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Un mundo de idiotas: llega la 'Generación P'
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Alberto Artero

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Un mundo de idiotas: llega la 'Generación P'

Somos una generación pegada a una pantalla.El despertador es la pantalla del móvil, nos guía como brújula la pantalla de un navegador, una pantalla es nuestra

Somos una generación pegada a una pantalla.

El despertador es la pantalla del móvil, nos guía como brújula la pantalla de un navegador, una pantalla es nuestra herramienta de trabajo y ¡ay del día que se estropea!

Aún nos encanta la tele, cualquier tele, la hedionda y la excelsa, si es que queda algo de esta última. La pantalla de la tele.

Nos relacionamos a través de una pantalla, compramos por medio de ella, es ya nuestro banco. Difundimos nuestra vida, verdadera o de pequeño Nicolás, a través de múltiples pantallas: escritorio, tableta, smartphone.

Matamos el tiempo muerto pegados a una pantalla, decidimos nuestro ocio desde las sugerencias de una pantalla. Nos metemos en la cama con ella o ellas, menage à trois tecnológico,no vaya a ser que nos hayamos perdido algo.Y, si se tercia, con quien toque, seres de carne y hueso prescindibles. ¿Para qué los necesitamos?: ya está la pantalla.

Nos hemos convertido, sin darnos cuenta, en la Generación P, de pantalla.

Piensen ahora en las horas que pasan pegados a ella. Analicen su nivel de dependencia, las consultas que realizan al día a las llamadas perdidas, SMS, MMS, Line, WhatsApp, Messenger de BlackBerry. Correo corporativo, correo personal; una cuenta, dos cuentas, tres cuentas que hay que estar a to. Facebook, Twitter, LinkedIn, Instagram, YouTube. Google Maps, Earth y buscador;¡no sin mi Google!Las múltiples aplicaciones que tienen descargadas: para correr, para comer, para… respirar. Los programas de televisión que se tragan, los videojuegos a los que entregan sus horas mientras la vida pasa a su lado sin que se enteren. Ya se arrepentirán.

Ahora reflexionen sobre lo que hacían antes, cuando todo eso no existía y su tiempo era de usted y no de su vinculación obsesiva a esas pantallas. Cuando lo importante era estar, no contar; hablar, no chatear; acariciar, no envidiar las mentirosas caricias ajenas de vidas impostadas; disfrutar sin la prisa de tener que contarlo.

Dedíquenle un minuto a pensar en ello. O dos. O tres. Pongan en un papel todo lo que gira en su día a día alrededor de las pantallas.

¿Viven mejor o peor?

Cada uno tendrá su respuesta. Lo mismo es que no se puede ya vivir de otra manera.

Lo que sí les aseguro es que no somos más humanos, sino menos.No somos más sociales, no se engañen. Sin calor físico, es imposible. Las relaciones no son estadísticas de una red social. No somos más libres, no se engañen. En todo caso más manipulables. Nos llevan donde quieren minimizando nuestro esfuerzo. No estamos más informados, no se engañen. El ruido es abundante, el criterio escaso. No somos, en definitiva, mejores personas, sino más robots.

Y, ya saben, sin inteligencia y programación, las máquinas son perfectas idiotas.

A esonos encaminamos.

Puede que McCoy sea el único tontolaba a quien le preocupe el impacto de todo esto sobre el futuro del hombre, sobresus relaciones, su capacidad de observación, su habilidad para desarrollarse plenamente en labúsqueda de la felicidad. Lo que esto supone en términos de estar o no estar, de exclusión; en términos de incentivos falaces, de jerarquización irreal que cambia los criterios que la determinan; en términos de dependencia a una tecnología de obsolescencia irreal que conduce a un gasto desaforado.

No lo sé.

El post es muy básico para facilitar el debate.

Por empezar provocadoramentela semana.

Somos una generación pegada a una pantalla.

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