Es noticia
Sorpresón: España es el país más saneado de la OCDE
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

Sorpresón: España es el país más saneado de la OCDE

Alertaba ayer Carlos Sánchez sobre cómo la deuda de los países ricos está a su mayor nivel desde 1945, año en que finalizó la Segunda Guerra

Alertaba ayer Carlos Sánchez sobre cómo la deuda de los países ricos está a su mayor nivel desde 1945, año en que finalizó la Segunda Guerra Mundial. La perspectiva histórica es importante, toda vez que el desmadre actual se ha producido sin contienda bélica que la justifique y, lo que es aún peor, sin una perspectiva de reconstrucción y desarrollo posterior que propicie niveles de crecimiento económico suficientes como para facilitar su repago. Un hecho que refuerza la excepcionalidad de la actual coyuntura y que nos mete en una suerte de agujero negro del que no hay referencias sobre cómo salir. Las matemáticas no engañan y, los que somos acusados de agoreros, tenemos el vicio de usarlas para extraer nuestras conclusiones.

Esta cruel realidad del mundo desarrollado tendrá importantes consecuencias en términos de alteraciones en el equilibrio de fuerzas a escala mundial. No hay que olvidar que para que exista un deudor tiene que haber un acreedor. Y este suele tener la manía de reclamar, antes o después, el dinero dejado en préstamo; que se lo digan si no a los ahora desahuciados. Pues bien, está sucediendo que, al mismo tiempo que las naciones de la OCDE sufren incrementos exponenciales de su endeudamiento, la financiación ajena de los estados emergentes se ha reducido drásticamente: acumulan reservas -escalofriantes los números chinos recién salidos del horno- que son después recicladas, precisamente, en títulos de emisores soberanos asfixiados y/o artificialmente auxiliados por sus bancos centrales. Cuando se pongan la chistera de cobrador del frac, las ‘lanzas’ de la alabanza por su apoyo se pueden tornar en sangrantes ‘podaderas’. Adiós, Occidente, adiós.

¿Cuánto suponen las mismas? De la mano del propio Jensen, que esta vez vampiriza el gráfico a los estrategas de Societe Generale, les invito a recrearse en las cifras, clavadas a las que publicamos en Valor Añadido en noviembre de 2011. Desde este punto de vista, España tendría un problema de financiación pública, cierto, pero muy inferior al de naciones como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o Francia. De hecho, esta estadística supone una preocupante equiparación por arriba entre todos los estados de la Eurozona, locomotoras y laggards. Para bien o para mal. No en vano, si los problemas recaudatorios de nuestro país se extendieran al vecino del norte se habrá creado una condición más para que se produzca ese estallido del grisú de la mina europea que es la Galia, como definimos su situación la semana pasada.

 

Nuestro problema, como se puede ver en el post de noviembre al que antes hacía referencia, se ve agravado por lo adeudado por particulares y empresas, que aún supone un 213’5% del PIB, sólo un 15% por debajo de los niveles a los que se encontraba al inicio de la crisis. La propia Comisión Europea establece el umbral del 160% para que nuestra economía pueda salir del grupo de sometidos al procedimiento por desequilibrios publicado ayer. Nos quedaría un largo recorrido por delante que sólo pasa por la contención en el gasto y el repago de lo adeudado, algo esto último desincentivado en muchos casos por el entorno de bajos tipos de interés hipotecarios. Pero no queda otra.

Alertaba ayer Carlos Sánchez sobre cómo la deuda de los países ricos está a su mayor nivel desde 1945, año en que finalizó la Segunda Guerra Mundial. La perspectiva histórica es importante, toda vez que el desmadre actual se ha producido sin contienda bélica que la justifique y, lo que es aún peor, sin una perspectiva de reconstrucción y desarrollo posterior que propicie niveles de crecimiento económico suficientes como para facilitar su repago. Un hecho que refuerza la excepcionalidad de la actual coyuntura y que nos mete en una suerte de agujero negro del que no hay referencias sobre cómo salir. Las matemáticas no engañan y, los que somos acusados de agoreros, tenemos el vicio de usarlas para extraer nuestras conclusiones.