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Bla, bla, bla: Europa ya no depende del gas ruso
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Alberto Artero

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Bla, bla, bla: Europa ya no depende del gas ruso

Dicen algunos que si estalla un conflicto real entre Rusia y Ucrania, Europa lo va a pasar mal, como le sucedió en 2009. Una parte sustancial

Dicen algunos que, si estalla un conflicto real entre Rusia y Ucrania, Europa lo va a pasar mal, como le sucedió en 2009. Una parte sustancial del aprovisionamiento de gas de la parte menos oriental del continente llega a través de oleoductos situados en suelo ucraniano cuya alimentación se produce, sin embargo, desde territorio ruso. Éramos pocos y parió Putin, deben pensar los atribulados dirigentes comunitarios, ávidos de vender una recuperación de cara a las elecciones de mayo que un problema de este tipo podría cuestionar.

Que no teman.

Uno de los think tanks más importantes de la región, el Center for European Policy Studies o CEPS, liderado por Daniel Gros, acaba de publicar un pequeño paper de apenas tres folios, firmado por sus especialistas en energía Arno Behrens y Julian Wieczorkiewicz –no intenten reproducirlo–, en el que tratan de poner de manifiesto cómo Europa es mucho menos vulnerable que hace cinco años a la amenaza de cortes en el suministro ruso, forzados o voluntarios, gracias, entre otras cosas, a la conciencia de precariedad que se adquirió entonces.

Los autores parten, para defender su tesis, de la dictadura de los números: apenas un 6% del mix energético europeo depende de esa fuente de aprovisionamiento. Por el contrario, el 53% de las exportaciones de gas ruso tienen como destino distintos estados de la Eurozona y adyacentes, con un valor anual estimado en 17.000 millones de euros. Romper esa cadena de suministro no sólo causaría un importante roto a las precarias finanzas del Kremlin, sino que aceleraría a corto plazo el proceso de sustitución del gas ruso por el procedente de otras regiones o, incluso, de la propia Noruega y, en un horizonte temporal más largo, las inversiones en energías alternativas.

Ocurre, además, que el escenario de partida con el que afronta Europa esta crisis es sustancialmente mejor que en 2009. El stock de gas existente en la actualidad es muy superior a los inventarios existentes en aquel momento; la capacidad de almacenaje e interconexión entre estados ha crecido sustancialmente por, entre otros factores, el establecimiento de la obligación legal de que todos los interconectores incorporen la funcionalidad de flujo reversible, esto es: se conviertan en bidireccionales. Por último, el factor época del año también incide: enero entonces, entrado marzo ahora con necesidades muy distintas en términos de uso doméstico.

Además, en caso de que un conflicto bélico inutilizara los gaseoductos establecidos en suelo ucraniano, el impacto sobre Europa será también menor. Si en 2009 llegaba por esa vía a la región el 80% del gas procedente de Rusia, dicho porcentaje se ha reducido ahora por debajo del 50% gracias al aumento de capacidad de rutas alternativas como la Nord Stream que une Rusia y Alemania. Eso significa que el riesgo total se reduce a un 12% del consumo continental, si bien hay naciones como las bálticas, ajenas al entramado de conexiones regional, más susceptibles de sufrir desequilibrios que otras.

Sea como fuere, la conclusión del CEPS es clara: el gas ha dejado de ser un arma geopolítica para Rusia. De hecho, el uso agresivo de esta amenaza puede volverse dolorosamente en su contra. Hay, desde su punto de vista, poco que temer. Por tanto, no se dejen llevar por la alarma artificial generada por algunos políticos, caso del flemático Rajoy, irreconociblemente concernido por esta materia, o medios de comunicación ávidos de aportar titulares. Quítense la corbata, sírvanse una copita al calor de su calefacción de gas natural y a vivir que son dos días.

Buen fin de semana a todos.

Dicen algunos que, si estalla un conflicto real entre Rusia y Ucrania, Europa lo va a pasar mal, como le sucedió en 2009. Una parte sustancial del aprovisionamiento de gas de la parte menos oriental del continente llega a través de oleoductos situados en suelo ucraniano cuya alimentación se produce, sin embargo, desde territorio ruso. Éramos pocos y parió Putin, deben pensar los atribulados dirigentes comunitarios, ávidos de vender una recuperación de cara a las elecciones de mayo que un problema de este tipo podría cuestionar.

Conflicto de Ucrania