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Conozca esa loca Cuadrilla que quiere cambiar Europa
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Alberto Artero

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Conozca esa loca Cuadrilla que quiere cambiar Europa

Ninguno de ustedes habrá probablemente oído hablar de una compañía llamada Cuadrilla Resources. Un servidor tampoco hasta hace un par de semanas cuando copó las portadas

Ninguno de ustedes habrá probablemente oído hablar de una compañía llamada Cuadrilla Resources. Un servidor tampoco hasta hace un par de semanas cuando copó las portadas de la prensa local británica a cuenta de su presunto hallazgo en el subsuelo de Reino Unido de un yacimiento de gas pizarra de cinco billones y medio de metros cúbicos. Más allá de las dudas que pueden suscitar tan aventuradas estimaciones tras apenas dos prospecciones, lo cierto es que la noticia está revolucionando el patio energético europeo y amenaza con cambiar el rol jugado hasta ahora por los combustibles fósiles, la nuclear y hasta las energías renovables. Una buena noticia en muchos sentidos que se enfrenta a dudas tanto de carácter operativo como medioambiental.

Quizá la mejor manera de familiarizarse con qué es esto del shale gas o gas pizarra y sus implicaciones sea acudir al documento presentado por la firma británica a su Parlamento el pasado mes de febrero. Más allá de las intrincadas cuestiones técnicas, resulta de especial interés el tercero de sus apartados, el que hace referencia a la similitud entre la composición geológica del Norte de Europa y la de Estados Unidos, donde ya se han descubierto importantes depósitos de esta materia prima. Un potencial sobre plano que se vería refrendado por esos datos preliminares a los que hemos hecho referencia. De ahí a su extensión al conjunto de Europa mediaría solo constatación empírica y, sobre todo, voluntad política.

¿Por qué? Las dificultades del proceso de extracción hacen que la producción sea complicada, el aprovechamiento limitado y el efecto medioambiental pernicioso. Se trata de romper la piedra, con objeto de que se libere y fluya el gas que encierra, a través de la aplicación de un chorro a presión de agua y arena. Tradicionalmente se le achacado un impacto sobre el freático, cuyos acuíferos se verían dañados por los residuos derivados de tales operaciones. Incluso hay quienes atribuyen a esta actividad la génesis de movimientos sísmicos de menos calado, caso de Francia, muy beligerante contra este proyecto. No hay pruebas concluyentes, más bien lo contrario. El riesgo parece estar en línea con el negocio petrolífero tradicional de Exploración y Producción. La falta de series históricas, incluso en los yacimientos americanos más maduros, hacen que las proyecciones sobre su viabilidad y rentabilidad sean, en cierto modo, una quimera.

Da la sensación a priori, sin embargo, que merece la pena. No en vano, aun aplicando un factor de recuperación del 20%, de confirmarse el volumen estimado inicialmente por Cuadrilla, Reino Unido cubriría sus necesidades de aprovisionamiento foráneo de gas de los próximos 40 años. Reforzaría de este modo su independencia energética y limitaría su vulnerabilidad frente a otras fuentes de suministro tradicionalmente más inestables o la emergencia de naciones que aún dependen del gas que otros les venden. No solo eso, la cercanía al entorno industrial abarataría los costes tanto de fabricación –algunos sectores de hecho recuperarían competitividad de forma drástica- como para el bolsillo de los ciudadanos en un entorno de precios de alimentos y carburantes disparados. Aparte de crear empleo directo e indirecto y atraer inversiones.

Los partidarios de su explotación destacan, además, que cualquier perjuicio del entorno se vería compensado por el ahorro en términos de emisiones que supondría frente a otras fuentes de energía como el carbón. Simplemente aumentando el factor de carga de gas de las centrales térmicas del 45% actual a niveles cercanos al 65-70%, Europa se ahorraría de 250 a 300 millones de toneladas anuales de contaminación por esta vía de los 1.000 millones que produce anualmente el Viejo Continente. El impacto sobre la industria minera sería inmediato, pero también sobre el uso de las renovables como vía para cumplir con los objetivos fijados en protocolos internacionales para 2020 (WSJ, Europe´s Shale-Gas Boom, 30/09/2011).

No serían los únicos sectores afectados. La abundancia de materia prima afectaría de manera inmediata al precio –hasta en un 66% a la baja si nos atenemos al caso de Estados Unidos- y los ingresos de los operadores dominantes, a la vez que dejaría obsoletos contratos de aprovisionamiento plurianuales que tienen firmados. Un hecho que se compensaría por la capacidad de mantener márgenes y beneficios que permiten las recientes mejoras técnicas en el proceso extractivo y la posibilidad de entrar en el pool de muchos ciclos combinados apenas rentables y sistemáticamente expulsados por el mecanismo de precios marginales. Además, el sueño que abrazan algunos de un mundo sin energía nuclear se vería más cercano al consolidarse una alternativa de generación continua y razonablemente barata. Demasiado a la vez.

Como ven, palabras mayores que apenas han encontrado su eco entre la prensa generalista española. Y eso que contamos con una compañía que está haciendo algo parecido a los de Cuadrilla en Cantabria y Castilla y León. BNK Petroleum parece haber descubierto vetas de 100 a 200 metros de ancho a profundidades entre 2.500 y 4.500 metros. Siendo como es el coste energético que soportan empresas y consumidores en España de los más elevados de la OCDE, tal y como se encarga de recordarnos Daniel Lacalle en uno de sus múltiples post sobre este particular, prohibir cualquier desarrollo de este tipo de iniciativas sería apretar un poco más el nudo de la soga con la que nuestros políticos parecen querer ahorcar poco a poco a este país. Nos recuerda el autor lo que ha supuesto para Polonia, en términos tanto de ahorro como de venta de licencias de explotación, abrazar esta fuente de energía. Esperemos que cunda por una vez la sensatez en esta casa europea de locos.

Ninguno de ustedes habrá probablemente oído hablar de una compañía llamada Cuadrilla Resources. Un servidor tampoco hasta hace un par de semanas cuando copó las portadas de la prensa local británica a cuenta de su presunto hallazgo en el subsuelo de Reino Unido de un yacimiento de gas pizarra de cinco billones y medio de metros cúbicos. Más allá de las dudas que pueden suscitar tan aventuradas estimaciones tras apenas dos prospecciones, lo cierto es que la noticia está revolucionando el patio energético europeo y amenaza con cambiar el rol jugado hasta ahora por los combustibles fósiles, la nuclear y hasta las energías renovables. Una buena noticia en muchos sentidos que se enfrenta a dudas tanto de carácter operativo como medioambiental.