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Menudo desastre: Dilma Rousseff traerá las siete plagas a Brasil
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Alberto Artero

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Menudo desastre: Dilma Rousseff traerá las siete plagas a Brasil

Dilma Rousseff ha ganado por un estrecho margen las elecciones presidenciales del pasado domingo en Brasil. La derrota del conservador Aécio Neves llena de nubarrones el

Foto: La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, celebra la victoria en las elecciones. (Reuters)
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, celebra la victoria en las elecciones. (Reuters)

Dilma Rousseff ha ganado por un estrecho margen las elecciones presidenciales del pasado domingo en Brasil. La derrota del conservador Aécio Neves llena de nubarrones el horizonte de un país al que el desastre de los cuatro años de gobierno de la candidata del Partido de los Trabajadores parece no haber escarmentado. Algo parecido sucedió en España con la segunda legislatura de un Zapateroal que la inercia económica anterior le dio el aire electoral suficiente como para ser reelegido en el cargo. Las nefastas consecuencias de esa decisión colectiva enla ciudadanía son hoy de sobra conocidas.

A eso es a lo que se expone el estado más grande del cono sur americano.

No han servido para cambiar el signo del voto esos últimos cuatro años en los que el crecimiento económico se ha estancado (1,6% anual, el peor registro de los últimos 125 ejercicios), el progreso social se ha detenido, los servicios públicos se han deteriorado, la productividad se ha hundido y la corrupción ha seguido campando a sus anchas por las cuatro esquinas del país afectando hasta a joyas de la corona como Petrobras. El lamentable efecto exterior de unas obras para el Mundial terminadas deprisa y corriendo en vísperas del evento ni siquiera tuvo un asidero futbolístico en el que consolarse. La derrota 7-1 frente a Alemania no deja de ser metáfora de dos realidades muy dispares, del conflicto entre la ortodoxia y la heterodoxia. La que puede llevar a Brasil a la ruina.

La fórmula que la presidenta ha encontrado para convencer al electorado ha sido, una vez más, la promesa de mayorespolíticas sociales, muchas de las cuales serán de imposible cumplimiento práctico. Sin embargo, faltan en su programa medidas como la imprescindible liberalización de la economía; la reforma laboral, administrativa (solo su gabinete cuenta con 39 ministros) y fiscal (según el Banco Mundial, las empresas brasileñas dedican 2.600 horas a cumplir con su Hacienda frente a las 334 de México); el desarrollo de mejores infraestructuras (sólo el 14% de sus carreteras están asfaltadas y el tratamiento de basuras es casi inexistente); o la implantación de un modelo productivo que reduzca su absoluta dependencia, a día de hoy, del ciclo de materias primas. Contentar al pueblo desincentivando la iniciativa privada no suele ser fórmula de éxito a medio plazo. Más bien lo contrario.

Ese es precisamente el riesgo principal que corre su economía. Dar un paso más hacia el sugestivo camino de la socialdemocracia más extrema. De hecho, la confusión entre lo público y privado es constante en la gran mayoría de las decisiones gubernamentales, primando las más de las veces el interés partidista de unos pocos: los que obtienen rédito electoral o financiero de las mismas.Sólo así se entiende la contradicción entre el discurso populista de Rousseff y las enormes carencias que, en términos de sanidad o transporte, afectan a una parte sustancial de la población y ocasionaron importantes manifestaciones populares en el verano de 2013.

La tentación está ahí. Más en la medida en que la actividad no repunta, la inflación se mantiene a tasas cercanas al 7% -algo a lo que no ayuda la depreciación del real y su impacto sobre el coste de las importaciones-y su rating se asoma peligrosamente al precipicio del bono basura. Medidas intervencionistas recientes, tendentes a controlar la balanza pública, el creciente déficit exterior y los precios pueden ser el inicio de una batería más amplia de iniciativas similares a las ya aplicadas con desastrosas consecuencias en otras experiencias de corte bolivariano o peronista. Algo que ya se siente en el ámbito de particulares y empresas: cae la confianza empresarial, se colapsa la inversión y las distintas casas de análisis reducen al 2% el potencial en términos de aumento del PIB de la vasta nación. Brasil es cada día más una economía intervenida y subsidiada.

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No es de extrañar que la victoria de Dilma Rousseff haya afectado de la manera tan negativa en que lo ha hecho a la bolsa, los bonos y la divisa brasileños, esta última en mínimos desde 2005. Los mercados anticipan lo que no han sabido ver sus anestesiados ciudadanos: la posibilidad cierta de una deriva suicida que conduzca al colapso en caso de que el ciclo mundial de actividad no se recupere. Por si fuera poco, estas elecciones han mostrado dos realidades bien distintas: la del norte pobre y la del sur rico, de las que han surgido 28 partidos con representación parlamentaria frente a los 22 anteriores.Un mal endémico que condiciona sobremanera la gobernabilidad.El juego de mayorías que ha caracterizado la política local se verá puesto a prueba de manera definitiva.

Salvo sorpresa poco probablede un giro radical en las políticas del Partido de los Trabajadores, Brasil puede estar a punto de enfrentarse a los peores cuatro años de su historia económica contemporánea. Sufrirá el país, lo hará el conjunto de Latinoamérica y todos de un modo u otro. No en vano, otraalternativa emergente al mundo desarrollado puededesvanecersepor la incompetencia estructural de sus dirigentes. Ya que el pueblo los juzga con benevolencia, al menos si nos atenemos al resultado de las urnas,esperemos que los manuales los pongan, cuando se escriban,en elsitio que les corresponde. Motivos darán para ello. Make ur bet.

Dilma Rousseff ha ganado por un estrecho margen las elecciones presidenciales del pasado domingo en Brasil. La derrota del conservador Aécio Neves llena de nubarrones el horizonte de un país al que el desastre de los cuatro años de gobierno de la candidata del Partido de los Trabajadores parece no haber escarmentado. Algo parecido sucedió en España con la segunda legislatura de un Zapateroal que la inercia económica anterior le dio el aire electoral suficiente como para ser reelegido en el cargo. Las nefastas consecuencias de esa decisión colectiva enla ciudadanía son hoy de sobra conocidas.

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