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Lágrimas de cocodrilo por el rating: nadie metió mano a S&P´s
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Alberto Artero

Valor Añadido

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Lágrimas de cocodrilo por el rating: nadie metió mano a S&P´s

Les voy a confesar una cosa. El dos de junio de 2008, un servidor no tenía ni papa de qué escribir. Cayó en mi mano el impresionante

Les voy a confesar una cosa. El dos de junio de 2008, un servidor no tenía ni papa de qué escribir. Cayó en mi mano el impresionante comentario que, cada día, prepara Javier Cuesta para los clientes del bróker de Credit Suisse. En él se veía claro como la nieve que, tras la caída de Bear Stearns y su adjudicación a J.P. Morgan unos meses antes, el mercado apostaba por el hundimiento de Lehman Bros. Un par de enlaces aquí y allá y algún que otro adorne propio sirvieron para publicar, al día siguiente, un post que titulé ¿Camino del desastre total? A Bear le puede seguir Lehman.

Al final del texto, casi pedía disculpas por tan aventurado pronóstico, “desde la provinciana atalaya de este Valor Añadido puede resultar de una pretenciosidad insultante predecir el colapso del cuarto bróker de los Estados Unidos”, pero los hechos eran tozudos. Me llamó al día siguiente Luis de Guindos, a la sazón presidente de la filial española, hecho un basilisco, refutando que la firma norteamericana pudiera estar en riesgo y afirmando que el tiempo no tardaría en demostrar que McCoy estaba equivocado. Menuda manera de empezar una relación. Servidor se mantuvo erre que erre, pues oponía la objetividad de los datos a la voluntariedad de las apreciaciones del actual Ministro de Economía.

Lehman caería poco más de tres meses más tarde, a comienzos de septiembre de 2008.

¿Por qué les casco este rollo? Quienes conocen de siempre Valor Añadido saben que el autobombo está prohibido por definición en sus líneas. Esta columna busca más proponer temas para el debate que pontificar, siempre tomando como punto de partida impresiones personales. Si hoy he comenzado como lo he hecho es porque tal anécdota pone de manifiesto cómo lo que era evidente para el común de los mortales, pasaba desapercibido para las agencias de rating, incluida una Standard & Poors que, al tiempo de aquella entrada, acababa de bajar el rating a Lehman a A desde A+ y mantenía elevada, por tanto, la fortaleza financiera de la entidad. Toma ya.

En el origen de la crisis fallaron los políticos, incapaces de tomar medidas contracíclicas en el momento del boom; los bancos centrales, al olvidar su carácter preventivo y no reactivo; los supervisores bancarios con su apuesta suicida por la desregulación; los directivos de bancos y cajas por su ambición y falta de visión de ciclo; imprudentes ciudadanos que no dudaron en entramparse al calor del crédito barato; y, también, y las dejo a posta para el final, las mencionadas empresas de calificación.

Quedó entonces demostrada su flagrante incompetencia, que le llevaba a otorgar la máxima nota a montones de basura; su falta de medios humanos y técnicos para hacer frente a la avalancha de emisiones y emisores que debían puntuar; su proverbial retardo a la hora de valorar los fenómenos que afectaban a la solvencia y liquidez de los calificados, amplificando su eco en el peor de los momentos posible; la paradoja que suponía que sus honorarios los pagaran no los mercados de cotización o los inversores sino los propios, e interesados, sojuzgados; o el poder excesivo que acumulaban, dado el carácter de oligopolio de una industria con poco más de tres actores principales.

Hubo un momento, de ilusión también se vive, en el que pareció que se impondría una suerte de lucidez colectiva. Alguien tuvo el sueño de que era hora de minimizar su decisiva influencia, pues no en vano su criterio en forma de A, B o C resultaba determinante para que un activo fuera elegible por buena parte de las principales carteras de inversión del mundo mundial, y aumentar su fiabilidad, si de proteger a los compradores de esos títulos se trataba.

Se habló de mayores exigencias en términos de recursos y responsabilidades, de abrir el sector a la competencia, de reconvertirlo en una suerte de agencias semipúblicas, de reemplazarlas por el criterio de un pool de brokers independientes, de cambiar su sistema de remuneración. Poco se hizo. Los que echan pestes sobre las recientes decisiones de las agencias de calificación son los mismos que, agobiados por otras prioridades, se negaron a abordar cuando era momento su imprescindible reforma, quizás de las más fáciles de ejecutar en el mundo financiero.  No en vano, su poder es delgado, fruto de una convención, y, por ende, susceptible de ser cercenado o retirado. Pasaron.

El resultado es que, cuatro años más tarde, nos encontramos en esta materia como al principio de los tiempos de esta crisis. Los tres grandes, Moody´s, S&P’s y Fitch siguen siendo una suerte de semidioses cuya decisión determina el futuro ya no de una compañía o entidad bancaria sino de todo un país. Pulgar arriba, pulgar abajo; vida, muerte financieramente hablando.

Revestidos de un dudoso aura de objetividad (VA, Sorpresas y Sospechas: Conozca cómo se califica la deuda de España, 06-07-2011) se ha olvidado demasiado pronto sus errores pasados, que tanto dinero hicieron perder a millones de inversores, y se disculpa, de forma interesada por parte de los afectados, que sigan yendo muy por detrás de los acontecimientos con el consiguiente perjuicio para los propietarios de los valores sometidos a su juicio. Sirvan como ejemplos nuestros bancos o regiones. Ahora despiertan a su quebrada realidad. Just in time.

Voz que clama en el desierto, algún pequeño independiente les ha puesto en evidencia. Con base en el puro sentido común y cuatro datos micro y micro, fueron capaces de predecir el colapso de 2008 y llevan meses cantando las verdades del barquero (VA, Egan: la firma que bajó el rating a USA y cree que Alemania es bono basura, 28-07-2011). Vaya, otro modelo es, por tanto, posible. Pero, ¿interesa?

Claro que no. Se trata, no se equivoquen, de que la rueda siga girando. Y para ello es fundamental mantener el statu quo. La verdad es, desde el principio de la actual coyuntura, inasumible por los estados, banca y muchas corporaciones privadas. No se pueden permitir que figure negro sobre blanco en un papel. Interesan firmas de calificación que certifiquen a toro pasado, no que adviertan anticipadamente y hagan peligrar sus posibilidades de financiación. Y a esperar que escampe, si escampa. Buena parte de las lágrimas que llenan estos días los ojos de nuestros gobernantes son de cocodrilo. A su falta de acción sobre esta cuestión me remito.

Buena semana a todos.

Les voy a confesar una cosa. El dos de junio de 2008, un servidor no tenía ni papa de qué escribir. Cayó en mi mano el impresionante comentario que, cada día, prepara Javier Cuesta para los clientes del bróker de Credit Suisse. En él se veía claro como la nieve que, tras la caída de Bear Stearns y su adjudicación a J.P. Morgan unos meses antes, el mercado apostaba por el hundimiento de Lehman Bros. Un par de enlaces aquí y allá y algún que otro adorne propio sirvieron para publicar, al día siguiente, un post que titulé ¿Camino del desastre total? A Bear le puede seguir Lehman.