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Pánico en los consejos: el miedo se apodera de la banca española
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Alberto Artero

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Pánico en los consejos: el miedo se apodera de la banca española

No levanta cabeza la banca española. Tras penar durante años por los excesos cometidos en los años de vino y rosas, después de superar un carrusel

Foto: Pablo iglesias, durante una intervención en el Hotel Ritz (Foto: E. Villarino)
Pablo iglesias, durante una intervención en el Hotel Ritz (Foto: E. Villarino)

No levanta cabeza la banca española. Tras penar durante años por los excesos cometidos en los años de vino y rosas, después de superar un carrusel de regulaciones que nació como una carrera de 100 metros y ha terminado enmaratón, cuando el BCE vuelve a abrir el grifo del crédito dando continuidad a pasadas inyecciones masivas de liquidez, en el momento en el que, salvo que se produzca a nivel europeo una arbitraria elección de cabezas de turco, no cabe esperar sorpresas relevantes en los nuevos stress tests comunitarios, una vez que tienen ya una aproximación del escenario de su cuenta de resultados nacional en margen y provisiones para los próximos años, ahora que la alta bancarización española reconducía la ira popular hacia una normalización de las relaciones de los ciudadanos con sus bancos, va España, toda España comenzando por el PP, y se hace populista para desgracia de nuestras entidades.

Y, lo peor de todo,da la impresión de que el grito que acompañará la algarada será ‘banquero el último’. No es de extrañar que la preocupación se apodere de los consejos de administración de las principales instituciones financieras del país. Cautela que es víspera del miedo; antesala de un pánico veremos si justificado.

Es así. Se trata de un proceso en el que participa no sólo una izquierda cuya fragmentación lleva a sus actores a abrazar posturas cada vez más radicales, sino también un PP que, con su renuncia a la Reforma de la Ley del Aborto o la negativa a participar de manera proactiva en el consorcio internacional para frenar la amenaza del Estado Islámico, busca cautivar a esa parte del electorado socialista moderado a la que espanta el nuevo posicionamiento de su partido.

Un error estratégico de calado ya que, si algo han demostrado los treinta y pico años de democracia constitucional en la piel de toro, es que los conservadores solo tocan el pelo de la Moncloa por deméritos de sus rivales, no por sus propias virtudes, con la única excepción de la segunda legislatura de Aznar, un espejismo de confianza que el propio inspector de hacienda se empeñó en desvanecer a lo largo de su mandato. Fue aquella, de hecho, una oportunidad perdida para cimentar los débiles pilares sobre los que se articuló nuestra transición; una ocasión tan tirada por el retrete como la que está desaprovechando Rajoy, incapaz de comprender el mandato de regeneración que incorporaba su mayoría absoluta.

Es precisamente en su dejación de funciones como hombre de Estado, en la falta de un mensaje que ilusione y reúna a la ciudadanía alrededor de una idea común de país, en el ir por detrás de los acontecimientos y poner por delante lo urgente a lo importante sin propósito de enmienda lo que ha incendiado a unas masas que buscan alternativas y que han encontrado oportuna canalización de sus reivindicaciones en las promesas utópicas de un colectivo como Podemos.

En la tentación por parte de los gobernantes populares de aplacar dicha ira a través de la búsqueda del oportuno blanco alternativo, es donde encaja la posibilidad de una legislación lesiva para el sector bancario que vendría de manera natural si la apuesta bolivarianaque encarnan Pablo Iglesias y sus chicos, y a la que se quiere adherir la izquierda más recalcitrante, llegara al poder. Parece inevitable en ese entorno de necesidad electoralun endurecimiento de la fiscalidad de la banca, tanto a través de nuevas figuras impositivas, como el Impuesto sobre los Depósitos, como mediante el cambio retroactivo de normas tales como el aprovechamiento en ejercicios sucesivosde los créditos tributarios diferidos. Ahí está su temor.

No va a ser inmediato pero llegará. Ahora no es el momento, toda vez que conviene al Gobierno mantener las aguas tranquilas en tanto en cuanto nuestros principales bancos se hallan bajo el escrutinio del Banco Central y de las autoridades europeas. Sin embargo, se trata de una calma aparente. Los anuncios por parte de las propias entidades financieras de una rápida recuperación de los beneficios domésticos en los próximos años, más por reversión de provisiones que por aportaciones de margen, abonan aún más tal posibilidad. Puede que el PP se resista salvo que sea estrictamente necesario. Pero no ocurrirá igual con sus rivales políticos si le desplazan del puesto. La preocupación es alta entre los máximos ejecutivos de la industria.

En contra de lo que se ha publicado, no se debe a la fragmentación del arco legislativo y su incidencia sobre la gobernabilidad de España, sino a la certeza de que vienen curvas por la autopista de los impuestos que les afectan y deque su empeño denodado por recuperar credibilidad, evitar sustos venideros reforzando capital y liquidez y empezar de manera definitiva unnuevomodelo de relación con los clientespueden encontrarse con el peligroso obstáculo de la ley. Con un pero adicional que seguro tienen en mente:la experiencia pruebaque, una vez iniciado ese camino, la expropiación y la confiscación son escenarios más que factibles.

Hacen bien en ponerse la venda antes de la herida.

Spain is not Venezuela. Not yet, I dare to say.

No levanta cabeza la banca española. Tras penar durante años por los excesos cometidos en los años de vino y rosas, después de superar un carrusel de regulaciones que nació como una carrera de 100 metros y ha terminado enmaratón, cuando el BCE vuelve a abrir el grifo del crédito dando continuidad a pasadas inyecciones masivas de liquidez, en el momento en el que, salvo que se produzca a nivel europeo una arbitraria elección de cabezas de turco, no cabe esperar sorpresas relevantes en los nuevos stress tests comunitarios, una vez que tienen ya una aproximación del escenario de su cuenta de resultados nacional en margen y provisiones para los próximos años, ahora que la alta bancarización española reconducía la ira popular hacia una normalización de las relaciones de los ciudadanos con sus bancos, va España, toda España comenzando por el PP, y se hace populista para desgracia de nuestras entidades.