El escándalo de Caja Madrid, sólo la punta del iceberg

Se ha hablado mucho estos días sobre el escándalo de las tarjetas black de Caja Madrid y demasiado poco sobre el proceso que ha conducido a su conocimiento por parte de las autoridades y el público en general. Un correo electrónico conduce a una auditoría interna que, a su vez, revela un desvío de fondos para fines particulares camuflado gracias a un falseamiento contable.El documento termina en manos del FROBque, como dueño de la entidad tras inyectar decenas de miles de millones de euros, lo pone en conocimiento de la Fiscalía para que esta, finalmente, actúe.Ahora deberíacentrarse, consejos vendo y para mi no tengo, tanto en el tema fiscal como en el mercantil, toda vez que durante años fueron aprobadas unas cuentas falsas por los beneficiarios de esta prebenda. Por dar ideas.

Casi nada.

Si el tema ha salido a la luz es porque la casualidad así lo ha querido. Se han unido la perspicacia de observadores avezados, la pulcritud de los actuales gestores, el hecho de que la firma fuera de titularidad estatal y la necesidad colectiva de culpables con cara y ojos a los que responsabilizar del desastre para las arcas del Estado que han supuesto determinados ejercicios de ‘gestión empresarial’ que solo participaban de tal condición por lo que a las elevadas, injustificadas e insuficientes para sus titulares, a la luz de los hechos, retribuciones de sus directivos se refiere. Si no se hubiera dado tal cúmulo de circunstancias, el escándalo permanecería ignotoy muchos de sus autores seguirían medrando en sus respectivos círculos de influencia como si nada.

Sin embargo, es fácil intuir que estamos ante una práctica generalizada que, si no se concretaba de esta manera, lo hacía de otras similares. Es tal el número de abusos que se han ido conociendo en algunas cajas y bancos adquiridos o fusionados como Caja Castilla-La Mancha, CajaSur, la CAM, Caixa Galicia o Cajasol que resulta prácticamente imposible creer en la inmunidad de sus consejeros a esa fiebre de gasto desmedido que afectaba a los colegas de Madrid. En sus distintas formas, ya fuera a través del abuso del balance, crédito ventajoso principalmente, o por medio del uso en beneficio propio de la cuenta de resultados de las distintas sociedades para las que ‘trabajaban’.

Muchas de sus tropelías no verán nunca la luz.

En parte, por dejadez de los compradores, que han preferido reparar las consecuencias de los desfalcos que han encontrado al aterrizar en estas instituciones antes que entrar en sus causas, en la falsa creencia de que la marca adquirida podía resentirse si se removían las partidas más fecales. Mala excusa para un corporativismo injustificado que amplía el nivel de sospecha hacia arriba. En gran medida, también, porque buena parte de las contingencias con las que se han encontrado venían cubiertas porun FROB que igualmente ha situado su mirada más en el deterioro final que en la razón última del mismo, cuando quizás debía –si no lo ha hecho ya, hablo desde la ignorancia– establecer bonificaciones adicionales a los nuevos dueños si ayudaban a fijar responsabilidades.

Hace gracia que Hacienda entre ahora en este tema, la verdad, solo cuando la presión mediática es insuperable. Quizás tampoco le interesaba antes. No en vano, la colusión entre lo público y lo privado es parte sustancial del funcionamiento de la clase política y sindical, comportamiento que da alas a los Podemos y compañía. En este sentido, me pregunto: ¿han renunciado los casi mil representantes públicos del PP a un día de sueldo por ir a la interparlamentaria el viernes?, ¿van a cuenta de sus vacaciones? ¿Qué ocurre con sus remuneraciones cuando se dedican full time durante dos semanas a una campaña electoral? ¿Cuántos almuerzos de partido son a cuenta de los presupuestos generales?Pongo ese ejemplo como podría poner otros tantos de formaciones de todo signo cuyos miembros creen que todo es igual. Y no es así. Otra cosa es que demos por bueno lo que no lo es.

Me temo que este proceso que se ha iniciado en Caja Madrid se va a circunscribir únicamente a la entidad madrileña. No interesa al sistema, entendido como el cúmulo de intereses de unos cuantos que buscan salvaguardar su estatus por encima de todo, que la cosa vaya a mayores. Ya ocurrió con los famosos trajes de Camps. Son cabezas de turco necesarias para que el resto del entramado no se tambalee. Generan mucho ruido, producen pocas nueces. Una pena, la verdad. Porque, como han subrayado tanto Zarzalejos como Carlos Sánchez este mismo fin de semana, así solo se sientan las condiciones para que la estructura actual implosione. Con consecuencias, seguro, imposibles de predecir. Y, previsiblemente, caóticas.

Buena semana a todos.