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Lío cainita monumental en el automóvil español
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Alberto Artero

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Lío cainita monumental en el automóvil español

No se entiende muy bien lo que está ocurriendo con el sector de la automoción en España. Tras haber pasado una crisis sin precedentes que ha

No se entiende muy bien lo que está ocurriendo con el sector de la automoción en España. Tras haber pasado una crisis sin precedentes que ha afectado en volumen de actividad y márgenes a todos los actores involucrados -fabricantes, concesionarios y talleres-, cuando las cosas comienzan a pintar mejor en términos de producción, exportaciones y ventas nacionales, en el momento en el que el gobierno ha situado a la industria como modelo de competitividad y le brinda su apoyo económico, las distintas patronales andan a la gresca unas con otras, incapaces como son de implantar la autorregulación que exige Bruselas para no tomar cartas normativas en el asunto. Y eso que la experiencia prueba que cualquier remedio que llegue de Europa tiende a ser peor que la enfermedad.

A la sempiterna polémica entre concesionarios e importadores/productores a cuenta de los contratos de distribución se une ahora la disputa entre las dos principales patronales, la ANFAC del inefable Mario Armero –ejemplo máximo de supervivencia en las esferas- y ANIACAM, gobernada históricamente por Germán López Madrid. La primera integrada por las principales marcas nacionales y la segunda por los distribuidores de fabricantes extranjeros. En el centro de la polémica, la negativa de aquellos aasumir un Código de Buenas Prácticas que es considerada como condición sine qua non por los foráneos para operar en nuestro territorio. Prefieren, por el contrario, seguir como hasta ahora: fijando de manera unilateral lo que consideran o no correcto en su actividad, sin contar con los demás. Ande yo caliente...

Un conflicto en el que priman las ecuaciones personales de los que les va el puesto en ello frente al interés general. Y que no deja de ser el lodo de unos barros que tienen su origen en el entorno comunitario donde los siete grandes -los cuatro alemanes más las dos francesas y Fiat- ejercen sus relaciones con la administración desde la atalaya de su importancia para el conjunto de la industria europea, llegando a ser reconvenida verbal y documentalmente la Asociación que los aglutina, ACEA, por la Comisión Europea por no atender sus convocatorias ni seguir sus requerimientos (como queda meridianamente recogido en los comentarios de los concesionarios al Libro Verde de Malas Prácticas Mercantiles). Su poder sobre el resto de los integrantes del sector, su importancia estratégica y su relevancia local juegan claramente a su favor en caso de conflicto. Y de ello se aprovechan.

Sin embargo, en España han podido tocar hueso.

El problema se ha escalado a lo largo de la cadena administrativa española hasta llegar al Secretario de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, que ha considerado fundada la demanda de los importadores y ha obligado la inclusión de esa materia como parte del orden del día del Comité de Diálogo previsto para este viernes bajo la presidencia de Francisco Cabrillo y con asistencia del propio Legaz. Una intervención que, vista desde un punto de vista objetivo, se antoja surrealista. Solo es concebible que el sector se niegue a regular su conducta contractual y comercial, si tuviera o tuviese algo que ocultar en términos de acciones abusivas, actuaciones concertadas o irregularidades en la cadena de valor. De hecho, con su negativa inicial lo que hace es alimentar, de una manera tal vez irresponsable, la sombra de una sospecha con cierta base empírica. De acuerdo con una encuesta de la UE, el 87% de los distribuidores minoristas en Europa piensan que abunda la mala praxis. Alguien ha aconsejado regular a la patronal nacional.

A partir de este punto, y en caso de aprobarse, se abrirá un ‘grupo de trabajo técnico’ que veremos en qué termina. La alternativa, como señalamos al principio, es que llegue Europa con la fuerza propia de la indiferencia sobre la problemática local y meta a todos, productores, importadores, talleres y concesionarios, en vereda. Lo cual no estaría mal. Sin embargo, la experiencia prueba que un desembarco de este tipo constriñe más que amplia, limita más que desarrolla, cercena más que proyecta. Los unos y los otros tienen que decidir si, ahora que por fin sacaban la cabeza del hoyo en que la crisis les había metido, quieren verse obligados a meterla otra vez dentro.

En sus manos está.

No se entiende muy bien lo que está ocurriendo con el sector de la automoción en España. Tras haber pasado una crisis sin precedentes que ha afectado en volumen de actividad y márgenes a todos los actores involucrados -fabricantes, concesionarios y talleres-, cuando las cosas comienzan a pintar mejor en términos de producción, exportaciones y ventas nacionales, en el momento en el que el gobierno ha situado a la industria como modelo de competitividad y le brinda su apoyo económico, las distintas patronales andan a la gresca unas con otras, incapaces como son de implantar la autorregulación que exige Bruselas para no tomar cartas normativas en el asunto. Y eso que la experiencia prueba que cualquier remedio que llegue de Europa tiende a ser peor que la enfermedad.

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