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El Titanic se hunde: no hagan caso a los violines
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Alberto Artero

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El Titanic se hunde: no hagan caso a los violines

La semana pasada el Banco Central de Japón decidió de manera inesperada incrementar los estímulos monetarios a su economía.Ante la perspectiva de no alcanzar en 2015

Foto: El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda. (Reuters)
El gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda. (Reuters)

La semana pasada el Banco Central de Japón decidió de manera inesperada incrementar los estímulos monetarios a su economía.

Ante la perspectiva de no alcanzar en 2015 el objetivo de inflación fijado en el 2%, su gobernador, Haruhiko Kuroda, anunció un aumento de las compras tanto de activos públicos como privados. Se incrementa el volumen –que en el caso de ETFs, fondos indexados, o REITs, sociedades tenedoras de inmuebles, multiplica por tres el objetivo interior– y crece el compromiso temporal ya que las nuevas adquisiciones de bonos del tesoro llevarán el vencimiento medio de siete a diez años. Una década empantanados hasta su amortización final o venta que, si se cumple el objetivo perseguido, se producirá sin duda con pérdidas.

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Hace tiempo que la independencia del BoJ quedó en el olvido. Abenomics es un plan combinado de política monetaria, fiscal y ¿reformas estructurales? Sin embargo, sorprende el poco pudor con el que la connivencia entre Estado y supervisor se pone de manifiesto. Así, coincidiendo con la medida, el fondo de pensiones público de Japón comunicó un cambio estatutario que le permitirá invertir en acciones hasta el 25 % de su patrimonio frente al 12% anterior, con una desviación –eso sí– de más/menos 6%, hallándose en la actualidad en el 16.5% (Macrobusiness, “BOJ commits to being irresponsible”, 03-11-2014).

¿Qué se persigue con esto? Esencialmente dos cosas.

Por una parte, que la rueda de la economía financiera siga girando. La represión obliga a los inversores a buscar rentabilidades mayores en activos de riesgo, lo que ayuda a las acciones y deuda de las compañías, que siguen subiendo (Valor Añadido, “Represión financiera: el contubernio secreto de banca y Gobiernos”, 21-03-2014). No en vano, el Nikkei se disparó el mismo jueves un 5%. Se supone que esto tendría, a su vez, dos consecuencias. Al financiarse más barato, las empresas invertirían. No lo hacen, abducidas como están por el virus del cortoplacismo. Prefieren recomprar acciones antes que contratar y/o mejorar los salarios reales aun con la escasez de mano de obra que revelan los gráficos inferiores (VA, “Nadie habla del verdadero culpable del colapso bursátil”, 16-10-2014). Al aumentar la riqueza de los tenedores de los títulos, se debieran facilitar y activar las decisiones de consumo de los particulares. No ocurre, en el caso de los nipones, por un problema demográfico al que se enfrenta también Europa. Los viejos ahorran, por definición. Son temerosos.

Por otra, debilitar la moneda. El yen ya se ha ido a mínimos de siete años contra el dólar. Cualquier depreciación de una divisa tiene una doble implicación. Encarece las importaciones y, por tanto, sirve para traer aumentos de precios a una economía que los está pidiendo a gritos. Ayuda, además, a abaratar las exportaciones, haciendo al país temporalmente más competitivo y aumentando la actividad. El problema es que en lugar de tener los Gobiernos los arrestos de hacer una devaluación directa, mal vista por una ciudadanía que pierde poder adquisitivo y valor de sus bienes, utilizan este subterfugio que compromete sus finanzas por los siglos de los siglos. No sólo eso, al ser un proceso que se desarrolla simultáneamente en casi todas las economías desarrolladas, entran en un círculo vicioso de expansiones monetarias sucesivas sin sentido (Seeking Alpha, “Japan: QE as morphine for a terminal patient”, 02-11-2014). No se les escapa el nivel y la intensidad de las voces que piden al BCE que entre en esa batalla suicida. En esa auténtica guerra de divisas de suma cero en la que se importa inflación y se exporta deflación. China llama a la puerta (muy recomendables en el WSJ, “Japan fires another shot in stealth currency war” y en The TelegraphJapan risks Asian currency war with fresh QE blitz”, ambas del 31-10-2014).

El caso de Japón es especialmente paradigmático porque el desprecio a y la desconexión con la realidad del día a día que suponen estas medidas –cuando los tipos de interés son cercanos a cero, el dinero no circula (ver chart) y, en el caso de Europa, además, hay un problema de exceso de oferta, que no de demanda– se ponen de manifiesto con la decisión simultánea, implantada el pasado mes de abril y que tendrá su continuidad en octubre de 2015, de subir el IVA a la población. Del 5% al 8% entonces y del 8% al 10% de aquí a un año. Algo parecido a lo sucedido en España con la llegada del PP. Teniendo en cuenta que se trata de un impuesto regresivo que penaliza en mayor grado a las rentas más bajas, la receta para el aumento de las diferencias entre ricos y pobres está servida. La desigualdad que da alas a los movimientos políticos más populistas. Quizás de ahí venga esta reacción de última hora de un miembro del Ejecutivo de Shinzo Abe: Reuters, “Japan economy minister calls for fiscal stimulus if Q3 GDP data weak”, 02-11-2014.

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Por eso es difícil entender desde un punto de vista estrictamente racional lo que está ocurriendo en Japón salvo para el inefable Krugman, que lo pone como ejemplo de lo que hay que hacer (NYT, “Apologizing to Japan”, 30-10-2014). Y es aún más incomprensible que sesudos estrategas, analistas y gestores lo alaben sin pensar en sus consecuencias a medio plazo. Claro que, visto su sistema de compensación salarial, ya saben: el vivo al bollo y el muerto al hoyo cuando llegue el momento. Les importa un comino el dolor del mañana ante el placer del hoy.

Nos movemos en territorio ignoto, en coordenadas monetarias desconocidas con anterioridad... que no aventuran nada bueno. El Titanic todopoderoso de los bancos centrales amenaza hundimiento colectivo. Pero los mercados prefieren deleitarse con el sonido de los violines.

Veremos qué sucede en Estados Unidos y en el resto del planeta ahora que la FED ha decidido retirar los estímulos, seis años y pico más tarde. Lo mismo nos tenemos que tragar nuestras palabras pero, uno, USA es USA en toda la amplitud de su poder e influencia y, dos, no hay rival a día de hoy contra el dólar como refugio. Y eso tiene un valor incalculable. No nos hagamos, pues, trampas en el solitario con comparaciones que se caen por sí solas. Más cuando las dudas sobre su efectividad de los sucesivos QE de Bernanke permanecen (BBC, “Has quantitative easing worked in the US?”, 30-10-2014) y este es el desastroso panorama que ha dejado detrás: WaPo, “Child poverty in the U.S. is among the worst in the developed world”, 29-10-2014 o Fortune, “Wealth inequality in America: It’s worse than you think”, 31-10-2014. De esas consecuencias, seguro que no nos libramos.

La semana pasada el Banco Central de Japón decidió de manera inesperada incrementar los estímulos monetarios a su economía.

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