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Un español canta al mundo las verdades del barquero
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Alberto Artero

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Un español canta al mundo las verdades del barquero

  Lo ha vuelto a hacer. Jaime Caruana, ex gobernador del Banco de España y, a la sazón, director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea (better

Foto: Jaime Caruana (Reuters)
Jaime Caruana (Reuters)

Lo ha vuelto a hacer.

Jaime Caruana, exgobernador del Banco de España y, a la sazón, director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea (better known as BIS) se ha despachado con un discurso imprescindible en el que censura el modo en que gobernantes y bancos centrales han tratado de paliar los efectos de la crisis, cegados por un cortoplacismo más propio de especuladores que de estadistas.

No es la primera vez. Hace poco menos de un año, con motivo de la Asamblea General de la institución que gestiona, pronunció un alegato demoledor sobre las consecuencias estructurales que se terminarán derivando de la mayor expansión monetaria de la historia. Les recomiendo encarecidamente su lectura. No somos muy conscientes de lo que está pasando, narcotizados como estamos por la ilusión de bonanza en los mercados.

Ahora, el español -como me recuerda un amigo fue el principal responsable por omisión de la locura crediticia de las cajas, consejos vendo y para mí no tengo- da una nueva vuelta de tuerca a su tesis, con el apoyo intelectual de Claudio Borio, en una exposición perfectamente estructurada y pronunciada en la Harvard Kennedy School el pasado nueve de abril.

En primer lugar, realiza una descripción de la situación mundial, que resume en siete puntos que son como para cerrar la puerta y el último que apague la luz. Échenles un vistazo. El hecho de que cinco años más tarde nos encontremos como nos encontramos en términos de PIB, empleo, productividad, deuda o desequilibrios en tantas y tantas naciones, concluye, debería ser motivo para una severa reflexión colectiva. Pero '¿de quién y para quién?', cabría añadir. No hay voluntad. No interesa.

Posteriormente, entra en el corazón de su argumento: no se puede resolver un problema de balance, generado por una burbuja crediticia y, fundamentalmente pero no sólo, inmobiliaria, con políticas de demanda, se basen estas en el uso de los tipos de interés o del gasto público. Entre otras cosas porque, al buscar mantener un statu quo irreal –por sobredimensionado tanto desde el punto de vista del potencial real de la economía como del papel de su sistema financiero–,

  1. se siguen asignando mal los recursos, empleo y capital, ya que no se cercena de raíz la capacidad instalada que sobra;
  2. no se reduce con la rapidez suficiente el stock de deuda, mucho más importante en una situación como esta que el flujo;
  3. y se demoran las decisiones a largo plazo, de ciclo completo, necesarias para evitar que errores pasados se vuelvan a repetir en el futuro.

Los problemas se perpetúan; lo que debiera ser una actuación de urgencia de los bancos centrales se convierte en permanente; los agentes económicos incorporan este factor a sus decisiones, en una suerte de irracionalidad razonable, y las distorsiones aumentan aún más. Frente al bisturí –repair and reform las pastillas del doctor Gustín y todos tan contentos. Eso sí, la normalización monetaria y la sostenibilidad fiscal que exige Caruana como requisitos imprescindibles devienen imposibles. Estoy de acuerdo. Un servidor sigue sin encontrar a nadie capaz de responder adecuadamente a estas dos preguntas: ¿y el día después del quantitative easing, qué? y ¿cómo puede pagar un país deudas equivalentes al 500% de su PIB sin sufrir la mayor de las miserias?

The answer, my friends, is blowing in the air.

Claro que, cuando uno lee, como hoy, que el mercado descuenta la primera subida de tipos en Europa para finales de 2017, principios de 2018, casi cuatro años desde ahora, le queda una sensación de Pedro y el Lobo que no veas. Seguir vociferando su llegada será cada día un ejercicio más cansino y la complacencia del resto de los 'pastores' ante la falta de concreción de las alertas mayor. Más dura será entonces la caída. Y no sólo en términos bursátiles sino de desigualdad y falta de recursos sociales para repararla.

Disfruten, pues, mientras les dejen.

P.S. Si se atreven con el texto original, en inglés, disfrutarán de los palos indirectos, sin citar expresamente, que Caruana reparte a diestro (Larry Summers y su teoría de la necesidad de burbujas permanentes para estimular el gasto privado, consumo e inversión) y siniestro (Paul Krugman y su defensa de la acción gubernamental sin importar las consecuencias del endeudamiento asociado al mismo), así como de los ataques que realiza tanto al mundo académico (impagable esa frase dedicada a los institutos económicos y profesores que reescriben sus proyecciones, en este caso de output real y potencial, a toro pasado) como a esos políticos que "no ven problemas durante los booms pero corren a pedir ayuda cuando estallan". Brillante, como el Sabroz.

Lo ha vuelto a hacer.

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