Es noticia
España, un estado en descomposición
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

España, un estado en descomposición

“La vorágine de lo urgente que ha impuesto la mal llamada Sociedad de la Información ha relegado lo importante al trastero del subconsciente colectivo. Prima el

“La vorágine de lo urgente que ha impuesto la mal llamada Sociedad de la Información ha relegado lo importante al trastero del subconsciente colectivo. Prima el hecho sobre la tendencia, el acto sobre la causa. Es tal el bombardeo de noticias que apenas queda tiempo para poder reflexionar sobre ellas, sobre las claves que encierran. Es lo que ocurre con ese problema llamado España. Pocos parecen darse cuenta que el curso 2010-2011 puede ser la última gran oportunidad para enderezar el dudoso rumbo por el que ha decidido transitar nuestro país. Para evitar su italianización en la política y su argentinización en la economía y la sociedad. Aún hay posibilidad de hacerlo, pero el tiempo se agota. Es ahora o… nunca”.

De este modo tan dramático arrancaba el 30 de agosto de 2010 Valor Añadido. Con un llamamiento desesperado a cambiar buena parte de los defectos acumulados durante un proceso de transición a la democracia que creímos modélico y empezaba a hacer peligrosamente aguas en las postrimerías del zapaterismo.

En concreto, advertíamos de dos riesgos fundamentales:

1.     El peligroso alejamiento entre ciudadano y representante: “Cada vez son más las voces que reniegan de la democracia incluso como el menos malo de los sistemas de gobierno posibles. No era esto, no era esto. La casta política es contemplada con desprecio y su legitimidad para los cargos cuestionada (…) La ruptura de la inercia actual no es fácil pero resulta imprescindible si no queremos quebrar definitivamente el débil hilo que aún une a electores y elegidos (…) Es la hora de hacer valer el voto, sabiendo que es una gota en el océano pero que el océano no sería el mismo sin esa gota.”

2.     La ausencia de liderazgo: “Cuando se hace un recorrido por aquellas frases célebres que configuran el carácter de gobernantes que han dejado huella, se puede observar fácilmente que la mayoría de ellas han sido pronunciadas en estados de dificultad, en momentos donde era necesario que alguien tomara las riendas y tirara del carro. Normalmente iban ligadas a sacrificios que, adecuadamente adoptados, permitirían a las sociedades por ellos dirigidas sentar mejores bases para su futuro. En definitiva, se trataba de estrategas imbuidos del sentido histórico del cargo que desempeñaban, sabedores como eran de que trascendía con creces su persona y se incardinaba en el destino de su pueblo”.

En aquel post, McCoy terminaba reclamando elecciones anticipadas en la certeza de que un nuevo gobierno, refrendado por las urnas con una mayoría suficiente, sería capaz de asumir un compromiso de regeneración presente y futura del modelo que se hacía más perentorio que nunca. No en vano, concluíamos, “el momento es crítico. Mucho más que, de lo inmediato, pudiera parecer. Hora de actuar”.

Cualquiera que hubiera escuchado mínimamente la calle esos días habría comprendido de manera casi inmediata que el meridiano mandato que el pueblo daba a Mariano Rajoy era ése. Y si podían caber dudas sobre su capacidad de liderar el país en un momento tan convulso de su historia, sí que se le presuponía la preparación intelectual y la capacidad para rodearse de buenos activos que pergeñaran el cambio que la sociedad estaba demandando. De ahí que el pueblo confiara en él.

Su traición ha sido mayúscula.

No solo no ha logrado corregir la deslegitimación del poder legislativo sino que la ha alimentado abusando de su dominio parlamentario. La Cámara no existe, es el ejecutivo el que mediante el uso fraudulento del Real Decreto escapa al control popular y se atrinchera en sus posturas. Y lo hace en un momento en que cada una de las decisiones que toma afecta, y de qué manera, al bolsillo ciudadano mientras las estructuras de poder se mantienen cuasi incólumes. El dinero huye porque el barco se hunde. Y mientras, en lugar de aligerar el peso, se cortan las manos de aquellos, particulares y empresas, que pueden achicar el agua, frititos a impuestos y tasas. El gasto es poder, el recorte condena. No es de extrañar que la fase final del desapego democrático se empiece a manifestar en toda su crudeza, sea en su vertiente de rebeldía callejera o de esa fragmentación del voto a la griega que seguro veremos.

Tampoco ha asumido Mariano Rajoy el rol que le reservaba el momento actual de España. De los lodos de su indolencia, de su falta de visión de estado, de su incapacidad para decidir en beneficio de todos nacen los barros que amenazan con fragmentar la nación. Incapaz de anticipar los problemas, estos se le han terminado echando encima añadiendo sal a las múltiples heridas que el país tiene abiertas. Ahora es Catalunya –¡después de haber sostenido los presupuestos del gobierno de CiU con su abstención en el Parlamento regional!- si no llega antes el País Vasco. Nos hemos convertido en una nación invertebrada por renuncia del titular.

Vivimos en un estado en descomposición, sin fe en su democracia parlamentaria y con dudas sobre la unidad que consagra el artículo 2 de la Constitución y sobre la validez en todo el territorio español del principio de legalidad. Se equivoca, por tanto, el gallego si sigue pensando que el problema principal del país es financiero. O solo financiero. Nada más lejos de la realidad. Es de mucho más calado. Y su solución exige visión, determinación y acción, sentido de trascendencia histórica y del papel que está llamado a ejercer. Remodelación del sistema de representación y construcción de un proyecto colectivo que sume y no reste, que una y no divida. Con tres años de gestión por delante, aún no está todo perdido. Solo queda saber si está dispuesto a inmolarse o no. Pues va a ser que…

“La vorágine de lo urgente que ha impuesto la mal llamada Sociedad de la Información ha relegado lo importante al trastero del subconsciente colectivo. Prima el hecho sobre la tendencia, el acto sobre la causa. Es tal el bombardeo de noticias que apenas queda tiempo para poder reflexionar sobre ellas, sobre las claves que encierran. Es lo que ocurre con ese problema llamado España. Pocos parecen darse cuenta que el curso 2010-2011 puede ser la última gran oportunidad para enderezar el dudoso rumbo por el que ha decidido transitar nuestro país. Para evitar su italianización en la política y su argentinización en la economía y la sociedad. Aún hay posibilidad de hacerlo, pero el tiempo se agota. Es ahora o… nunca”.