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Literalmente: los puentes se hunden, sube la bolsa
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Alberto Artero

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Literalmente: los puentes se hunden, sube la bolsa

Una de las mayores paradojas que está produciendo el fenómeno de la represión financiera, esto es: el mantenimiento de tipos artificialmente bajos a través de una

Una de las mayores paradojas que está produciendo el fenómeno de la represión financiera, esto es, el mantenimiento de tipos artificialmente bajos a través de una manipulación sistemática del mercado por parte de los bancos centrales, es que coincide con una etapa de flagranteescasez inversora pública en infraestructuras, pese a que las referencias de coste financiero soberano se encuentran a niveles históricamente bajos y muchas de ellas, especialmente en naciones como Estados Unidos, se caen a trozos. Literalmente.

Hay dos razones evidentes para ello: la precaria situación de las balanzas fiscales de buena parte del mundo desarrollado, con su correspondiente proliferación de mecanismos de control del gasto, por una parte, y, por otra, la implantación generalizada de un modelo de Estado del bienestar que prima en la acción presupuestaria la labor asistencialfrente al estímulo de la productiva, esa, por cierto que, de acuerdo con el keynesianismo ‘tradicional’, debiera recibir impulso a fin de generar crecimiento y empleo.

En la medida en que la financiación a recibirde los mercados dependadel control del déficity el reparto deprestaciones a diestro y siniestro den votos, no cabe esperar grandes noticias por el lado de la actividad gubernamental en esta materia, por más que la actualización o el desarrollo de nuevas instalaciones -cuando no se cometen barbaridades como en España- suponenreactivar la economía hoy y apostar por una mejor competitividad mañana. Una oportunidad histórica se escapa entre los dedos de países que no se van a ver en otra igual (The Economist, "More bricks, fewer bubbles", 07-12-2013).

¿Qué hacer entonces? Apoyarse en el sector privado.

Bien.

La definición clásica de inversión es sacrificio hoy a cambio de un retorno que lo compense mañana. Ocurre en la actualidad que confluyen en esa decisión dos elementos restrictivos. Un primero que afecta a los fondos especializados y a las compañías del sector: el exceso de demanda,debido a la abundancia de liquidez mundial, que infla el precio del limitado abanico deactivos/proyectos existente y merma su rentabilidad objetivo; elsegundo incide sobre el inversor meramente financiero: el coste de oportunidad es alto puesla acción de los bancos centrales -al menos hasta ahora- 'garantiza' mayor liquidez y menor riesgo para un retorno equiparable, si no superior,en un amplio universo de activos; basta sentarse sobre ellos y esperar.

Sin embargo, urge a nivel mundial un proceso de actualización o creación de infraestructuras.En algunas regiones, por obsolescencia de lo existente, y, en otras, por su necesidad de equiparse con otras naciones en un estadio de progreso económico más avanzado.

Y su desarrollo depende de la corrección de algunos de los factores que hemos ido apuntando a lo largo de este post.

No confundir, en primer lugar, austeridad o control del gasto ordinario y eliminación del redundante (¿he oído diputaciones?) con inactividad en la gestión del gasto público. La solución de esta enfermedad no puede venir de recetas de corto plazo que calman el dolor, sino de tratamientos a largo que aseguran la viabilidad del paciente. Incluso en naciones como España, que cuenta con un parquerenovado, quedan cosas importantes por hacer como el Corredor Ferroviario Mediterráneo con sus correspondientes obras portuarias.

En segundo término, reformular el papel del Estado ajustándolo a la salvaguarda básica de la convivencia, tarea que se ha travestido en una suerte de barra libre de prestaciones y servicios que, no se engañen, no son derechos gratuitos sino de imposición, pagados con los impuestos de una parte cada vez más menguante de la ciudadanía. La revolución tecnológica, con su consecuente impacto al alza en el paro estructural, y el deterioro demográfico convierten el sistema en insostenible. Es menester limitar, implantar la corresponsabilidad en el pago y orientar dichos recursos a lo que puede generar riqueza mañana: la inversión pública o mixta. En esto,Reino Unido marca la pauta (FT, Osborne wows to cut welfare, 12-12-2013).

Vamos con el tercer punto. Los gobiernos tienen que perder el miedo a ceder a la gestión privada las infraestructuras públicas de acuerdo con un modelo fijado de antemano de ingresos máximos, rendimiento adicional ligado a la diligencia operativa, transparencia y libre concurrencia. Resulta paradójico el empeño de algunos por ensalzar la gestión de la Administración, nido de corruptelas, y censurar la llevada a cabo por adjudicatarios particulares que, al final, se juegan su propio dinero (el que les queda después de pagar unos impuestos sangrantes) en el envite. Y en esto, también (The Telegraph, British insurers commit 25bn. to UK infrastructure, 04-12-2013).

Por último, tal y como reclama el artículo de The Economist antes enlazado, suponiendo que el papel represor de las autoridades monetarias a nivel mundial fuera necesario, que para un servidor no lo es, su acción debería ir encaminada a que toda la carne de la liquidez mundial que están generando se oriente al asador de la inversión en infraestructuras en particular y de la actividad productiva en general, sea a través de financiación directa o de incentivo del crédito hacia tales inversiones.

Que así sea, por el bien de todos.

Buen fin de semana.

Una de las mayores paradojas que está produciendo el fenómeno de la represión financiera, esto es, el mantenimiento de tipos artificialmente bajos a través de una manipulación sistemática del mercado por parte de los bancos centrales, es que coincide con una etapa de flagranteescasez inversora pública en infraestructuras, pese a que las referencias de coste financiero soberano se encuentran a niveles históricamente bajos y muchas de ellas, especialmente en naciones como Estados Unidos, se caen a trozos. Literalmente.

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