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Telefónica, Indra y el vomitivo cortijo empresarial español
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Alberto Artero

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Telefónica, Indra y el vomitivo cortijo empresarial español

El hambre y las ganas de comer. Si hay dos compañías que en España han hecho bueno el no te fijes en lo que dicen, mira

Foto: El presidente de Telefónica, César Alierta. (EFE)
El presidente de Telefónica, César Alierta. (EFE)

El hambre y las ganas de comer. Si hay dos compañías que en España han hecho bueno el no te fijes en lo que dicen, mira lo que hacen, son Telefónica (ver cotización) e Indra (ver cotización). Por supuesto, ambas se han apropiado del gobierno corporativo como su bandera, la conveniencia es la conveniencia. Sin embargo, bajo la apariencia de lo correcto, han proliferado en su seno prácticas más propias de cortijo andaluz que de empresa multinacional al servicio de sus accionistas. Ahora unen sus destinos en una operación vergonzosa que solo se justifica desde el interés político por resolver un problema enquistado. En fin, luego nos quejaremos de determinados editoriales críticos en la prensa extranjera que se limitan a poner los puntos sobre las íes. Spain is different, pero a peor.

Si hay alguien que sabe moverse en la fina línea entre lo público y lo privado, es César Alierta. No en vano, tratándose como se trata el suyo de un negocio regulado, va en el sueldo. Si resulta que el ministro del negociado que ha aprobado tu reajuste de plantilla se queda en la calle, qué menos que meterlo en nómina con sueldo de ejecutivo de pro. Si de lo que se trata es arreglar un papelón a la Casa Real, nada como crear una sede en Washington donde no hay negocio ni expectativa de tenerlo, para aparcar temporalmente un yernísimo, eso sí, a coste de embajador plenipotenciario, que el jogging es lo que tiene. Si, finalmente, seré tu amante bandido, hay que reforzar equipos de marketing internos, qué mejor modo de buscar candidatas entre entidades financieras en proceso sucesorio. Y así sucesivamente.

Lo de Indra es bien distinto. Javier Monzón ha preferido siempre desfacer entuertos empresariales antes que resolver problemas personales, que el negocio es el negocio, favor con favor se paga, y nunca se sabe por dónde va a sonar la flauta. Sin desechar eso sí, el aprovechar los huecos que pudieran surgir en Recursos Humanos para colocar a quien fuera menester, no seamos puristas que entre 3.000 trabajadores si hay que hacer un hueco se hace. Ni frecuentar al emérito, hedge que para su desgracia venció con su abrupta abdicación. Negocios con los Pujol, con Felipe González y con la propia Ana Patricia Botín, que aparcó alli su aventura puntocom, Razona. Y con tantos y tantos otros como medio para blindar, en última instancia, la propia posición frente al deseo de terceros de ocupar un puesto tan goloso como el suyo. La ambición humana, que no atiende a razones, y se hace fuerte más por lo que calla que por lo que cuenta. Qué cosas, ¿verdad?

Pues bien, es precisamente en la resistencia del presidente de la tecnológica a abandonar su puesto, como deseaba el Gobierno tras haber tomado la SEPI “por cuestiones estratégicas”, el 20% del capital que estaba en manos de Bankia –forma de blindar de paso muchos secretos atesorados por la firma–, lo que ha obligado al equipo Mariano Rajoy a acudir al primo de Zumosol, Telefónica. Con su entrada en el capital, a la que siendo benevolentes se le podría buscar un racional económico dentro de un proceso de segmentación de divisiones en la nueva participada, fuerza el cambio de rumbo en el equipo de gestión que, por si había alguna duda, se concreta en el aterrizaje de Abril Martorell, uno de los comodines del primer responsable de la operadora. El atrincherado, por su parte, se rinde con 14,5 millones de euros en su cuenta, nunca un silencio fue tan barato. Y todos tan contentos.

¿De verdad nadie va a decir nada?

Vamos a ver, ya está bien. O sea, que es lo normal que alguien compre hasta un 6% de una firma cotizada solo para promover un cambio de roles directivos en un claro caso de injerencia política. Pues miren, yo me bajo en la próxima y el último que apague la luz. De verdad. Qué ganas tengo de que lleguen los activistas accionariales a España, esos que no dudan en recordar a los administradores quién les paga; por qué sus cagadas (ay, O2, O2) no pueden quedar impunes; la necesidad de que su propia permanencia sea subsidiaria al interés de la sociedad y no al revés; por qué el órgano de gobierno de cualquier empresa es su Junta, y es ahí donde se han de plantear debates ahora imposibles dado el grado de anestesia existente, and so on and so forth. Sufrirán los malos. Pero ganará España, su percepción internacional y su marca. Y, siendo así, todos nos veremos beneficiados.

Buen fin de semana a todos.

El hambre y las ganas de comer. Si hay dos compañías que en España han hecho bueno el no te fijes en lo que dicen, mira lo que hacen, son Telefónica (ver cotización) e Indra (ver cotización). Por supuesto, ambas se han apropiado del gobierno corporativo como su bandera, la conveniencia es la conveniencia. Sin embargo, bajo la apariencia de lo correcto, han proliferado en su seno prácticas más propias de cortijo andaluz que de empresa multinacional al servicio de sus accionistas. Ahora unen sus destinos en una operación vergonzosa que solo se justifica desde el interés político por resolver un problema enquistado. En fin, luego nos quejaremos de determinados editoriales críticos en la prensa extranjera que se limitan a poner los puntos sobre las íes. Spain is different, pero a peor.

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