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La mejor peli actual sobre la bolsa no es 'El Lobo', sino...
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Alberto Artero

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La mejor peli actual sobre la bolsa no es 'El Lobo', sino...

Les voy a decir una cosa. La mejor película que hay en la actualidad en cartelera sobre los mercados financieros no es El lobo de Wall

Les voy a decir una cosa. La mejor película que hay en la actualidad en cartelera sobre los mercados financieros no es El lobo de Wall Street sino una road movie americana en blanco y negro, alejada de los circuitos comerciales convencionales, llamada Nebraska. Una cita imprescindible con lo mejor del séptimo arte dirigida por Alexander Payne y magníficamente interpretada por Bruce Dern. Candidata a seis Oscar en las categorías de largometraje, dirección, actor principal o guion original, entre otros, los miembros de la Academia con derecho a voto le negaron estatuilla y posteridad a favor de otras alternativas. No supieron ver, seguro, el sustrato que hay debajo. Ellos se lo pierden.

Sin ánimo de actuar como un genuino spoiler, les cuento por encima de qué va la cosa. Un hombre desahuciado, alcohólico para más señas, recibe en su domicilio el típico reclamo publicitario que le anuncia que ha ganado un millón de dólares siempre que su código coincida con los elegidos 'al azar' y, de paso, se suscriba a no sé qué publicaciones. Necesitado de aferrarse a cualquier esperanza que dé sentido a la vida que le queda, el hombre toma el titular y olvida a propósito la letra pequeña, involucrando a su hijo en un viaje absurdo que no sólo es al futuro que tal fortuna le puede deparar, sino al pasado, a ese universo de medias verdades y relaciones casi olvidadas que configuraron su existencia. Para saber el final, pasen por taquilla.

Nada puede torcer el rumbo de esta bonanza financiera creada por agentes externos a los que cada día se les exige más

Pues bien, con motivo de la crisis financiera internacional que se originó en el verano de 2007 y alcanzó su clímax con la caída de Lehman Brothers quince meses más tarde, la economía financiera se aferró al boleto de la acción de los bancos centrales como si no hubiera un mañana. En algunos casos porque había, sin duda, motivos para así hacerlo. La acción de la Reserva Federal reafirmó a muchos agentes económicos en la creencia de que, emprendiendo de la mano de esa esperanza un viaje conjunto a ninguna parte, saldrían de esta. Como, por otra parte, así ha sido por más que sus medidas hayan beneficiado de verdad sólo a unos pocos. No es el caso del BCE, donde la fe en la felicidad que traería su actividad ha sido más teórica que real. Pura lotería de premio incierto.

Sea como fuere, los mercados financieros en general y las bolsas en particular han decidido emprender el camino sin saber tampoco, como ocurre en la película, aunque bien se puede intuir, qué pasará al final del trayecto cuando la actividad real se tenga que enfrentar a la cruda realidad con todo el lastre del camino –aumento salvaje de la masa monetaria para magros crecimientos económicos y residual creación de empleo– en el coleto. Con una diferencia esencial. En este caso el descontento no va, no puede, terminar bien. Más al contrario, serán generaciones las que sufran las consecuencias de las locuras que ahora se están cometiendo bajo la excusa de que el premio gordo del pase definitivo de la página de esta coyuntura sin equivalente absoluto histórico está por llegar. No va a ocurrir.

En Nebraska importan poco las advertencias de todos los que rodean al personaje principal sobre el sinsentido de su obsesión. Ni siquiera las burlas más descarnadas de los que aplican la razón pura son capaces de apartarle de su idea. Como ocurre exactamente hoy con aquellos que tienen que decidir qué hacer con los fondos de sus clientes, convertido el mantra de los "bajos tipos estructurales durante mucho tiempo" y el "flujo ilimitado de fondos" en santo y seña de su toma de posiciones. "Adelante, siempre adelante", como el cordero del Capítulo Cuatro de El Principito. Nada puede torcer el rumbo de esta bonanza financiera creada por agentes externos a los que cada día se les exige más, como quedó probado con el desencanto que acompañó la inacción de Mario Draghi el jueves pasado.

Claro que nos recuerda Saint-Exupéry que "derecho, siempre delante de uno, no se puede llegar muy lejos". A este trecho de bondad artificial cada vez le queda menos recorrido. El protagonista de Nebraska puede morir feliz. Nuestra historia terminará matando a más de uno. Seguro. Cuanto mayor sea la complacencia, más dura será la caída.

Buena semana a todos.

Les voy a decir una cosa. La mejor película que hay en la actualidad en cartelera sobre los mercados financieros no es El lobo de Wall Street sino una road movie americana en blanco y negro, alejada de los circuitos comerciales convencionales, llamada Nebraska. Una cita imprescindible con lo mejor del séptimo arte dirigida por Alexander Payne y magníficamente interpretada por Bruce Dern. Candidata a seis Oscar en las categorías de largometraje, dirección, actor principal o guion original, entre otros, los miembros de la Academia con derecho a voto le negaron estatuilla y posteridad a favor de otras alternativas. No supieron ver, seguro, el sustrato que hay debajo. Ellos se lo pierden.

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