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Krugman tiene razón. El Plan no sirve
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Alberto Artero

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Krugman tiene razón. El Plan no sirve

Estados Unidos tiene un nuevo Plan y, como no podía ser de otra manera, la controversia está servida. Frente a lo que ocurriera con la idea

Estados Unidos tiene un nuevo Plan y, como no podía ser de otra manera, la controversia está servida. Frente a lo que ocurriera con la idea original de Paulson, al menos Geithner ha tenido el mérito de dividir a la comunidad financiera norteamericana. Algo es algo. Los mercados bursátiles, en el corto plazo, han dictado su veredicto: pulgar arriba. Está por ver si la subida es consecuencia directa de la propuesta o, por el contrario, se debe a factores técnicos ya que el violento movimiento al alza coincide con la ruptura tanto de la media móvil de 50 sesiones como de la directriz bajista desde octubre de 2007 del S&P 500, el principal selectivo norteamericano. Y es que la iniciativa de la Administración Obama sigue pendiente de una enormidad de detalles y su ejecución se demorará, como poco, otros dos meses en el tiempo, siendo optimistas. Demasiado pronto como para darla por válida de forma tan efusiva pese a haber, de hecho, tan pocos motivos para ello.

El árbol de decisión seguido por los distintos analistas a la hora de estudiar la propuesta pasa por tres niveles: su necesidad, en primer lugar; su idoneidad, en segundo término; y su aplicabilidad, para concluir. Es una evidencia la validez del primer elemento de juicio, dada la coyuntura en la que se encuentra el sistema bancario americano... y no sólo él. Había/hay que hacer algo. De acuerdo. Prueba superada. Paso dos. ¿Adecuado? Error. El Plan no pasa el corte en los segundos 18 hoyos. Qué le vamos a hacer. Y no se debe, como afirman otros comentaristas, al hecho de que supone un injustificado cambio de foco desde la solvencia a la liquidez que persigue ayudar a unos tiburones de Wall Street en vías de extinción. Sobre la primera se puede actuar tanto desde el lado del pasivo, inyectando capital, como desde el activo, sacando del balance posibles fuentes de pérdida adicional. Ni siquiera compro hoy el argumento del riesgo asimétrico en el que incurren tanto el Tesoro como la Reserva Federal, cuyo balance, impagable artículo ayer de John Taylor en FT, empieza a alcanzar dimensiones siderales. Qué va. La razón última es que se desvía de las causas y, por tanto, de las posibles soluciones efectivas para solventar la crisis actual.

Lo explica estupendamente Henry Blodget, estrella emergente de la blogosfera financiera con su Clusterstock, en el siguiente post que se apoya en los pensamientos de un James Galbraith al que citamos el pasado sábado en nuestro Valor Añadido sobre el Quantitative Easing. El antiguo banquero de inversión hace un recorrido por los errores de concepto en los que, en su opinión, está incurriendo el nuevo Secretario del Tesoro. El problema de la economía no es que la banca no preste hoy, sino que ha prestado demasiado en el pasado como prueban los gráficos que adjunta al final de su aportación. Y la compra de préstamos y activos dudosos sólo permitirá abrir el chorro crediticio si las entidades financieras perciben que el fin del deterioro económico está cerca y que asumen menos riesgo haciéndolo que quedándose de brazos caídos. La banca, como regla general, se comporta como un late cyclical. Necesita ver donde se gana dinero para luego entrar en la disputa por el beneficio a obtener. La muerte del sistema financiero en la sombra y la crisis en la innovación frenarán sin duda el despertar de su letargo durante más tiempo del conveniente. Y, sin despegue de la economía ni recuperación del balance del sector privado, no habrá repunte de la actividad bancaria. Olvídense.

A la misma conclusión llega Ed Harrison de Credit Writedowns que, pese a todo, concluye afirmando “no me queda otro remedio que confiar que el Plan va a funcionar. Ha pasado demasiado tiempo y esta es la hora en que no cabe otra solución. No quedan más alternativas para 2009”. Llegados a este punto, compartir con ustedes tres reflexiones finales. Una, el plan propuesto por Geithner, en su máxima amplitud de un billón de dólares, apenas es un 7% del PIB norteamericano frente a una deuda agregada del sistema estadounidense superior al 300% respecto a la misma referencia. La ley de las grandes cifras se puede ver claramente superada por la norma de los números estratosféricos. No se lleven a engaño. Dos, el proceso de apalancamiento no va a menos a día de hoy sino a más como consecuencia del desembarco masivo de la financiación pública en la economía. Un fenómeno que, en épocas de incertidumbre, encarece aún más el coste de los recursos ajenos de las empresas privadas retrasando, por tanto, su recuperación. Tres, campana y se acabó, lo importante, por tanto, es revertir un proceso que puede llevar a una espiral inflacionaria que ahora parece poco probable, con razón ante el exceso de capacidad productiva, pero que afila sus garras a la vuelta de la esquina. El hacer juegos de trileros traspasando endeudamiento entre los distintos agentes  económicos, como propone el Plan, no ataca, ni de lejos, el problema. ¿Ustedes creen que se acabarán enterando?

Estados Unidos tiene un nuevo Plan y, como no podía ser de otra manera, la controversia está servida. Frente a lo que ocurriera con la idea original de Paulson, al menos Geithner ha tenido el mérito de dividir a la comunidad financiera norteamericana. Algo es algo. Los mercados bursátiles, en el corto plazo, han dictado su veredicto: pulgar arriba. Está por ver si la subida es consecuencia directa de la propuesta o, por el contrario, se debe a factores técnicos ya que el violento movimiento al alza coincide con la ruptura tanto de la media móvil de 50 sesiones como de la directriz bajista desde octubre de 2007 del S&P 500, el principal selectivo norteamericano. Y es que la iniciativa de la Administración Obama sigue pendiente de una enormidad de detalles y su ejecución se demorará, como poco, otros dos meses en el tiempo, siendo optimistas. Demasiado pronto como para darla por válida de forma tan efusiva pese a haber, de hecho, tan pocos motivos para ello.