islandeses es en euros no en coronas islandesas. Puede que España ya no vaya igual de bien, pero tampoco es el fin del mundo.

A raíz de la crisis financiera que empezó en el verano de 2007, el Estado ha tomado una relevancia en los mercados desconocida desde hace una generación. De la noche a la mañana, los presidentes de gobierno se han convertido en expertos financieros. Unos como Gordon Brown irrumpen como estrellas por el mérito de volver a descubrir la receta clásica del FMI para resolver una crisis bancaria (como hizo, por ejemplo, Corea del Sur en 1998); otros como nuestro presidente se empeñan en hacernos partícipes de sus opiniones sobre la salud del sistema financiero (y esperemos que no le salga el tiro por la culata por aquello de excusatio non petita, acusatio manifesta); o en el caso de Sarkozy sobre la imperiosa necesidad de usar el dinero de los contribuyentes para que nuestras sufridas empresas no caigan en las garras de los bárbaros. (De momento, los bárbaros se están manteniendo un poco al margen tras llevarse varios disgustos serios desde que algunos bancos les empezaron a colocar papelitos hace unos meses).

George W. Bush