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La tragedia de toda la prensa en un solo gráfico
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Alberto Artero

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La tragedia de toda la prensa en un solo gráfico

Se multiplican en los últimos días las noticias que hacen referencia a los medios de comunicación en general y a la prensa en particular. Yendo de

Se multiplican en los últimos días las noticias que hacen referencia a los medios de comunicación en general y a la prensa en particular. Yendo de lo genérico a lo específico destacaríamos, más allá de los demoledores datos del EGM de ayer, la negativa del Gobierno a dar ayudas a los editores de periódicos de papel; el anuncio de más recortes en un grupo de la importancia de Unidad Editorial, dueño de El Mundo, Marca y Expansión; o el esfuerzo de Telefónica por ayudar directamente a la supervivencia de distintas cabeceras señeras, bien accionarial, bien comercialmente.

Bien.

Les voy a decir una cosa. Yerran los gestores el tiro si quieren sobrevivir por la vía del ajuste o las subvenciones públicas o privadas. Es el modelo tradicional el que está muerto: no hay consumidores para este producto. Y para acreditarlo basta el siguiente gráfico incluido por la Fundación BBVA en su más que interesante documento ‘Values and Worldviews’ sobre percepciones, actitudes y valores centrales de los ciudadanos de 10 países europeos, publicado el pasado mes de abril, página 17 del mismo (su lectura completa es más que recomendable, muy reveladora sobre la idiosincrasia nacional).

Los datos son muy reveladores por más que haya muchos ciegos que no quieran ver. Para uno de cada tres españoles, el periódico, sea impreso o digital, es un objeto desconocido que carece de utilidad alguna. Que este resultado se produzca en un momento en el que la actualidad española es tan candente anticipa un desinterés masivo cuando la realidad política, económica y social se normalice. Irá a más y no a menos. Desgraciadamente.

¿Cuándo se jodió Perú? Probablemente cuando se puso el interés particular de los editores por encima del general, servicio público inherente a la consideración de la prensa como cuarto poder. La perversión del contenido alejó a los lectores de las cabeceras. En medio de ese desapego, el nacimiento de un nuevo paradigma como internet -que permite acceder a la información de manera inmediata, fragmentada y multicanal- ha supuesto la puntilla al formato estándar de publicación.

Algo de lo que no se dan cuenta la mayoría de los editores. El problema no está en los gastos, ni siquiera en los ingresos, sino en lo que hemos señalado con anterioridad: este mercado se queda sin clientes. De ahí que los intentos de trasponer la obsolescencia del papel al online, como vía para atraer nuevos lectores, sea absurda. Esa forma de consumir los periódicos muere por días. Como también lo es pretender captar nueva clientela sacrificando lo único por lo que un medio es atractivo: la buena información hecha por buenos periodistas.

No se trata de un proceso irreversible. Su solución requiere, como en todos los negocios, de visiones disruptivas que sean capaces de conectar con una sociedad que está viviendo cambios estructurales e irreversibles. De capacidad para atraer a las nuevas generaciones a entornos que no sólo los entretienen sino, lo que es aún más importante, les ayudan a la toma de decisiones. Algo que sólo se puede conseguir bajo una premisa básica: sin chicha no hay dicha: información diferencial, profesionales competente, diseño vanguardista, perspicacia temática, eficiencia publicitaria y, sobre todo, independencia económica y libertad ideológica. 

Ummmm, ¿de qué me sonará a mi todo esto?

Buen fin de semana a todos.

Se multiplican en los últimos días las noticias que hacen referencia a los medios de comunicación en general y a la prensa en particular. Yendo de lo genérico a lo específico destacaríamos, más allá de los demoledores datos del EGM de ayer, la negativa del Gobierno a dar ayudas a los editores de periódicos de papel; el anuncio de más recortes en un grupo de la importancia de Unidad Editorial, dueño de El Mundo, Marca y Expansión; o el esfuerzo de Telefónica por ayudar directamente a la supervivencia de distintas cabeceras señeras, bien accionarial, bien comercialmente.