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¿Por qué el empleo no va a volver? La economía del iPhone
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Alberto Artero

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¿Por qué el empleo no va a volver? La economía del iPhone

Ha causado enorme revuelo en Estados Unidos el artículo publicado en el New York Times el pasado sábado sobre cómo compañías del perfil de Apple están

Ha causado enorme revuelo en Estados Unidos el artículo publicado en el New York Times el pasado sábado sobre cómo compañías del perfil de Apple están detrás del aumento del paro estructural en Estados Unidos. Una reflexión que sería de aplicación, de hecho, para todas las economías desarrolladas. Como le espetó Steve Jobs a Barack Obama, hay un determinado perfil de empleo, de poco valor añadido y alta rutina mecánica, que en dichas naciones no va a volver. La globalización de los procesos productivos y la virtualización de tareas son las culpables, en distinto grado, de que así sea. No es solo cuestión del menor coste laboral, que también, sino de la falta de flexibilidad y diligencia que provocan la abundancia de normas y la lentitud de procedimientos. Un post que vuelve a recoger, de manera indirecta eso sí, el concepto de “smiling curve” al que ya hemos hecho referencia alguna que otra vez en Valor Añadido. Sobre él volveremos a lo largo de esta pieza.

El texto pone un ejemplo clarificador. Era el momento del lanzamiento del iPhone y el finado primer ejecutivo de la compañía de la manzana se sacó ante un grupúsculo de sus más fieles colaboradores las llaves del bolsillo y, junto a ellas, el prototipo del dispositivo que llevaba desde hacía unas semanas consigo. Mostró la pantalla completamente arañada por efecto del roce y exigió a su equipo una solución en seis semanas. Suponía un cambio completo de proveedor y línea de montaje sin apenas tiempo para reaccionar, pues ya  había anticipado al mercado su salida. Solo los chinos fueron capaces, en tan perentorio periodo de tiempo, de conseguirle las muestras, poner a su disposición los ingenieros necesarios y tener las instalaciones preparadas en dicho plazo. Supuso la guinda para un proceso de internacionalización de la compañía que la ha convertido en una de las más rentables del planeta, con beneficios de 400.000 dólares por cada uno de sus 43.000 empleados locales y 20.000 expatriados. La firma da trabajo indirectamente a otras 700.000 personas en todo el planeta.

Surgen al calor del texto tres reflexiones interesantes:

Una, la muerte del romanticismo empresarial, del “sentido de estado” corporativo implícito en la renuncia a producir y crear puestos de trabajo en los países de origen. La experiencia indica que se trata, en la mayoría de los casos, de un ejercicio de supervivencia, de una decisión forzada por la nueva realidad. Son muchos los empresarios que, por tratar de salvaguardar tales valores, se han ido a pique bajo el peso de una legislación penalizadora, una rigidez contractual y una presión sindical absurda. Buena parte de los que aún subsisten tratan de salvar los muebles, precisamente, deslocalizando su producción. Hay ejemplos para dar y tomar. Cualquier reforma laboral que se haga sin tener en cuenta el nuevo escenario mundial será incapaz de crear empleo de manera consistente en el tiempo.

Dos, al calor de lo anterior sería conveniente que asumiéramos cuanto antes nuestra incapacidad para competir globalmente en aquellos segmentos industriales de poco valor añadido y centráramos nuestros esfuerzos como nación en los dos extremos de la “sonrisa de la producción”, esto es: el I+D+i, por una parte, y servicio post venta, con valores asociados a la marca, por otra. Es, en definitiva, el éxito inicial de la nueva Apple: su capacidad para reinventar el teléfono a través de un software novedoso y un diseño rupturista y la creación de la Applemanía que lleva a quienes tienen un dispositivo de la firma a identificarse en un extraño sentido de la pertenencia. Los Ortegas y Roigs son la excepción y su éxito es fruto también de procesos de innovación en negocios maduros. De ahí que resulte tan paradójico el recorte al que hicimos referencia en nuestra entrada de ayer.

Tres, la destrucción de empleo no cualificado nunca va a ser total ya que hay determinadas industrias estructuralmente demandantes del mismo, caso de la construcción o el turismo. Se trata de adaptar su dimensión a las necesidades reales de la economía. Sin embargo, si se quiere dar salida a esa masa ingente de licenciados universitarios, interesa potenciar este tipo de conglomerados que son capaces de generar oportunidades de forma directa (búsqueda de talento, desarrollo de aplicaciones, servicios legales) como indirecta (servicios logísticos, comercialización). El proceso de círculos concéntricos que puede propiciar determinadas iniciativas, siempre que cuenten con un margo legal asumible que las fomenten, puede dar la vuelta a este país. Ya saben, quien no aspira a la excelencia termina enterrado por su mediocridad. Pues eso.

Ha causado enorme revuelo en Estados Unidos el artículo publicado en el New York Times el pasado sábado sobre cómo compañías del perfil de Apple están detrás del aumento del paro estructural en Estados Unidos. Una reflexión que sería de aplicación, de hecho, para todas las economías desarrolladas. Como le espetó Steve Jobs a Barack Obama, hay un determinado perfil de empleo, de poco valor añadido y alta rutina mecánica, que en dichas naciones no va a volver. La globalización de los procesos productivos y la virtualización de tareas son las culpables, en distinto grado, de que así sea. No es solo cuestión del menor coste laboral, que también, sino de la falta de flexibilidad y diligencia que provocan la abundancia de normas y la lentitud de procedimientos. Un post que vuelve a recoger, de manera indirecta eso sí, el concepto de “smiling curve” al que ya hemos hecho referencia alguna que otra vez en Valor Añadido. Sobre él volveremos a lo largo de esta pieza.