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Santander espabila por fin: mejor una vez rojo que cien colorao
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Alberto Artero

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Santander espabila por fin: mejor una vez rojo que cien colorao

Se acababa de iniciar el mes de septiembre de 2014 y caían chuzos de punta en los pasillos de la Ciudad Financiera del Santander. A pocas

Foto: La presidenta del Banco de Santander, Ana Botín (EFE)
La presidenta del Banco de Santander, Ana Botín (EFE)

Se acababa de iniciar el mes de septiembre de 2014 y caían chuzos de punta en los pasillos de la Ciudad Financiera del Santander (ver cotización). A pocas semanas de conocerse el resultado de los stress tests de la banca europea, el BCE ponía en tela de juicio determinadas provisiones del primer banco español. De ser finalmente incrementadas, su capital se podía resentir hasta situarse muy cerca del umbral mínimo del 5,5% establecido por el supervisor para el peor de los escenarios posibles. La firma tuvo que trabajar aceleradamente para salvar ese inesperado match ball que afectaba al pilar básico en el que se sustenta la confianza de los stakeholders de cualquier institución financiera: la solvencia. Y, aunque todo se quedó en una falsa alarma, muchos de la casa, y en especial su entonces director financiero, José Antonio Álvarez, responsable último, se quedaron con la copla. Vaya que sí.

Había llegado la hora. En sus múltiples reuniones alrededor del planeta con inversores y accionistas institucionales, dos cuestiones afloraban de manera recurrente: el bajo nivel de recursos propios frente al resto de los competidores sistémicos y su insostenible política de dividendos con repartos que, en años consecutivos, habían superado el 100% del beneficio, impidiendo la recapitalización de la sociedad de origen cántabro por esta vía. El susto vivido debía actuar como catalizador para el cambio. Sin embargo, ni Emilio Botín ni su lugarteniente Javier Marín, confiados en la recuperación paulatina de la ratio hasta 2019, estaban dispuestos a ceder. Ambas cuestiones llegaron a convertirse en tema cuasi tabú en la organización hasta el punto de que, cuando desde esta misma columna se nos ocurrió poner estos debates encima de la mesa, el cierre de filas de los interlocutores del banco fue total. No hay issue.

Pues sí que ha habido finalmente un issue, pero distinto y por importe de 7.500 millones de euros, alrededor del 10% de la base de capital. Ha bastado para ello el cambio de una simple letra, la F de Finance por la E de Executive en la tarjeta de Álvarez, amén del reemplazo forzoso del presidente. Sabedor de dónde se juega las lentejas la entidad en los próximos meses, consciente de las exigencias que van a venir de Fráncfort a partir de ahora, ha aprovechado la primera oportunidad que se le ha presentado para dejar el tema cerrado de una vez y para siempre. No en vano, se trata de la segunda mayor colocación en la industria europea de la historia. Si anticipamos con su designación un “ajuste a la realidad” en ese ámbito, con la operación anunciada hoy ha cumplido y con creces, hasta el punto de atreverse con una reducción de la retribución al socio del 65% que sitúa el payout entre el 30% y el 40%, por debajo incluso del 47% de 2007. Los que pensaban, caso del FT, que el nuevo CEO era "parte del mobiliario" descubren ahora con sorpresa que se mueve. Y de qué manera.

Puede que las manos fuertes del mercado estén encantadas con ambas decisiones. Seguro que lo están. Pero no cabe duda de que el gran damnificado son los minoristas. No sólo porque el método empleado de colocación les priva de su derecho de suscripción preferente y, por ende, les diluye forzosamente, amén de impedirles participar al descuento que finalmente se fije, sino también porque ven sus rentas procedentes del Santander –fueran en acciones o en efectivo, cuyo importe, por cierto, se duplica– sustancialmente mermadas, al menos de momento. Probablemente no habría otra manera de hacerlo dado el aumento significativo de la volatilidad en las últimas fechas, pero es evidente que a la red, que tantas tragaderas ha tenido con problemas pasados y tanto apoyo ha dado a la entidad cuando más lo necesitaba, se le ha dejado fuera de esta transacción. Le queda el consuelo, no obstante, del impacto que la medida va a tener sobre la visibilidad a corto y medio plazo del banco y, se supone, sobre su cotización.

El nuevo equipo directivo, haciendo honor a sus colores, ha decidido por fin ponerse una vez rojo y dejar de andar por la vida coloraos tratando de justificar las propias e innecesarias vergüenzas. Hace muy bien. Era lo que tenía que haber sucedido hace tiempo. Que no está el patio para sustos...

Se acababa de iniciar el mes de septiembre de 2014 y caían chuzos de punta en los pasillos de la Ciudad Financiera del Santander (ver cotización). A pocas semanas de conocerse el resultado de los stress tests de la banca europea, el BCE ponía en tela de juicio determinadas provisiones del primer banco español. De ser finalmente incrementadas, su capital se podía resentir hasta situarse muy cerca del umbral mínimo del 5,5% establecido por el supervisor para el peor de los escenarios posibles. La firma tuvo que trabajar aceleradamente para salvar ese inesperado match ball que afectaba al pilar básico en el que se sustenta la confianza de los stakeholders de cualquier institución financiera: la solvencia. Y, aunque todo se quedó en una falsa alarma, muchos de la casa, y en especial su entonces director financiero, José Antonio Álvarez, responsable último, se quedaron con la copla. Vaya que sí.

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