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La Bruja Lola y las velas negras a los empresarios
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Alberto Artero

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La Bruja Lola y las velas negras a los empresarios

Tenemos una semana por delante que realmente promete. La cuerda del dialogo social se ha tensado hasta un punto en el que parte de los interlocutores

Tenemos una semana por delante que realmente promete. La cuerda del dialogo social se ha tensado hasta un punto en el que parte de los interlocutores hablan de ruptura mientras que otros creen que si tal no se ha producido es porque sería un suicidio en la situación actual del país que tal desencuentro se perpetuara en el tiempo. No les falta razón. Sea como fuere, gobierno y sindicatos han hecho de la clase empresarial los verdaderos culpables de esta situación y sólo les queda llamar a la Bruja Lola para que les calce a los de la CEOE un par de velas negras, a ver si con la amenaza de lo espiritual se avienen los empresarios a ceder en las pretensiones materiales de los representantes tanto del ejecutivo como de los trabajadores que, básicamente, consisten en mantener el statu quo actual con ligeros retoques, en la esperanza de que la tesis de la patada a seguir hasta que escampe, cosa que se desea cobre cuerpo en dos o tres años, se pruebe acertada. Es lo que tiene el gustirrinín por el poder, que todo gira no alrededor de la situación actual sino de la amenaza electoral de 2012, que sólo cumplirá calendario en la medida en que se mantenga controlada la conflictividad social. Lo demás, importa poco la verdad.

Hemos pasado del Que viene el Opus de Alfonso Guerra de hace 20 años al Que vienen los capitalistas a hundir a la clase obrera del fin de semana. Un discurso bonito de cara a la galería pero, como aquél, absolutamente trasnochado, anacrónico, rancio. Oiga que no estamos a principios del siglo pasado, que nos movemos en un régimen democrático que ha consolidado determinados principios esenciales del sistema económico capitalista, comúnmente aceptados, y que nadie puede a estar alturas tratar siquiera de sugerir que los empresarios viven ajenos a la realidad que les rodea y obcecados únicamente en obtener su propio beneficio pasando por encima de todo bicho viviente. Entre otras cosas porque son los primeros en comprender que la riqueza que ellos mismos generan con su actividad revierte en ella de modo positivo. Obviamente la regla tiene excepciones, pero es precisamente el trabajo asociativo llevado a cabo por instituciones como la CEOE, con sus muchos peros pero con algún pro encima de la mesa, el que ha permitido evitar prácticas empresariales que perjudicaban a todo el colectivo.

El Gobierno, que es el que dispone de la saca para hacer y deshacer a diestro y siniestro, se ha creído su papel de nuevo rico y ha decidido que va a gobernar sí o sí, miedo me da oiga, que ya se sabe que para ser empresario sólo falta tener dinero, que lo demás importa poco. Es lo que faltaba en esa sustitución acelerada de lo privado por lo público que está propiciando la crisis actual. Crowding Out lo llaman en el mundo anglosajón. Una coyuntura excepcional por mor de la cual es la Administración Pública quien lidera la actividad económica con la idea de que sean los empresarios quienes tomen el relevo cuando llegue el momento oportuno. La ocupación de espacios propios de la iniciativa privada no es extraña y resulta incluso necesaria aunque traiga como costoso peaje la competencia por la financiación. Sin embargo, lo que sería absolutamente inaudito es que viniera acompañado de un proceso de aniquilamiento de la clase empresarial por la vía del decreto, que es la amenaza latente que subyace a todo esto, toda vez que es de todos conocido que, en términos políticos, la productividad se mide en votos. ¿Alguien habló de peronización?

No es ajena la CEOE a lo que los males que ahora le afligen. Y no me refiero a la penuria económica de gran parte de sus asociados que se deriva de un modo de generar riqueza que se ha probado circunstancial y que no han querido alterar mientras pudieron. Qué va. Durante muchos, demasiados años, aquí, en España, el modo habitual de hacer negocios ha sido a la sombra del Poder, si no directamente gracias a él. Como en el extinguido servicio militar, al que abría la boca le tocaba garita. Y bien se cuidaban muchos de mantener su sardina arrimada al ascua que más calentaba. Resulta sorprendente que gran parte de las medidas estructurales por las que ahora se aboga desde las organizaciones empresariales, apenas tuvieran cabida en su discurso en épocas de bonanza. Y no deja de ser patético, lo cortés no quita lo valiente, que haya sido necesaria poner en prueba la propia viabilidad financiera de una parte sustancial de sus miembros para que descubran los pies de barro sobre los que discurrían muchos de sus negocios. El silencio de corderos del pasado es el que ahora les lleva a balar desesperadamente entre las paredes del matadero.

Sin embargo, prescindir de los empresarios y poner el futuro económico de España en manos de una clase política adicta al poder y de un frente sindical reivindicativo que todavía no se ha enterado de que si queremos un futuro mejor no es cuestión de gastar sino de invertir, es decir, de hacer sacrificios hoy para encontrarnos con un panorama más benigno mañana, resulta, cuando menos, temerario. Al final uno nunca puede perder de vista de dónde procede la riqueza en las economías desarrolladas, fundamentalmente del consumo y de la inversión. El primero está ligado a la capacidad de generar empleo estable por parte de la sociedad que uno empieza ya a estar un poco hasta el gorro de la asociación flexibilidad laboral=despido libre; a ver cuando se sustituye por flexibilidad laboral=minimización del paro estructural, que es lo que persigue. La segunda a planes productivos que requieren, para su iniciación, de una cierta perspectiva de futuro. Actuando contra y no con la clase empresarial puede llevarnos a más años de los deseados de desencuentro con nuestro potencial económico. Claro que, a ver quién es el guapo del coro de palmeros que se lo explica a ZP…

Tenemos una semana por delante que realmente promete. La cuerda del dialogo social se ha tensado hasta un punto en el que parte de los interlocutores hablan de ruptura mientras que otros creen que si tal no se ha producido es porque sería un suicidio en la situación actual del país que tal desencuentro se perpetuara en el tiempo. No les falta razón. Sea como fuere, gobierno y sindicatos han hecho de la clase empresarial los verdaderos culpables de esta situación y sólo les queda llamar a la Bruja Lola para que les calce a los de la CEOE un par de velas negras, a ver si con la amenaza de lo espiritual se avienen los empresarios a ceder en las pretensiones materiales de los representantes tanto del ejecutivo como de los trabajadores que, básicamente, consisten en mantener el statu quo actual con ligeros retoques, en la esperanza de que la tesis de la patada a seguir hasta que escampe, cosa que se desea cobre cuerpo en dos o tres años, se pruebe acertada. Es lo que tiene el gustirrinín por el poder, que todo gira no alrededor de la situación actual sino de la amenaza electoral de 2012, que sólo cumplirá calendario en la medida en que se mantenga controlada la conflictividad social. Lo demás, importa poco la verdad.

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