Es noticia
El futuro se complica: India huele a bono basura
  1. Mercados
  2. Valor Añadido
Alberto Artero

Valor Añadido

Por

El futuro se complica: India huele a bono basura

Hace diez días, la agencia de calificación Standard and Poor´s bajó la perspectiva del rating de la India de estable a negativa. Teniendo en cuenta que

Hace diez días, la agencia de calificación Standard and Poor´s bajó la perspectiva del rating de la India de estable a negativa. Teniendo en cuenta que la calificación actual de su deuda soberana es BBB-, último escalón del investment grade, la confirmación de la noticia supondría la entrada de sus finanzas públicas en el fango de la basura crediticia. Algo que importaría poco en Occidente y en el conjunto del planeta de no ser porque la evolución demográfica y productiva de esta nación la convierte en un necesario foco de crecimiento global para las próximas décadas. No en vano, hace no muchos años algún autor especializado, como Kamal Nath, afirmaba que el XXI sería el siglo de India.

The Economist ha sido la publicación especializada que de manera más intensa ha seguido este tema. No ha perdido ni un ápice de su capacidad para adelantarse a los grandes asuntos presentes y que están por venir. De ahí que su lectura siga siendo imprescindible. Así, en los últimos meses son numerosas las piezas de fondo que hacen referencia a la evolución política, económica y social del gigante asiático. Destacaría dos:

  1. "What a waste (How India is throwing away the world’s biggest economic opportunity)", desarrollado en la misma edición del pasado 11 de mayo por "Wasting time", recoge una serie de datos extraordinariamente reveladores sobre el potencial humano del país. Su población activa crecerá en 125 millones de personas en la próxima década y 103 millones más lo harán en la siguiente. Para compensar ese aluvión de trabajadores, necesita crear 100 millones de empleos en diez años, pudiéndose beneficiar de los 85 millones que la subida salarial china va a deslocalizar. Sin embargo, la ralentización en su ritmo de crecimiento, el menor peso de su industria frente a otras economías regionales (27% vs. 45%), la precariedad y rigidez laboral (sólo un 16% declara recibir regularmente una nómina), la falta de personal cualificado, una alta inflación que incentiva la inversión en activos físicos no productivos, un suelo no liberalizado, las restricciones al capital productivo extranjero, la falta de compromiso interior de las multinacionales locales, una política de subsidios que limita la innovación, los constantes problemas logísticos o de suministro eléctrico y/o una corrupción generalizada que se acaba de llevar por delante a dos ministros limitan el interés por India y convierten dicha cifra en una quimera. El estallido social parece inevitable.
  2. En "A walk on the wild side (Can India overcome its debt addiction?)", del número del pasado 23 de febrero, ahonda en la cuestión que justifica el titular de este post: el precario estado de las finanzas públicas de una nación gobernada por una gerontocracia incapaz de acercarse a las necesidades de los ciudadanos (la media de edad del ejecutivo es de 65 años). No en vano, el déficit fiscal recurrente del país se ha situado entre el 8% y el 10% de su PIB, algo que hasta ahora compensaba una tasa de incremento anual de este último cercano a esa cifra. Pero con la ralentización de la economía india, el peligro de incurrir en una espiral incontrolable de emisiones, a fin de paliar los efectos de menores ingresos tributarios (que apenas se sitúan en el 18% del PIB) y gastos inelásticos a la baja, es real. Hasta ahora el nivel de deuda sobre producto interior bruto se sitúa en un razonable 70%. Pero ya sabemos en España cómo de rápido se puede complicar el tema cuando las cosas vienen mal dadas. La necesidad de reformas estructurales, de mayor liberalización económica y apertura al capital extranjero (BIS, "Is China or India more financially open?", 23-04-2013), aprovechando que su banca (aún) no está quebrada (Bank of India, "Perspectives on banking in India", 18 de mayo de 2013), de mejora de las infraestructuras y la seguridad jurídica de la India es más perentoria que nunca. Todo eso y la creación de lo que el semanario dio en llamar en "Can India become a great power?" (30 de marzo de 2013) ‘cultura estratégica’, esto es: creer en su papel internacional y en su potencial de futuro.

Ya lo hemos comentado en estas líneas en alguna ocasión. Se necesita un fenómeno de aumento de demanda y/o contracción de oferta a nivel mundial que permitan corregir parte de los desequilibrios acumulados durante años por muchos estados que se asoman, de lo contrario, al abismo de una recesión plurianual, llámese depresión. La segunda (la que se refiere a la O) sólo puede venir de algún cataclismo natural o provocado, por lo que mejor no tenerla ni en el radar. Tampoco es fácil el primero (el de la D) y más en un entorno de robotización de la producción (un debate muy interesante abierto en el mundo anglosajón y sobre el que escribiremos en breve). Pasaría por un disruptivo ejercicio de supervivencia global a través de la lucha concertada contra el cambio climático -inimaginable a día de hoy- o por la definitiva incorporación de las clases medias india y china al capitalismo internacional, entre otras opciones. Pero si, por la ineficiencia pública y privada, India se cae de la ecuación, ¿qué nos queda?

Apasionantes momentos para la humanidad nos ha tocado vivir…

Hace diez días, la agencia de calificación Standard and Poor´s bajó la perspectiva del rating de la India de estable a negativa. Teniendo en cuenta que la calificación actual de su deuda soberana es BBB-, último escalón del investment grade, la confirmación de la noticia supondría la entrada de sus finanzas públicas en el fango de la basura crediticia. Algo que importaría poco en Occidente y en el conjunto del planeta de no ser porque la evolución demográfica y productiva de esta nación la convierte en un necesario foco de crecimiento global para las próximas décadas. No en vano, hace no muchos años algún autor especializado, como Kamal Nath, afirmaba que el XXI sería el siglo de India.