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¿Puede quebrar un Banco Central?
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Alberto Artero

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¿Puede quebrar un Banco Central?

Esa es la pregunta que se hace Willem Buiter en un controvertido análisis publicado por el Centre for Economic Policy Research. La propuesta de partida

Esa es la pregunta que se hace Willem Buiter en un controvertido análisis publicado por el Centre for Economic Policy Research. La propuesta de partida es extraordinariamente interesante y parte de una evidencia (los entrecomillados son citas literales): con objeto de aliviar la actual crisis financiera, los principales bancos centrales del mundo (FED, Banco de Inglaterra y BCE) han aumentado, en sus balances, la exposición a activos privados con riesgo de crédito que resultarían, en algunos casos, “dudosos e ilíquidos” en las circunstancias actuales del mercado. Y, “aunque se hayan podido valorar adecuadamente ex ante, a través de penalizaciones y descuentos, si dicho riesgo se materializara ex post, el agujero en los balances de las instituciones tenedoras de los mismos podría ser considerable, llegando incluso a devorar su capital”. Una invitación a la lectura irrechazable. A partir de ahí, Buiter lanza tres cuestiones al aire: ¿realmente importa si un banco central sufre una pérdida significativa?, ¿puede llegar a ser insolvente un banco central? Y, por último, ¿cómo y a quién corresponde la responsabilidad de su recapitalización?

Bien, a partir de ahí el autor realiza un recorrido sobre los balances de las principales instituciones monetarias a nivel mundial en un análisis muy reduccionista que, no obstante, sirve a los efectos del estudio que quiere acometer. Lo primero que sorprende es la escasa profundidad del balance de la Reserva Federal norteamericana que contaría con 900.000 millones de dólares en activos para unos recursos propios de 40.000 o alrededor del 6,4% de su PIB nacional. “Sería un banco mediano en el universo de los bancos comerciales estadounidenses con exposición internacional”, pero con mucho más apalancamiento ya que, si la relación entre activos y equity en éstos es de 9 a 1, según se desprende del propio artículo, en el caso de la FED el ratio se dispararía a 22,5 a 1. No cambia mucho el panorama en el caso del Banco de Inglaterra, con 100.000 millones de libras en activos (un 20% menos que los de Northern Rock cuando fue intervenido) para sólo 2.000 millones de recursos propios. En palabras de Buiter “un tamaño insuficiente en comparación con su posible exposición al riesgo de crédito que se deriva de su condición de prestamista y -esta afirmación es curiosa pero de total aplicación- market maker de último recurso cuando no cabe otra solución" (afirmación que se deriva, claramente, de la decisión de nacionalizar la propia Northern Rock). Para el autor, la situación del Eurosistema es más benigna, en términos de riesgo incurrido y apalancamiento, luego veremos por qué, mientras que destaca el peso del Banco de Japón sobre el conjunto de la economía, superior al 20% de su Producto Interior Bruto, como consecuencia de la particular política monetaria ejercida en los últimos años en el país.

Sobre esta base, ¿puede declararse un banco central insolvente? Bien, la respuesta es no si de lo que se parte es de un estudio contable convencional de los activos y pasivos que integran su balance, ya que “son una guía poco fidedigna de la salud financiera y la fortaleza de la institución” que puede, si así fuera necesario, expandir tanto los unos como los otros prácticamente de forma ilimitada. Entonces, ¿cabe una respuesta afirmativa? Sí, referida a la posibilidad de que el banco central suspenda sus pagos corrientes: los propios de su funcionamiento diario (sueldos, proveedores, instalaciones) y los debidos a otras entidades que actúan, de facto, como sus principales accionistas. Las transferencias periódicas acordadas al Tesoro “no dejan de ser un impuesto sobre el banco central que pueden actuar en una doble dirección permitiendo la recapitalización de la autoridad monetaria si así se aconsejara”. Sin el apoyo del Tesoro, en mi modesta opinión impensable, la única manera que tendría el banco central de restituir su deteriorado capital sería emitiendo moneda, lo que podría traer consigo tensiones inflacionistas que chocaran contra su mandato principal de velar por la estabilidad de precios. Contestación que sirve para matar dos pájaros de un tiro.

O no, porque, ¿quién sería el “recapitalizador” de último recurso en Europa? “Desde luego no la Unión Europea y su minúsculo presupuesto, ni ninguna autoridad fiscal regional que tenga una cierta capacidad de financiación”. Y aunque fuera la UE, ¿qué pasa con los doce miembros que aún no son parte de la zona euro? Cuestión que queda abierta. ¿Es ésta la causa de la mayor prudencia del Banco Central Europeo, frente a sus comparables anglosajones, a la hora de ejercer el riesgo moral que se derivaría de su potencial condición de prestamista o market maker de último recurso? Probablemente. Pero les voy a confesar una cosa. A estas horas de la noche, ya no me da la cabeza más de sí. Hasta mañana. Sean buenos y temerosos de Dios.

Esa es la pregunta que se hace Willem Buiter en un controvertido análisis publicado por el Centre for Economic Policy Research. La propuesta de partida es extraordinariamente interesante y parte de una evidencia (los entrecomillados son citas literales): con objeto de aliviar la actual crisis financiera, los principales bancos centrales del mundo (FED, Banco de Inglaterra y BCE) han aumentado, en sus balances, la exposición a activos privados con riesgo de crédito que resultarían, en algunos casos, “dudosos e ilíquidos” en las circunstancias actuales del mercado. Y, “aunque se hayan podido valorar adecuadamente ex ante, a través de penalizaciones y descuentos, si dicho riesgo se materializara ex post, el agujero en los balances de las instituciones tenedoras de los mismos podría ser considerable, llegando incluso a devorar su capital”. Una invitación a la lectura irrechazable. A partir de ahí, Buiter lanza tres cuestiones al aire: ¿realmente importa si un banco central sufre una pérdida significativa?, ¿puede llegar a ser insolvente un banco central? Y, por último, ¿cómo y a quién corresponde la responsabilidad de su recapitalización?