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Adiós libertad: billetes y monedas, condenados a morir
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Alberto Artero

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Adiós libertad: billetes y monedas, condenados a morir

Es un movimiento discreto pero imparable. El dinero físico está en vías de extinción y será sustituido por otros medios de pago tangibles, caso de las tarjetas

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Es un movimiento discreto pero imparable. El dinero físico está en vías de extinción y será sustituido por otros medios de pago tangibles –como las tarjetas de crédito– o virtuales en un plazo relativamente corto de tiempo. El proceso se está acelerando por momentos, al menos si nos atenemos a las noticias que han ido apareciendo en los últimos días. Los defensores de la libertad y el albedrío que otorga el efectivo –que se lo digan a los black is black– podremos recurrir al bíblico lamento y rechinar de dientes. Nos va a dar igual. El pocket money desaparece y con él nuestra vida estará –aún– más controlada. Todos saldremos perdiendo. O tempora, o mores.

Veamos tres ejemplos concretos:

  1. El pasado 13 de octubre Business Insider se hacía eco de cómo en Suecia sólo una de cada cinco compras se paga en monedas y billetes, lo que llevaba al autor de la información a afirmar que “va a ser el primer país del mundo completamente libre de cash”, algo que algún analista citado en el texto prevé que ocurra en 2030. Los suecos realizan una media de 260 pagos electrónicos por persona y año. Han caído los robos y los costes asociados al manejo de fondos. Los principales problemas de esta transición se derivan de la seguridad en los cobros, según recoge el artículo.
  2. Al día siguiente, la sección Bits del The New York Times publicaba que “un banco francés permitirá enviar dinero a través de tweets”. La iniciativa puede acelerar la implantación en mercados desarrollados de algo muy generalizado en los emergentes, donde los niveles de bancarización son precarios: la transferencia de fondos a través de la mensajería telefónica. El servicio ha sido bautizado como S-Money, es instantáneo y está limitado, de momento, a 250 euros por operación. Algo parecido anunció Facebook con el japonés Rakuten el pasado mes de agosto. Donde está la relación, se facilita la transacción. De cajón.
  3. Por último, este lunes Apple ha activado su particular sistema de pago, Apple Pay, válido únicamente para el iPhone 6 o 6 Plus, que cuenta de inicio en Estados Unidos con 220.000 locales adheridos al mismo. Requiere tanto del dispositivo como de una huella digital, lo que lo hace algo más engorroso, y aún tiene una serie de lagunas por resolver, como subraya The Wall Street Journal en “Apple Pay rolls out… with limits”. Sin embargo, es evidente que el único compañero inseparable de viaje de una parte sustancial de la población es su smartphone. En la medida en que este incorpore tales capacidades, la sustitución del engorroso efectivo por alternativas de este tipo se irá generalizando. No lo duden.

Por tanto, nos encontramos con tres corrientes que parecen dotar a esta transformación de carácter estructural: hábito, se generaliza el uso de esta forma de desembolso, al menos en algunas zonas del planeta; proximidad, que facilita la recurrencia a través de la concentración del resto de los mecanismos de pago –tarjetas y dinero– en algo tan a mano como el móvil; y, por último, extensión a las redes sociales, que puede generalizar la operativa (más en la medida en que nuevas entidades financieras y los Amex y Visa de turno se enganchen a este servicio adicional).

Buscando en el baúl de los recuerdos –uh-uh-uh– descubro que ya en marzo de 2010 realicé una profecía similar a la que encabeza este post: “El dinero en efectivo y las tarjetas de crédito, condenados a muerte”. Recordamos entonces el positivo impacto de su reemplazo por moneda virtual en términos de control del fraude y la corrupción, fiscalización de las cuentas públicas y transparencia en la actividad privada. Y reivindicamos su consideración de paradigma, nuevo estado de las cosas que no se reconoce en el inmediatamente anterior. Bueno para el Madrid. Pecamos de la candidez propia de la juventud.

Cuatro años más tarde, la propia dinámica de los nuevos operadores ha dado alas al negocio de las tarjetas, pero parece ir claramente en contra del efectivo. Más antes que después, su existencia será un vago recuerdo para una sociedad cada vez más conectada y, digámoslo sin ambages, menos humana. Porque lo que nos distingue de los animales es precisamente la libertad, esa que nos permite orientar la voluntad en la conquista de grandes metas. Cederla en aras de un mayor control de no se sabe quién es, seguro, receta para el desastre.

Aun así nos empeñamos en ello. No aprenderemos.

Es un movimiento discreto pero imparable. El dinero físico está en vías de extinción y será sustituido por otros medios de pago tangibles –como las tarjetas de crédito– o virtuales en un plazo relativamente corto de tiempo. El proceso se está acelerando por momentos, al menos si nos atenemos a las noticias que han ido apareciendo en los últimos días. Los defensores de la libertad y el albedrío que otorga el efectivo –que se lo digan a los black is black– podremos recurrir al bíblico lamento y rechinar de dientes. Nos va a dar igual. El pocket money desaparece y con él nuestra vida estará –aún– más controlada. Todos saldremos perdiendo. O tempora, o mores.

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