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La solución a los problemas de España está… ¡en Canadá!
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Alberto Artero

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La solución a los problemas de España está… ¡en Canadá!

Discute Carlos Sánchez en su columna de El Confidencial de ayer la idoneidad de que España pida el rescate. Más bien se muestra abiertamente en contra

Discute Carlos Sánchez en su columna de El Confidencial de ayer la idoneidad de que España pida el rescate. Más bien se muestra abiertamente en contra de tal posibilidad y lo hace con argumentos basados en el carácter destructivo que, sobre nuestro tejido industrial y estado del bienestar, tendría la intervención de un tercero (EC, Por qué España no debe pedir el rescate, 07-10-2012). Ya saben que mi opinión personal se encuentra en las Antípodas de tal posición, toda vez que creo que España necesita una aproximación objetiva –y sí, seguramente destructiva- a su problema de sostenibilidad, que la clase política actual está incapacitada para abordarla con convicción y visión de futuro y que ni siquiera me sirve el recurso a la defensa de la democracia cuando el Ejecutivo lleva las dos últimas legislaturas ninguneando al Parlamento a golpe de Real Decreto. Si el final va a ser el mismo, que lo va a ser, al menos que alguien nos ofrezca una hoja de ruta a la que aferrarnos, ésa que nuestros dirigentes se niegan a revelar (V.A., Diez razones por las que, de ser Rajoy, pediría ya el rescate, 11-09-2012). Donde hay discrepancia de criterio, hay mercado, ya saben.

Sin embargo, puede que mi idolatrado Carlos, maestro y amigo, tenga razón. Miren ustedes. Uno de los artículos más relevantes que se han publicado en las últimas semanas sobre la viabilidad financiera de algunas economías desarrolladas –estallido de la crisis y solución posterior- lo ha publicado Maria Anastasia O’Grady en el Wall Street Journal y hace referencia a Canadá (WSJ, How Canada Saved its Bacon, 26-09-2012). Un país que ahora es considerado como refugio, tal y como refleja su moneda. Que cuenta con una exposición razonable al ciclo de comercio internacional y de materias primas y con una banca aparentemente -este adverbio es fundamental a la hora de referirse a los estados financieros de cualquier sistema bancario, visto lo visto- saneada. Pero que hace apenas veinte años se encontraba en una situación crítica, financieramente hablando. Exceso de peso del gasto público y deuda sobre el PIB, carga presupuestaria brutal de su coste de financiación –en febrero del 95 sus letras rozaron el 8% de interés nominal-, regiones quebradas y empobrecimiento ciudadano general. Vamos, la 'espiral mortal' de la que habla The Economist en su edición de esta semana en relación a España (The Economist, Mysterious Mariano, 06-10-2012). Y es que el recuerdo a nuestra coyuntura es inevitable, más aún cuando se pone encima de la mesa la cuestión independentista, en este caso centrada en la provincia de Quebec.

¿Cómo se pudo materializar un cambio de rumbo que se antojaba imposible? A través de una estrategia centrada en dos etapas claramente diferenciadas en la certeza de que, querido Carlos, “cualquier retraso solo asegura que el ajuste final sea más doloroso”, palabrita de Paul Martin, ministro del gobierno de Jean Chrétien artífice de la transformación y Primer Ministro entre 2003 y 2006. En una primera fase, primó la austeridad entendida en su doble vertiente de gastar menos y gastar mejor. Se redujo el presupuesto federal de gasto un 10% ex intereses y se estableció un severo mecanismo de control sobre las regiones, algo parecido a lo que pretende hacer el gobierno del PP con la Línea de Financiación Autonómica. Todo fue puesto en tela de juicio, hasta los elementos más sacrosantos del Estado del Bienestar ya que se consideró como un ejercicio de supervivencia en el que debía primar, si quería ser definitivo, “la aritmética sobre la ideología”. Se aplicó de forma decidida ese lápiz rojo que defendía Daniel Lacalle en su penúltimo post en Cotizalia (Cotizalia, Necesitamos el lápiz rojo, ya, 29-09-2012). Solo en Saskatchewan cerraron 52 hospitales y cientos de colegios en un año. Adiós a las medias tintas y a los paños calientes. Conveniencia  vs. complacencia, ¿se enteran? Un proceso doloroso que fue acompañado de la necesaria evangelización ciudadana para hacer entender la necesidad y urgencia de las medidas. Otro déficit palmario del gobierno popular.

El resultado fue una renovación de la confianza del electorado en el gobierno cuatro años más tarde, momento en el que las autoridades decidieron actuar sobre los impuestos, olvidados en el estadio inicial. Y lo hicieron agresivamente a la baja. Tome nota quien corresponda. Se produjo la mayor rebaja fiscal en la historia de Canadá que afectó tanto a las personas físicas como a las corporaciones. De forma paralela se abordó una reforma bancaria centrada en tres ejes: limitación a la capacidad de apalancarse, a la posibilidad de titulizar el balance y a la comercialización de determinados productos. Como señalamos en su día, perseguía “mantener el negocio bancario dentro de los estándares de balance y cuenta de resultados que impiden que de su actividad se derive un riesgo sistémico para el conjunto de los agentes económicos” (V.A., Olvídense del modelo sueco; el futuro de la banca pasa por Canadá, 02-02-2010). El paradójico fruto -a los ojos del mediocre y tacticista político español, claro está- del programa canadiense fue que la nación norteamericana conquistó, con sacrificio incalculable primero e impulso tributario después, un futuro sostenible mientras que sus gestores públicos veían premiada su sinceridad y determinación con una mayoría reforzada de gobierno. Vaya.

¿Cómo lo ven? Mientras hay vida, hay esperanza. A estas alturas de la Historia, todo está escrito. Basta mirar fuera y aprender. Es verdad que, aun no citadas en el texto, las políticas monetarias y de tipo de cambio debieron jugar un papel relevante en la recuperación. Sin duda. Pero de forma complementaria, y no exclusiva como tablas de salvación, a una idea de estado que alineó a los actores públicos y privados de Canadá en torno a un proyecto colectivo de mañana. Con determinación y sacrificio, pero también con una esperanza e ilusión común. “The longer you wait, the worse it gets”, concluye la pieza, cita literal de la gobernadora de la región antes citada que de eso parece que sabe. Pues eso Mariano & Co., dejad de torear con la punta de la muleta, échadle valor de una vez por todas y a la piel de toro que os está esperando, ya sí, entregada de todo el castigo que ya ha recibido en lo que va de faena.

Buena y corta semana a todos.

Discute Carlos Sánchez en su columna de El Confidencial de ayer la idoneidad de que España pida el rescate. Más bien se muestra abiertamente en contra de tal posibilidad y lo hace con argumentos basados en el carácter destructivo que, sobre nuestro tejido industrial y estado del bienestar, tendría la intervención de un tercero (EC, Por qué España no debe pedir el rescate, 07-10-2012). Ya saben que mi opinión personal se encuentra en las Antípodas de tal posición, toda vez que creo que España necesita una aproximación objetiva –y sí, seguramente destructiva- a su problema de sostenibilidad, que la clase política actual está incapacitada para abordarla con convicción y visión de futuro y que ni siquiera me sirve el recurso a la defensa de la democracia cuando el Ejecutivo lleva las dos últimas legislaturas ninguneando al Parlamento a golpe de Real Decreto. Si el final va a ser el mismo, que lo va a ser, al menos que alguien nos ofrezca una hoja de ruta a la que aferrarnos, ésa que nuestros dirigentes se niegan a revelar (V.A., Diez razones por las que, de ser Rajoy, pediría ya el rescate, 11-09-2012). Donde hay discrepancia de criterio, hay mercado, ya saben.