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Una operación minúscula pone patas arriba el BBVA
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Alberto Artero

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Una operación minúscula pone patas arriba el BBVA

Cuando el jueves pasado recibí la Nota de Prensa del BBVA por la que anunciaba que acababa de hacerse con un ‘banquito’ digital en Estados Unidos

Cuando el jueves pasado recibí la nota de prensa del BBVA por la que anunciaba que acababa de hacerse con un ‘banquito’ digital en Estados Unidos por 117 millones de dólares apenas le presté atención. La transacción era insignificante en términos económicos para el balance de la entidad. Y apenas le agregaba negocio, 100.000 clientes tras multiplicar por cinco en 2012. Sólo la compra de una marca tan atractiva como Simple podía ser objeto de algún comentario ilustrado, pero poco más. De hecho, una lectura cruzada del texto llevaba a pensar más que se trataba de un capricho cibernético de un presidente obsesionado con estos temas –no en vano, asumió el acuerdo como propio– que de una operación transformacional (Valor Añadido, "El día en que FG sembró el terror en la banca mundial", 12-06-2013, y, "FG al Comité de Dirección del BBVA: ‘¡Leed este artículo!’", 01-09-2011).

Sin embargo, cuál no sería mi sorpresa cuando ese mismo día, a través de las alertas de Seeking Alpha, aterrizaba en mi bandeja de entrada un análisis del deal que achaqué inmediatamente al interés del banco por situarlo en el mapa de la mano de un colaborador afín, cosa infrecuente pero que puede suceder. Vaya, vaya, ya están aquí estos, pensé, por más que el titular daba la vuelta a la intención: "Why BBVA is good for Simple", 20-02-2014. Pero no, el abajo firmante de aquella entrada era, ni más ni menos, que Felix Salmon, el comentarista financiero estrella de Reuters y persona no abierta, en principio, a ese tipo de cambalaches. Ostras, ¿a ver si me estoy perdiendo algo?, pensé. Presa de una curiosidad malsana, me sumergí en su lectura con una cierta avidez.

Pues bien, lo que encontré fue una visión de largo plazo de la compra que, por su alcance, no me resisto a compartir con ustedes.

Partamos de un presupuesto inicial relevante. El interés del autor no viene por la firma española, sino por el conocimiento que tiene del proyecto de Simple desde su concepción allá por el verano de 2009 cuando tuvo ocasión de compartir horas de brasero y mesa camilla con su fundador, Josh Reich. Más bien al contrario, se hace eco de cómo la adquirida habría estado buscando novio en los últimos meses ante la perspectiva de que el negocio no siguiera progresando al mismo ritmo que en el año y medio anterior. Algo similar se achacó en su día a BBVA con las compras de Compass y, sobre todo, la turca Garanti: quedarse con lo que los demás descartan a precios excesivos. Razón a los críticos no les faltaría de no ser porque desde el español invirtió en la incubadora 500apps, la empresa era objeto de monitorización desde nuestro país.

Da igual, en relación con lo que hoy nos ocupa, lo relevante no es el precio ni las ventajas para Simple de entrar en la órbita de una institución como la española, de las que Salmon hace extensa enumeración, sino qué puede suponer para el futuro de la entidad presidida por Paco González. Y ahí el analista concluye que estamos ante un 'nuevo formato bancario cuya escalabilidad global es lineal y del que el resto de la estructura tradicional de la compañía puede aprender en términos de flexibilidad comercial y producto' (no es cita literal, sino resumida). Una finalidad que, de ser cierta, compensaría los inconvenientes asociados a la operación, también desarrollados de manera detallada por el comentarista. Una apuesta revolucionaria, se podría concluir. Así lo afirman también los ususarios de Simple, varios de los cuales se han puesto en contacto conmigo esta mañana: servicio de control y geolocalización del gasto, monitorización de ahorro, fácil usabilidad que convierte su aplicación en enormemente viral.

Puede que dicha interpretación sea exagerada, pero da la impresión de que hay mucho de verdad, más conociendo por dónde ha ido en los últimos años el discurso de FG. BBVA no va a tener mejor campo de experimentación de nuevas iniciativas financieras virtuales que el competitivo mercado estadounidense, donde Santander ya trabaja en modelos de scoring de financiación al consumo que dan respuesta a, por ejemplo, los concesionarios de coches sobre la marcha. Es ahí donde se está decidiendo el perfil de los operadores que pueden transformar la faz de esta industria en el siglo XXI (oportunidad perdida para los que tienen el cliente, como las compañías de telecomunicaciones: V.A., "Ni bancos, ni cajas: el futuro del sistema financiero pasa por Telefónica, S.A.", 03-02-2011). Desde ese punto de vista, la compra de la start-up con base en Portland puede tener mucha más enjundia de la que aparenta. Muchísima más.

Sólo el tiempo dirá si lo escrito por Felix Salmon es una boutade y, por ende, también este artículo de McCoy, o, por el contrario, el augurio se corresponde finalmente con la realidad. Se admiten apuestas.

Cuando el jueves pasado recibí la nota de prensa del BBVA por la que anunciaba que acababa de hacerse con un ‘banquito’ digital en Estados Unidos por 117 millones de dólares apenas le presté atención. La transacción era insignificante en términos económicos para el balance de la entidad. Y apenas le agregaba negocio, 100.000 clientes tras multiplicar por cinco en 2012. Sólo la compra de una marca tan atractiva como Simple podía ser objeto de algún comentario ilustrado, pero poco más. De hecho, una lectura cruzada del texto llevaba a pensar más que se trataba de un capricho cibernético de un presidente obsesionado con estos temas –no en vano, asumió el acuerdo como propio– que de una operación transformacional (Valor Añadido, "El día en que FG sembró el terror en la banca mundial", 12-06-2013, y, "FG al Comité de Dirección del BBVA: ‘¡Leed este artículo!’", 01-09-2011).

Sistema financiero Francisco González