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Dos hechos que pueden matar al dólar (y salvar a USA)
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Alberto Artero

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Dos hechos que pueden matar al dólar (y salvar a USA)

No hay dudas entre el consenso de los analistas que Estados Unidos está ganando la partida de la recuperación económica a otras economías desarrolladas, con la

No hay dudas entre el consenso de los analistas de que Estados Unidos está ganando la partida de la recuperación económica a otras economías desarrolladas, con la única excepción, quizás, de Reino Unido. Han ayudado a que se concrete esa realidad medidas fundamentalmente de política monetaria –acción de la FED– y de supervisión bancaria –inyecciones obligatorias de liquidez y survival of the fittest–, así como el hecho de que en la cuna del capitalismo los ajustes de valor de los activos para reequilibrar oferta y demanda son, han sido, más rápidos al estar sujetos a menos condicionantes externos.

Eso no excluye que se mantengan las incertidumbres futuras en cuestiones tales como la creciente desigualdad entre ricos y pobres y su impacto sobre la cohesión social, que ya han puesto de manifiesto fenómenos como el Occupy Silicon Valley (Valor Añadido, "La cosa se pone fea: el ‘Occupy Google’ gana adeptos", 23-01-2014); las dificultades para crear estructuralmente empleo ante el fenómeno de la automatización no sólo productiva, sino del sector de servicios, de las que nos hicimos eco en su día también aquí (VA, "El empleo se fue, ¿para nunca volver?", 17-10-2013); o cómo va a afectar al tradicional espíritu emprendedor y de superación propio de la cultura yanqui el establecimiento de un modelo de Estado del bienestar a la europea con programas como el Medicaid o el Medicare (VA, "Estados Unidos, de Guatemala a Guatepeor", 01-06-2009).

Sin embargo, cuando surgen estos temas en el debate sesudo, la mayoría de los analistas oponen la revolución energética que ha supuesto la explotación de nuevos yacimientos de petróleo a través de la técnica del fracking en territorio norteamericano y sus repercusiones en términos de autonomía de aprovisionamiento y competitividad (VA, "Un cambio sustancial que salvará la hegemonía USA", 16-02-2012). Un tema, el primero, que está condicionando ya la política exterior de Barack Obama de manera radical y que reduce, sin duda, su dependencia del inestable Oriente Medio (VA, "Dos artículos imprescindibles para comprender el caos actual", 26-02-2014). Una transformación, la segunda, que lleva a muchos a aventurar una suerte de nueva Revolución Industrial con la vuelta de muchos negocios que el diferencial de costes había sacado de las fronteras estadounidenses.

Supongamos que sea así por más que la viabilidad financiera y medioambiental de este modo de extracción siga aún cuestionada (VA, "El falso debate sobre la hegemonía energética mundial", 14-11-2012). Pues bien, las consecuencias del fenómeno van más allá de lo aparente y alcanzan de manera directa al futuro del dólar y de la renta fija de los Estados Unidos, con importantes repercusiones a escala mundial, como ya está sufriendo, entre otros, el euro, moneda sin autoridad suficiente como para fijar su precio sin referencia a lo que sucede con el billete verde: ni se desmoronó cuando la Unión se desintegraba, estableciendo un suelo en el 1,20 tras sus fuertes inicios por debajo de la unidad, ni se ha disparado más allá del 1,60 en sus mejores momentos que coincidieron cuando… el sistema financiero USA parecía implosionar. Vaya.

En efecto, ambas derivadas –independencia y ‘autarquía’ productiva– pueden terminar con uno de los fenómenos que más dinero ha movido en las finanzas internacionales, especialmente en la última década: el reciclado de dólares por parte de los receptores masivos de los mismos, caso de los estados árabes y de China, nación que además aspira al final del camino a una plena convertibilidad de su divisa. En la medida en que no se les compra ni su crudo ni sus bienes, la demanda de títulos soberanos USA para colocar sus reservas foráneas –o para mantener la paridad de su moneda– se reduce afectando tanto al mercado forex como al de deuda pública. El dólar se debilita y los tipos a largo estadounidenses suben a resultas del menor interés comprador procedente del exterior.

Esta suerte de devaluación natural –que mete tensiones insoportables en otras economías que aún mantienen una suerte de peg con el billete verde– aumenta aún más la competitividad de los estadounidenses y ayuda a compensar el reverso tenebroso de todo este proceso: el encarecimiento de la financiación de los desequilibrios presupuestarios. Más actividad debería suponer mayor crecimiento del PIB, mayores ingresos fiscales y una recuperación natural de la demanda por la vía del diferencial de tipos con otras naciones sobre bases sólidas, completándose el círculo virtuoso. Cuando esto suceda, quedará probado que el dólar no estaba muerto, que estaba de parranda, y que vuelve con ánimos renovados para permanecer como la moneda de referencia a nivel mundial, la que marca el camino a todos los demás. Por eso a 1,50 es un strong buy.

Cómo es esto de las finanzas, de verdad.

No hay dudas entre el consenso de los analistas de que Estados Unidos está ganando la partida de la recuperación económica a otras economías desarrolladas, con la única excepción, quizás, de Reino Unido. Han ayudado a que se concrete esa realidad medidas fundamentalmente de política monetaria –acción de la FED– y de supervisión bancaria –inyecciones obligatorias de liquidez y survival of the fittest–, así como el hecho de que en la cuna del capitalismo los ajustes de valor de los activos para reequilibrar oferta y demanda son, han sido, más rápidos al estar sujetos a menos condicionantes externos.

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