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Susto o muerte: Brasil, al borde del precipicio
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Alberto Artero

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Susto o muerte: Brasil, al borde del precipicio

Que una de las principales economías del planeta se halle en busca de su identidad debería ser causa de preocupación entre la pléyade de estrategas y

Foto: La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. (EFE)
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. (EFE)

Que una de las principales economías del planeta se halle en busca de su identidad debería ser causa de preocupación entre la pléyade de estrategas y analistas que pueblan las mesas de negociación alrededor del planeta. Pero con Brasil no es, ni mucho menos, el caso. Se está pasando de puntillas por la peligrosa dinámica económica en la que ha entrado el país y, los más, prefieren mirar hacia otro lado yaferrarsea datos manipulados como el de la creación de empleo, que oculta una deserción masiva de sus ciudadanos del mercado laboral y un desplome enlos salarios reales de sus trabajadores. Qué cosas.

Vía Sober Look.

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Cada día que pasa resulta más evidente que la nación sudamericana vivió, hasta hace hace apenas dos años,una ilusión de crecimiento auspiciada,primero, por esos bajos tipos de interés en buena parte del mundo desarrollado que provocaronentradas masivas de capital a su sistema financieroen busca de rentabilidad; también por el boom de demanda dematerias primas agrícolas como consecuencia del aumento de las necesidades de aprovisionamiento, entre otros, de China; tres, por la perspectiva de unos acontecimientos de carácter mundial -Mundial y Juegos. con evidentes repercusiones en el desarrollo de infraestructuras de todo tipo (en una realidad geográfica en la que las mismas representan apenas un 16% del PIB frente al 71% de media en Occidente);y, finalmente, porla esperanza de consolidación de una clase media que comenzaba a apuntar maneras en cantidad (40 millones de nuevos miembros se incorporaron a la misma en el periodo 2002-2012) y actividad (The Economist, "Has Brazil blown it?", 26-09-2013).

No se han cumplido las expectativas.

Los dos primeros factores llevan tiempo mostrandosu lado más oscuro, afectando a la estabilidad presupuestaria, déficit público creciente, y a la balanza por cuenta corriente, suma de un déficit comercial en 2013 que ha sido el más elevadoen 13 años y de unas fugas de capital foráneo que son las mayores vividas por Brasil en los último doce; el fenómeno constructor se acerca a su fecha prevista de caducidad sin haberse quitado de encima la certeza de la ineficiencia administrativa y la corrupción estructural; y el consumo se ha ralentizado a niveles no vistos en 30 meses tras sufrir la peor campaña navideña en una década. Ya ni los subsidiados coches se venden.

Con la inflación cercana al 6% debido a un repunte en diciembre sin igual desde abril de 2003, su banco central se vio obligado la semana pasadaa subir de nuevo eltipode referencia (Selic) hasta el 10,5% (Financial Times, "Brazil raises benchmark rate to 10,5%", 16-01-2014). Hace nueve meses se encontraban en el 7,25%.Un proceso salvaje de endurecimiento monetario que ni el primer dato negativo de PIB en cuatro años,el del tercer trimestre de 2013, ha podido detener (2010 cerró con un crecimiento del 7,5%). El impacto del mayor precio del dinero tanto sobre larenta disponible de sus endeudados-como-nunca ciudadanos como enlos gastos financieros de las empresas locales es evidente y seguirá condicionando sus decisiones de compra e inversión (FT, "Challenging year forces Brazil to rethink growth strategies", 09-01-2014).

La depreciación acelerada del real aumenta a su vez el coste de las importaciones completándose de este modo el círculo vicioso inflacionario. La industria languidece ante la falta de ingresos, el repunte de los costes y una presión impositiva brutal que mina su competitividad; la rentabilidad exigidapor los inversores en el mercado de bonos se disparamientras la bolsa sigue en caída libre (menos 6% en lo que va de año para completar un menos 22% en doce meses); y la sombra de un downgrade por parte de las agencias de rating flota peligrosamente en el ambiente.

Dilma Rouseff se enfrenta a las elecciones generales previstas en este año con una pesada carga de calamidades a sus espaldas.

Aunque no haya una receta única para reconducir el país porla senda de laprosperidad económica, parece inevitable que se aborde, junto a la imprescindible liberalización de industria y servicios para facilitar la llegada de fondos foráneos, la reforma de un sistema de protección social a todas luces excesivo en el que la participación del gasto en pensiones respecto al PIBequivale al de naciones europeas cuya proporción de jubilados es tres veces superior. Retirarse con 54 años cobrando el 70% del sueldo es en Brasil un derecho legal.

Aunque el Partido de los Trabajadores defienda a capa y espada el tamaño y funcionamiento del Estado de bienestary no dude en hacer del argumento bandera para denostar a sus adversarios políticos, lainsostenibilidad financiera terminará provocando sudesmantelamiento parcial bien por los mismos que ahora lo protegen, bienpor aquellos que sensatamente lo censuran. Una decisión queque traerá consecuencias de enorme calado, inestabilidad política, económica y social. Pero no queda otra. Caminando como camina al borde de precipicio, Brasil tiene que elegir entre susto o muerte. Aún está a tiempo de evitar la segunda. Para conseguirlo, sus ciudadanos se enfrentarán, más antes quedespués, al primero. Y, paradójicamente, será por su bien.

Buen fin de semana a todos.

Que una de las principales economías del planeta se halle en busca de su identidad debería ser causa de preocupación entre la pléyade de estrategas y analistas que pueblan las mesas de negociación alrededor del planeta. Pero con Brasil no es, ni mucho menos, el caso. Se está pasando de puntillas por la peligrosa dinámica económica en la que ha entrado el país y, los más, prefieren mirar hacia otro lado yaferrarsea datos manipulados como el de la creación de empleo, que oculta una deserción masiva de sus ciudadanos del mercado laboral y un desplome enlos salarios reales de sus trabajadores. Qué cosas.

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