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Frente a la multinacional, salvemos al CEO español
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Alberto Artero

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Frente a la multinacional, salvemos al CEO español

En los últimos días las injerencias políticas en Europa han frustrado que se materializaran dos operaciones corporativas de calado.Por una parte, Francia ha decidido continuar con

En los últimos días las injerencias políticas en Europa han frustrado dos operaciones corporativas de calado.

Por una parte, Francia se ha aferrado a su secular proteccionismo empresarial y ha evitado por decreto la compra del negocio de energía de Alstom por parte de la estadounidense General Electric, pasándose la voluntad de los accionistas de la francesa –que veían la salvación para un negocio en declive– por donde la espalda pierde su santo nombre. Cualquier posibilidad de convertir esa cuna del socialismo más rancio que es el territorio galo en algo parecido a un mercado liberal de la mano del nuevo primer ministro, Manuel Valls, ha quedado desactivada de inmediato. El país está abocado a un desastre que terminará siendo el del conjunto de Europa (Valor Añadido, "El crítico caso Alstom: Francia se juega su futuro", 29-04-2014). Palabras mayores.

Los ingleses, mucho más sutiles, han decidido intervenir por la vía indirecta, creando el necesario clima negativo de opinión para que la aceptación de la generosa OPA de Pfizer sobre AstraZeneca por parte de sus socios se interpretara colectivamente como una suerte de afrenta nacional. Para ello ha contado con sorprendentes aliados en el ámbito mediático. 'Salvemos a nuestros científicos', ha sido el mensaje; allá ustedes si quieren seguir adelante. Poco han importado los múltiples problemas a los que se enfrentan las farmacéuticas a día de hoy y la necesidad de asegurar su rentabilidad por la vía de los costes ante los riesgos que, en términos de producto, dosificación y márgenes, amenazan a sus ingresos (Valor Añadido, "¡Dios mío! El libérrimo FT, nuevo adalid del proteccionismo", 09-05-2014).

El discurso de la globalización cercenado de raíz gracias a la cortedad de miras de la política local. Palabrería vacua, materialización lejana.

Lo que lleva necesariamente a la reflexión de qué es lo que está sucediendo en nuestro país, a efectos de una potencial reciprocidad en el trato, hasta ahora innecesaria.

Caben aquí, al menos, dos enfoques que abren debates igualmente apasionantes.

Sobre el primero ya hemos escrito en otras ocasiones. ¿Hay que proteger a las empresas españolas frente al interés de un tercero extranjero? La respuesta inmediata parece un obvio 'no'. Sin embargo, la cuestión presenta múltiples aristas desde el momento en que se introduce el factor interés nacional y se tratan de delimitar sus fronteras. Salvo en la banca, en buena parte de los sectores estratégicos españoles ocupan ya posiciones relevantes competidores internacionales. En algunos, incluso, su presencia es dominante. Pero miren, no obstante, lo sucedido en su día con Repsol. O lo que podría pasar en caso de que el objeto de deseo fuera, por ejemplo, una Indra.

¿Es un debate necesario o redundante por innecesario?, primera reflexión. Otra mejor: ¿debe primar el interés público frente a una mala gestión privada, incapaz de hacer aflorar el valor real de una sociedad mercantil? En mi opinión, no. De hecho, bajo la excusa de una posición dominante protegida institucionalmente se han cometido en España las mayores aberraciones directivas.

Como criterio general, por tanto, barra libre transaccional dentro de un marco legal que salvaguarde, no la compañía, sino el servicio que esta presta a los ciudadanos.

Pasapalabra.

A por el segundo.

El 40% de la industria española está en manos de capital extranjero y uno de cada cinco compatriotas trabaja para una multinacional foránea. Los centros de decisión última de estas firmas se hallan fuera de nuestras fronteras y… ¿sus intereses también? Es evidente que existe un riesgo fundamental asociado a esta realidad y es la vulnerabilidad teórica (la real es menor por la cantidad de activo fijo y desarrollo invertidos) de una presencia local que no es, en términos estrictamente patrióticos, estructural. La debilidad del sector secundario de nuestra economía es sangrante y una rémora evidente para cualquier cambio de modelo productivo que se quiera desarrollar.

De ahí la necesidad de potenciar el emprendimiento, al empresariado y al directivo nacional; de trabajar sobre materias como la educación desde la más tierna infancia; de alentar la promoción de negocios disruptivos; de facilitar la financiación asociada a la investigación y el talento; de desarrollar cauces para la ayuda a la exportación, y así sucesivamente. Necesitamos no sólo líderes españoles, sino compañías extranjeras lideradas por españoles en nuestro territorio vista la experiencia de lo que ha ocurrido en los últimos años cuando profesionales extranjeros, obsesionados por una cuenta de resultados trimestral y sin horizonte de Estado a medio plazo, han tomado sus riendas. Las calamidades se suceden una detrás de otra.

Libertad de adquisición, sí con matices; tejido español industrial y de servicios potente, sin discusión.

¿Qué opinan?

En los últimos días las injerencias políticas en Europa han frustrado dos operaciones corporativas de calado.

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