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El sueño de Goirigolzarri y los tres caminos de Bankia
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Alberto Artero

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El sueño de Goirigolzarri y los tres caminos de Bankia

Había expectación esta semana por ver a José Ignacio Goirigolzarri en el desayuno organizado en el Hotel Wellington de la calle Velázquez de Madrid por el

Había expectación esta semana por ver a José Ignacio Goirigolzarri en el desayuno organizado en el Hotel Wellington de la calle Velázquez de Madrid por el Club Empresarial de ICADE. Lleno hasta la bandera y un montón de rostros ilustres entre los asistentes. El presidente de Bankia hizo un recorrido por la realidad macro actual y por el futuro de la entidad que gobierna, en un discurso oficialista que quedó muy lejos de la enjundia de esos ‘apartes’ que sí merecieron la pena.

Así, inquirido sobre su vuelta a la industria, comentó que el día en que fue convocado para ocupar su actual cargo, lo primero que hizo fue llamar a su mujer y recordarle un paseo por la playa canaria del Inglés en el puente de diciembre de 2011. Fue allí cuando, cuestionándose en voz alta cómo podía hacer un mejor servicio a la sociedad, su señora le dijo que su papel estaba en el sector financiero pero... "no se te ocurrirá volver, ¿no?" Pues va a ser que sí, le vino a decir Goiri a su propia seis meses más tarde, aún desconocedor de la verdadera dimensión del lío en que se metía. "Eso sí, prométeme que no serán más de tres años", le pidió esta. Silencio sepulcral.

Participó, a quienes le preguntaban por su estado de ánimo, de una cierta desazón. Para alguien acostumbrado a gobernar los destinos de una gran firma financiera, lidiar con una cuenta de resultados y el balance de un banco, por problemático que pudiera parecer, no es un handicap insalvable. Sí lo es, por el contrario, la dinámica de círculos concéntricos de decisión que limita la capacidad de acción del equipo directivo conforme se van alejando del centro y dilata innecesariamente la ejecución de las medidas a adoptar.

Goiri cree que en su mano está el mejorar los beneficios del grupo a fin de conseguir los 800 millones anuales que se ha puesto como objetivo, bien a través de la reducción de costes (con el cierre de hasta 1.000 oficinas, ya han empezado por las primeras 40), bien a través de la mejora de los ingresos (sólo el 30% de los clientes con su nómina domiciliada o con una hipoteca contratada tienen una tarjeta de crédito o un seguro con la entidad, respectivamente). También cumplir con el compromiso de liberar 5.500 millones de capital a tres años, mediante la oportuna reducción de los activos ponderados por riesgo (ahora que empieza a haber un especial interés por las carteras de deuda de Bankia, tras el traspaso de bienes y créditos inmobiliarios al banco malo).

Sin embargo, su frustración se multiplica en la medida en que los ámbitos decisorios pasan a terceros como el FROB o la troika, lo que afecta a cuestiones tan relevantes como la ampliación de capital pendiente o a qué va a ocurrir con su deuda preferente, como interfirió en su día también en la recepción de los fondos necesarios para acometer su restructuración (hasta el punto de que el pasado verano, con apenas 2.000 millones de liquidez, recurrir al ELA se convirtió en una posibilidad cierta). Unas dilaciones que tienen incidencia sustancial en la percepción de una parte importante de sus stakeholders. O incluso al terreno judicial, caso de esa convocatoria en la Audiencia el día 21 que ve más como una suerte de vendetta de la que no quiere participar que como un servicio a la sociedad.

Fuera de esas distracciones, su discurso es firme y de él se desprende que hay tres caminos posibles para la Bankia del mañana.

El primero, como ya ha ido el Ministerio de Economía filtrando a la prensa en los últimos días, pasa por la conversión de Bankia en el furgón escoba de la restructuración bancaria en España, depositario de todas aquellas instituciones sobre las que no haya un interés de terceros a un coste razonable –a buenas horas, cabría decir-. Sería el caso de Catalunya Caixa. Algo que hace seis meses habría espantado a un Goirigolzarri que en la actualidad contempla esta posibilidad, más como una oportunidad de ganar masa crítica adicional y mejorar la eficiencia que como un lastre adicional. No hay que olvidar qué es lo que está pasando en los procesos de integración recientemente anunciados en términos de permanencia de personal y sucursales (véase BBVA-Unimm o Caixa-Banco de Valencia). Tabla rasa sin miramientos.

La segunda es la preferida por parte de los nuevos gestores de la firma, fusión de otras siete, ya que supondría ratificar que el trabajo realizado ha dado sus frutos y que existe valor en su franquicia. Estamos hablando, evidentemente, de la entrada de terceros en su capital, de la anticipación del objetivo último de todo este proceso: su privatización total o parcial. De hecho, el interés no ha desaparecido con el paso del tiempo, si bien la firma ha decidido externalizar la canalización de cualquier propuesta en KPMG con el fin de centrarse en la gestión operativa del banco. Esta misma semana, varios potenciales inversores que venían de la mano de Goldman Sachs se entrevistaban con algunos de los principales ejecutivos de la entidad.

Queda por último la opción del saneamiento más fusión posterior, opción en la que solo parece haber un posible compañero de baile: la Caixa de Isidre Fainé, al que, según dicen las malas lenguas, fue el propio Goiri cuando estaba fuera de la industria quien le recomendó encarecidamente que no se lanzara a una operación que se podía llevar por delante la caja con sede en Barcelona y a él detrás. Una solución que pasa más por las necesidades de la catalana, tanto en términos de evolución de su realidad política, como de su dinámica operativa (afectada por la baja rentabilidad y el sobredimensionamiento) que por la voluntad de la propia Bankia de acometer una operación que, a corto y casi medio plazo, se antoja ingobernable.

Si se dan cuenta, todas las posibilidades pasan por una premisa fundamental y obviada por evidente en los tres planteamientos: que Bankia vuelva a la senda de la rentabilidad. Esa es la confianza, el cumplimiento del deseo que le movió a primera plana de la actualidad, que traslada Goiri a quien quiere escucharle, una vez resueltos sus problemas internos tanto de solvencia –gracias a la fuerte inyección de fondos del Estado- como de liquidez –con el colchón que dan la financiación cuasi regalada del BCE-. Mirar para atrás, sobre lo mal o lo peor que se han hecho las cosas, no tiene demasiado sentido. Lo mejor que puede ocurrir a partir de ahora es que los sueños del presidente de la entidad se cumplan. Por el bien de todos.

Que pasen buena semana.

Había expectación esta semana por ver a José Ignacio Goirigolzarri en el desayuno organizado en el Hotel Wellington de la calle Velázquez de Madrid por el Club Empresarial de ICADE. Lleno hasta la bandera y un montón de rostros ilustres entre los asistentes. El presidente de Bankia hizo un recorrido por la realidad macro actual y por el futuro de la entidad que gobierna, en un discurso oficialista que quedó muy lejos de la enjundia de esos ‘apartes’ que sí merecieron la pena.