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Ni el agua, ni el oro, ni el petróleo: es el cerdo, ¡estúpidos!
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Alberto Artero

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Ni el agua, ni el oro, ni el petróleo: es el cerdo, ¡estúpidos!

Ayer se conocieron los datos de inflación de China correspondientes al pasado mes de junio. Frente al 2,5% esperado por el conjunto de los economistas –esos

No es difícil concluir, al calor de tan errática evolución, que el porcino es uno de los elementos que introduce mayor volatilidad en la cesta de la compra de la segunda potencia económica del mundo. Su incidencia no es baladí, teniendo en cuenta los niveles de consumo de un país que, pese a ser el mayor productor mundial con casi un 50% de cuota, no puede hacer frente a la demanda interna y ha de recurrir a las importaciones. El cerdo, agridulce o no, forma parte de la dieta diaria de una parte sustancial de su población y, ya saben, siempre que eso sucede, el riesgo de revueltas sociales derivadas del encarecimiento del bien se incrementa exponencialmente. 

Una amenaza para los dirigentes locales que, conforme pasan los meses, tiene más visos de concretarse. Éramos pocos… Basten dos ejemplos para acreditarlo.

De acuerdo con Bloomberg, esta ha sido la rentabilidad en euros de las principales materias primas agrícolas en lo que va de 2013. Maíz, trigo, café o azúcar, entre otros, sufren mientras que algodón, zumo de naranja y ¡cerdo! (última línea del cuadro) se disparan. Los mercados internacionales, por tanto, anticipan mayores costes de aprovisionamiento para los chinos.

En ese contexto es en el que hay que entender la oferta de compra por parte de la china Shuanghui International Holdings Ltd. del mayor productor y procesador de este tipo de carne en los cinco continentes: Smithfield Foods Inc., propietaria de la mayoría del capital de la española Campofrío. Un movimiento aparentemente empresarial, pero que encierra singulares connotaciones geopolíticas: asegurar el aprovisionamiento del gigante asiático a costa de desabastecer el mercado doméstico norteamericano no ayudará, precisamente y en caso de materializarse, a mejorar las relaciones comerciales entre ambos estados en un momento en que, debido al posible pacto Estados Unidos-Unión Europea, las sensibilidades están a flor de piel. 

De ahí que no se haya producido aún el cierre definitivo de la transacción. Hay más en juego que una mera transferencia de know-how o un deseo de ampliar mercados por parte del comprador. Es la propia paz social china la que puede estar en juego, eso sí, a costa de un desabastecimiento severo de esta materia prima en otras zonas geográficas. Apasionante cuando menos; veremos en qué acaba. ¿Se atreverán los americanos a asomar la patita del proteccionismo como ya hicieron con el interés árabe sobre sus puertos? (Actualización a las 19:00: Si antes lo decimos... Miren lo que saca FT esta misma tarde: Senator raises US food security fears in Smithfield deal. Vaya, vaya...) 

Ya ven, tanto hablar del crudo y el agua y la clave está en el cerdo; ¿serás estúpido, McCoy?

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