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La Europa optimista decide ser como la quebrada Detroit
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Alberto Artero

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La Europa optimista decide ser como la quebrada Detroit

Se multiplican en estos días los informes voluntaristas que nos anuncian a bombo y platillo que lo peor en Europa ya ha pasado, que la región

Se multiplican en estos días los informes voluntaristas que nos anuncian a bombo y platillo que lo peor en Europa ya ha pasado, que la región es una oportunidad y que es mejor meter los huevos en esta cesta que en ninguna otradado el colapso de los emergentes, el fin del superciclo de las materias primas y la previsible caída del euro ante el cambio de signo del diferencial en tipos de interés entre Estados Unidos y la UEM. Los bancos de inversión, tarde siempre tarde, han dictado sentencia: ni siquiera los PIIGS huelen ya mal, ponga su dinero ahí.

De poco importan la recurrente cuestión de las penurias griegas, las dificultades políticas de Portugal o el problema de la corrupción en España, por no hablar del permanente desmoronamiento parlamentario italiano. La geopolítica ha quedado en segundo plano. Lo que ahora prima es la política monetaria, el auxilio sistemático y estructural del banco central encabezado por Mario Draghi, su perversa manipulación de los mercados para sostener la economía financiera sin mejorar la real. Llegó tarde a esta fiesta, pero se ha puesto de copas hasta arriba como si a Europa le fuera la vida en ello. Le iba.

Es en ese convencimiento de los dirigentes locales de que no hay nada que temeren el que hay que entender el dramático dato publicado por el Eurostat el pasado lunes. De acuerdo con la agencia estadística, la deuda agregada sobre el PIB de los países pertenecientes a la Eurozona ha pasado del 88,2% al 92,2% en apenas un año, primer trimestre de 2013 contra primer trimestre de 2012, hasta 8,75 billones de euros: ocho Españas enteritas. Cuatro puntos porcentuales que se disparan en el caso de Grecia (+24,1 hasta el 160,5% sobre su PIB, muy lejos de las proyecciones en las que se basaron las ayudas de la troika), Irlanda (+18’3 -de 106'8 a 125'1-, incremento que se ha visto matizado por la primera subida de su sector inmobiliario desde el inicio de la crisis), España (+15,2, viva el gobierno ‘liberal’ del PP;debe pensar ZP "otro vendrá que bueno te hará"), Portugal (+14,9 hasta el 127,2%, crisis de gobierno incluida) o Italia (que ha pasado del 123,8% al 130,3%).

De estos datos se pueden obtener dos conclusiones a primera vista:

  • en primer lugar que, contra natura, el mayor riesgo está siendo premiado por los inversores con menores costes financieros en algunos de estos estados, en la certeza de que la promesa de rescate del BCE es más fuerte que la experiencia de que puede haberquitas -y que serán ineficaces-como la helena. En la medida, además, en que su crecimiento económico queda sustancialmente por debajo de su coste ‘subsidiado’ de financiación esta bola no hace sino crecer en términos no solo de producto interior bruto sino de ingresos fiscales (menguantes). Definitivamente, como diría Obélix, "están locos estos romanos"de los fondos de inversión porque visos de crecer, lo que se dice visos de crecer, como que no hay. Lo mismo pensaban de los 'muni bonds' hasta que llegó Detroit;
  • la segunda es aún más sorprendente y es que dichas nacionesestán tratando desesperadamente de cuadrar la cuenta de resultados (el déficit) aumentando exponencialmente su riesgo de balance (la deuda) y, en el sector privado o en municipios como la propia Detroit, han quedado acreditadas las terribles consecuencias de esa estrategia en términos de sostenibilidad y flujo de caja. Es verdad que parte del aumento se deriva del auxilio internacional o de la corrección de aberraciones pasadas, pero no es menos cierto que el ritmo de incremento pone de manifiesto la existencia de una actividad pública mastodóntica y dopada con los anabolizantes de la financiación ajena y los esteroides de un armazón insoportable. La austeridad no es presión tributaria ni recortes indiscriminados, no se equivoquen: no es menos, sino mejor Administración.

No hay que engañarse. En la medida en que el volumen agregado de deuda pública de la Eurozona crece, el poder del "whatever it takes"de Draghi se va desvaneciendo. Más aún en tanto en cuanto va llenando el activo del propio organismo supervisorde créditos y titulizaciones con garantías y colaterales cada vez de peor calidad en la vana esperanza de que 'el crédito circule'. Que hable primero con la gente de Basilea, a ver qué le dicen. Sin embargo, mientras el mercado crea a pies juntillas que papá BCE estará ahí para sacarle las castañas del fuego, la ilusión de seguridad irá reforzándose hasta convertirse en falsa certeza. Suele serentonces, cuando el boxeador se confía y baja la guardia, cuando llegan los golpes más duros. Llegarán. Quedan avisados, pónganse las protecciones bucales.

Se multiplican en estos días los informes voluntaristas que nos anuncian a bombo y platillo que lo peor en Europa ya ha pasado, que la región es una oportunidad y que es mejor meter los huevos en esta cesta que en ninguna otradado el colapso de los emergentes, el fin del superciclo de las materias primas y la previsible caída del euro ante el cambio de signo del diferencial en tipos de interés entre Estados Unidos y la UEM. Los bancos de inversión, tarde siempre tarde, han dictado sentencia: ni siquiera los PIIGS huelen ya mal, ponga su dinero ahí.

Eurostat Banco Central Europeo (BCE) Deuda