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Un horizonte más despejado

El año que acaba de finalizar va a suponer el fin de la destrucción masiva de empleo que tristemente hemos vivido años atrás. Los datos de

Foto: Iñigo Sagardoy
Iñigo Sagardoy

El año que acaba de finalizar va a suponer el fin de la destrucción masiva de empleo que tristemente hemos vivido años atrás. Los datos de la EPA que conocimos ayer nos demostraron que España por primera vez en su historia económica reciente es capaz de crear empleo neto y de aumentar su población ocupada con un crecimiento económico todavía muy pobre, en torno al 1%. Pero lo que resulta más importante es que esta tendencia positiva se va a consolidar –incluso incrementar notablemente– a lo largo del año que comienza.

Este punto de inflexión en nuestro mercado de trabajo no es fruto del azar. El desempleo ha sido –y sigue siendo– el tsunami más devastador que hemos tenido en nuestra economía, la cara más amarga de la crisis, con las consecuencias sociales y personales que ello conlleva. De ahí que la senda reformista iniciada por este Gobierno hace más de dos años tenía como epicentro fundamental mejorar nuestras insoportables cifras de paro. Sin dichas reformas no me cabe ninguna duda de que hubiéramos seguido en el círculo maldito de nuestra constante realidad laboral de que el ajuste, en épocas críticas como las que hemos vivido, era siempre cuantitativo y no cualitativo, como sucede en economías europeas parecidas a la nuestra.

A este impulso reformista bien encaminado –aunque doloroso para muchos ciudadanos– se le ha unido un elemento fundamental en el funcionamiento de las relaciones laborales, como es el consenso responsable y decidido de los agentes sociales, patronal y sindicatos, que entendieron desde el primer momento –y así lo pusieron en práctica– que la moderación salarial, aunque fuese difícil de entender, era absolutamente crítica para salir del agujero negro en el que estábamos.

Ambos hechos –reformas y acuerdos– son los pilares básicos para entender el punto de partida en el que estamos en este 2015, con previsiones optimistas desde todas las instituciones.

No obstante, el paro sigue siendo el principal drama en España. Y hasta que no lleguemos a cifras soportables y racionales para el tamaño y el empuje de nuestra economía, no se puede bajar ni un minuto la guardia. La tarea no es fácil. Para ello, el empleo que se crea debe estabilizarse y perpetuarse en el tiempo. Hay dos realidades que empujan en la dirección contraria: de un lado, como bien señalaba The Economist en su primer número de enero, el mercado de trabajo en estos momentos en muy convulso y volátil. El trabajo como lo entendíamos ha cambiado. Conviven muchas formas de empleo (por proyecto, freelance, autónomos…) derivado fundamentalmente de la flexibilidad demandada por los consumidores y clientes.

De otro lado, salir de una crisis tan grave con plenitud de confianza empresarial, y por ende en la contratación, olvidando la historia reciente, es muy complejo. De ahí que la fijeza en el trabajo con condiciones 'precrisis' no será fácil de alcanzar y no se verá en el corto plazo. Ojalá me equivoque. Pero ello no es óbice para que todos los agentes involucrados en el mercado de trabajo sigan luchando para alcanzar ese objetivo soñado de más empleo y más estable. Es responsabilidad de todos.

Toca igualmente seguir impulsando las nuevas políticas activas de empleo para tratar de colocar a los millones de parados (jóvenes, mayores y de larga duración) que todavía tenemos y que no nos podemos permitir. Y aunque siguen existiendo muchos riesgos en esta nueva sociedad del conocimiento, donde hay veces que no controlamos todas las claves, tenemos que seguir siendo ambiciosos en las reformas y más creativos que nuestros competidores.

*Iñigo Sagardoy de Simón. Profesor titular de Derecho del Trabajo de Universidad Francisco de Vitoria. Abogado

El año que acaba de finalizar va a suponer el fin de la destrucción masiva de empleo que tristemente hemos vivido años atrás. Los datos de la EPA que conocimos ayer nos demostraron que España por primera vez en su historia económica reciente es capaz de crear empleo neto y de aumentar su población ocupada con un crecimiento económico todavía muy pobre, en torno al 1%. Pero lo que resulta más importante es que esta tendencia positiva se va a consolidar –incluso incrementar notablemente– a lo largo del año que comienza.

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