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La tragedia del Mundial de Brasil en tres gráficos
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Alberto Artero

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La tragedia del Mundial de Brasil en tres gráficos

Acaba la Liga, la Copa, la Champions y todos los ojos futbolísticos se ponen en Brasil donde en un mes dará inicio el Mundial de Fútbol,

Foto: Trabajos en el estadio Beira Río, una de las doce sedes del Mundial. (EFE)
Trabajos en el estadio Beira Río, una de las doce sedes del Mundial. (EFE)

Acaba la Liga, la Copa, la Champions y demáscompeticionesy todos los ojos futbolísticos se vuelven a Brasil, donde en un mes dará inicio el Mundial de Fútbol, preludio de los Juegos Olímpicos de verano que se van a disputar en el país en 2016.

En su día, la presión de las economías emergentes consiguió que se materializara laextraña coincidencia en sede de dos acontecimientos tan interplanetarios como estos, probablemente desde la creencia de que los cambios impulsados por el Gobierno y el auge de las exportaciones locales consolidarían un modelo llamado a reinar por años sin término.

No ha sido el caso, y Brasil se encuentra al borde del desastre.

Su crecimiento económico es lánguido, su sector primario vulnerable y excesivamente dependiente de las importaciones chinas, su industria doliente y menguante como prueba el hecho de que el número de bancarrotas societarias en el vasto estado latinoamericano se encuentre en máximos históricos, su sector servicios (dos tercios de su producto interior bruto) absurdamente protegido, sus infraestructuras insuficientes, su innovación rala y su Administración estructuralmente corrupta. Por si fuera poco, se enfrenta a un problema de inflación que ha llevado a su banco central a subir nueve veces los tipos de interés en el último año y medio (del 7,25% al 11%), único recurso que ha permitido frenar el deterioro de su moneda.

Una joyita, vamos.

Pero quizás lo más relevante es la incapacidad de sus dirigentes de afrontar esta realidad y actuar sobre la principal losa que pesa sobre el país: su escasa competitividad laboral, algo especialmente grave en una economía que se define como eminentemente exportadora.

Pues bien, está a punto de ver la luz un informe de la Boston Consulting Group sobre este particular. En lo poco que del mismo se ha adelantado a los medios figuran tres gráficos específicos sobre de la nación que ponen de manifiesto dicha realidad.

Así,

De los 25 mayores exportadores del mundo, Brasil es el de menor productividad por empleado, un 15% de la de Estados Unidos, que es la que los analistas toman como referencia. Sólo dos elementos de la muestrahan sufrido un descalabro superior al 15% en la última década: la propia Brasil y Australia.

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Algo que se debe fundamentalmente a un repunte significativo de su coste de mano de obra, sin parangón en el resto de las economías emergentes analizadas en el informe. Los salarios, de acuerdo con el estudio, se han más que doblado en su territorio en esos diez años. Pero no es el único factor a tener en cuenta: los costes de suministro energético también se han disparado entre un 60% y un 90%.

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Al que hay que añadir un efecto divisa –20% de apreciación de la moneda desde 2004– que, en la medida que el deterioro de sus variables macro se mantenga, se irá corrigiendo con el paso del tiempo. No en vano, el ajuste desde 2011 ha sido ya significativo al caer desde cerca de los 1,50 reales por dólar a por encima de los 2,20. No se le puede dar, sin embargo y debido a su volatilidad, la misma importancia que a los otros puntos del documento.

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Se trata, por tanto, de la asignatura pendiente de la séptima economía por PIB nominal del mundo en cuya explicación por parte de la consultora americana faltan dos elementos propios de la política fiscal: una presión tributaria excesiva (según la OCDE la recaudación impositiva ha pasado del 31,7% del PIB en 1999 al 38,9% en 2012, por encima de la media de 36,2%) y el elefantismo estatal, fruto de las servidumbres de un modelo de mayorías que hace que el ejecutivo actual esté formado, sin ir más lejos, por 39 ministros. Más que consejos, allí celebran convenciones.

Es la rebeldía ante esta realidad la que ha provocado que, pese a las mejoras laborales y una tasa de paro que se sitúa por debajo del 6%, las reivindicaciones de la sociedad civil en demanda de menos fastos y más beneficios para los ciudadanos –en términos de prestaciones básicas como sanidad y educación– se multipliquen. La población ya ha asumido, de hecho, que la celebración de la propia Copa del Mundo es el escaparate perfecto para sus reivindicaciones. Apenas han asomado la patita. La cosa promete. (FT, "Brazil’s love of pork explain obesity levels in public sector", 07-05-2014)

Ese es el panorama al que se va a enfrentar Dilma Rouseff cuando se presente a la reelección allá por el mes de octubre. Y, aunque el Partido del Trabajo pueda esgrimir que ha desarrollado con éxito políticas para sacar de la exclusión a una parte significativa de sus compatriotas, el tiempo se está empeñando en decir que lo sucedido bajo su mandato y el de Lula ha vuelto a ser, para la tierra de las oportunidades, una ocasión perdida.

Otra más, indeed.

Acaba la Liga, la Copa, la Champions y demáscompeticionesy todos los ojos futbolísticos se vuelven a Brasil, donde en un mes dará inicio el Mundial de Fútbol, preludio de los Juegos Olímpicos de verano que se van a disputar en el país en 2016.

Brasil Exportaciones Productividad Salarios de los españoles