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Entérense, el peligroso IV Reich alemán es ya una realidad
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Alberto Artero

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Entérense, el peligroso IV Reich alemán es ya una realidad

Me comentaba hace unos meses el ex presidente de un banco de inversión su última lectura. Era un libro llamado Posguerra, una historia de Europa desde

Me comentaba hace unos meses el ex presidente de un banco de inversión su última lectura. Era un libro llamado Posguerra, una historia de Europa desde 1945, del historiador británico Tony Judt. En él, me contaba, el autor defendía la tesis de que Alemania había abandonado cualquier afán imperialista y había decidido centrarse en lo suyo. Cada vez que el país había intentado una aventura expansionista pagaba las consecuencias durante años, si no décadas. Se habría instalado en el subconsciente colectivo de sus ciudadanos la idea de que “ande yo caliente, ríase la gente y el que quiera que me siga”. Esa idea sería, la que al fin y al cabo, permitiría entender, primero, el milagro económico alemán, cimentado sobre la base del orgullo y la necesidad, y, en segundo término, el papel jugado por el país en el proceso de construcción europea, en donde importa más la salvaguarda de su modelo que una armonización sincrética.

Sin embargo, conforme pasan los meses da la sensación de que Alemania va camino del IV Reich (no tomen el nombre como peyorativo, por favor) aun sin quererlo, a través del ejercicio de un dominio financiero de mucho más valor económico que la conquista física de los territorios. Y para ello está usando una política de tierra quemada y corte de las líneas de aprovisionamiento similares a las que obligó a su retirada en la campaña rusa hace casi setenta años. Si en aquel momento supuso el inicio de su derrota frente a Rusia y los aliados, ahora ocurre justamente lo contrario: puede consolidar su dominio continental durante varias generaciones.

En efecto. Por una parte, las medidas de austeridad impuestas a la periferia, aun necesarias, se enfrentan a unos calendarios imposibles que obligan a desmantelar, en periodos récord de tiempo, vicios instalados durante años. Es tal la premura que, su simultaneidad con iniciativas pro crecimiento o que faculten la implantación pausada y racional de reformas estructurales, deviene imposible. El territorio afectado queda arrasado. Grecia es vivo, ¿vivo?, ejemplo de ello.

Mientras, la presión simultánea sobre los sistemas financieros de estas naciones -por más que la propia banca regional alemana se encuentre más que quebrada-, les ha forzado a centrarse en procesos de recapitalización y saneamiento de balance que cercenan cualquier posibilidad de que el crédito fluya de manera natural a la sociedad (VA, Ya es oficial, Alemania pone la proa bancaria mirando a España, 27-06-2011). No hay financiación local pero tampoco foránea toda vez que los estados más dudosos son excluidos de manera taxativa de cualquier planificación crediticia de un banco interancional. La imposibilidad de compensar con recursos ajenos procedentes del exterior la sequía prestamista interna, lo que afecta al consumo y la actividad, -neoproteccionismo en la Europa Unida- cierra el círculo vicioso. Quedan cortadas las vías de suministro.

En la medida en que esta situación persiste en el tiempo se refuerza el liderazgo alemán y, en tanto que este crece y se multiplica, Alemania se convierte en destino preferido tanto del talento, factor humano, como del capital. Prueba de ello son dos noticias que hemos conocido recientemente. Una de hace una semana: la locomotora europea gana cuota de mercado aprovechando la debilidad de sus competidores; economía real. La segunda de ayer mismo: según el Instituto IFO alemán, nunca antes había sido tan fácil para las empresas industriales y de servicios alemanas financiarse bancariamente, algo a lo que ayuda la condición de refugio de su deuda y la seguridad que los prestatarios ofrecen a los financiadores; economía financiera.

Se habla mucho estos días, a nivel microeconómico, de la desaparición de la clase media y de la apertura de una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres. Sin embargo a nivel macro está ocurriendo algo extraordinariamente parecido entre norte y sur de Europa que, de seguir en la misma dirección y con las mismas políticas que hasta ahora, va camino de agudizarse en el tiempo. Será ese “imperialismo de rebote” alemán, de acuerdo con la tesis de Judt, liderado por cierto por dos figuras políticas –presidente y canciller- por primera vez originarios ambos de la parte oriental, el que, de no corregirse a tiempo, socavará los cimientos de la frágil construcción comunitaria. Es verdad que Alemania se encuentra legitimada a exigir, como paganini de la borrachera colectiva que ha sido. Sin embargo, ir un paso más allá, hasta llegar a la imposición irracional, es lo que puede generar un mal mayor que el bien que se pretende defender y concluir en la revuelta contra el Imperio. Veremos.

Mundo apasionante este que nos ha tocado vivir…

Me comentaba hace unos meses el ex presidente de un banco de inversión su última lectura. Era un libro llamado Posguerra, una historia de Europa desde 1945, del historiador británico Tony Judt. En él, me contaba, el autor defendía la tesis de que Alemania había abandonado cualquier afán imperialista y había decidido centrarse en lo suyo. Cada vez que el país había intentado una aventura expansionista pagaba las consecuencias durante años, si no décadas. Se habría instalado en el subconsciente colectivo de sus ciudadanos la idea de que “ande yo caliente, ríase la gente y el que quiera que me siga”. Esa idea sería, la que al fin y al cabo, permitiría entender, primero, el milagro económico alemán, cimentado sobre la base del orgullo y la necesidad, y, en segundo término, el papel jugado por el país en el proceso de construcción europea, en donde importa más la salvaguarda de su modelo que una armonización sincrética.