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Cómo evitar que se apruebe la Reforma Fiscal
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Alberto Artero

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Cómo evitar que se apruebe la Reforma Fiscal

Estamos perdiendo el foco. Lo más importante acordado el sábado por el Consejo de Ministros es, desde el punto de vista económico, el Proyecto de Ley

Estamos perdiendo el foco. Lo más importante acordado el sábado por el Consejo de Ministros es, desde el punto de vista económico, el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2010. Los Administradores de España, S.A. han preparado unas cuentas que se han de someter aún al preceptivo trámite de aprobación por parte de las Cámaras. Un paso previo que convierte las previsiones de ingresos y gastos en provisionales y sujetos, por tanto, a amplias modificaciones en función del interés político de unos y otros para perpetuarse en el poder. E incluso para buscar el interés de los ciudadanos, fíjense ustedes. Esa es la primera consideración preliminar que hay que hacer. Estamos hablando de probabilidades, no de certezas. Está por ver en qué queda finalmente todo esto y cabe incluso la posibilidad de que no quede en nada. La esperanza siempre ha de ser lo último que se pierda.

De hecho, si uno se para a contemplar las cifras que los Administradores de España, S.A. han  elaborado, lo normal es que todos los grupos sin distinción reprobaran la actitud de unos gestores que, aun sabiendo que su problema principal viene por la parte del gasto, han decidido actuar prácticamente en exclusiva sobre los ingresos. No sólo eso, han sacado pecho sobre el peso asistencial de los desembolsos corrientes que el Estado ha de afrontar en 2010. Como si el traspaso de riqueza productiva, impuesto, a contingencia pasiva, derivado de una situación, fuera la mejor oferta que pudieran hacer en el entorno actual. De locos. La segunda objeción que cabe hacer, por tanto, a la alharaca mediática de las últimas casi 48 horas es que la clave del futuro de España no está en la recaudación fiscal sino en la austeridad administrativa y es ahí, precisamente, donde se habría de dirigir el alegato de cualquier oposición parlamentaria que en el mundo hubiera. Sin recortes en la G, de poco valen los aumentos de la I.

Tercero, la Reforma Fiscal enmascarada en el Proyecto de Ley es cutre. Es cutre en sus planteamientos. La actual coyuntura española permitía plantear sin reservas una modificación sistémica, amplia y profunda, de la estructura tributaria. Un conjunto de modificaciones que permitiera a nuestra nación transitar por las penosas circunstancias actuales y sentar las bases para su adecuado posicionamiento en el entramado global que hay ahí fuera. Nunca había sido tan necesario como hoy buscar un consenso colectivo sobre la materia. Los Administradores de España, S.A. han vuelto a mostrar una cortedad de miras preocupante.  Una vez más es en sede legislativa donde se puede arreglar, al menos en parte, este desaguisado. Habrá que ver si la oposición tiene la grandeza que al Gobierno le falta. Mientras se llenen la boca con discursos descalificadores y no presenten alternativas adecuadas, arreglados vamos.

La Reforma Fiscal es igualmente cutre en su desarrollo. No es momento de hacer sangre sobre los 400 euros. Ya ha quedado suficientemente probado cómo las ocurrencias de nuestro presidente le cuestan al país 6.000 millones del ala en un año. Se las podía guardar para mejor ocasión la verdad. No es una alteración sino la reparación de un error. Muy costoso eso sí. Dividan por cada minuto de aquél Debate y verán. La subida de las rentas de capital son un guiño a la masa socialista de escasa importancia recaudatoria en un momento en el que lo que se acumulan en muchas empresas y carteras son números rojos y minusvalías. Una prueba más de que los Administradores de España, S.A. entienden la política fiscal como un instrumento pro cíclico, de tal manera que cuando no hay es cuando aprietan y cuando el dinero abunda, consienten. Esclavitudes derivadas de esa dictadura del voto que les da de comer.

Y por último, y con esto acabo, la Reforma es cutre -o tacaña o miserable o sucia, en las distintas acepciones de la RAE sobre la palabra- si vemos quienes son los principales perjudicados por la subida del IVA en España. Un incremento previsto para dentro de un año, cuán largo me lo fiáis. En efecto, es de todos los economistas sabido, salvo de los Administradores de España, S.A., que la propensión marginal al consumo es mayor conforme menor es el nivel de renta del ciudadano. Es una consecuencia directa de su incapacidad de ahorrar y de la necesidad de destinar casi todo su disponible a cubrir los mínimos vitales. Por tanto la subida indiscriminada de cualquier impuesto indirecto les perjudica con más virulencia que a las rentas más elevadas. No cabe aquí la falacia de que no se ha tocado el IVA superreducido. Este tipo grava bienes cuya demanda, precisamente por su imprescindibilidad, es estable y poco elástica a cambios de precios. No hay que ser muy mal pensado para ponerse en la piel de un comerciante que, incapaz por la ausencia de compradores de repercutir el aumento del IVA que afecta al resto de su stock, traslada parte o todo el sacrificio de su margen a los bienes de primera necesidad, ahondando aún más en la presión sobre los consumidores de menos renta. A ver si los grupos de izquierda se enteran.

Es, por tanto, la hora de la oposición. Pocas oportunidades habrá como ésta para que la clase política recupere una parte de la dignidad que, a pasos agigantados, ha ido perdiendo desde la llegada del Régimen Democrático a España. El Debate de los Presupuestos debería concluir con una norma que, uno, se adecuara a la verdadera realidad económica del país; dos, preparara el camino para salir reforzados en el futuro; tres, abordara la necesaria reducción del gasto del conjunto de las administraciones; cuatro, racionalizara y profesionalizara la función pública; cinco, estableciera mecanismos anticíclicos de política fiscal; seis, se centrara en los elementos de cambio –justicia, infraestructuras, educación, innovación-; siete, actuara sobre los tributos de forma global y programática; ocho, fijara techos interiores de déficit fiscal progresivos; nueve, estableciera límites similares de emisión y circulación de deuda pública; y diez, pensara en el votante no como medio sino como fin. Me temo, no obstante, que nos quedaremos con las ganas. Pero por decirlo que no quede. Buena semana a todos.

Estamos perdiendo el foco. Lo más importante acordado el sábado por el Consejo de Ministros es, desde el punto de vista económico, el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2010. Los Administradores de España, S.A. han preparado unas cuentas que se han de someter aún al preceptivo trámite de aprobación por parte de las Cámaras. Un paso previo que convierte las previsiones de ingresos y gastos en provisionales y sujetos, por tanto, a amplias modificaciones en función del interés político de unos y otros para perpetuarse en el poder. E incluso para buscar el interés de los ciudadanos, fíjense ustedes. Esa es la primera consideración preliminar que hay que hacer. Estamos hablando de probabilidades, no de certezas. Está por ver en qué queda finalmente todo esto y cabe incluso la posibilidad de que no quede en nada. La esperanza siempre ha de ser lo último que se pierda.