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Grecia y Varufakis revelan las mentiras de la hipócrita Europa
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Alberto Artero

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Grecia y Varufakis revelan las mentiras de la hipócrita Europa

Se las prometían muy felices los griegos hasta que, a última hora de la tarde del miércoles, Mario Draghi decidió poner fin al game of chicken

Foto: Yanis Varoufakis (Reuters)
Yanis Varoufakis (Reuters)

Se las prometían muy felices en Grecia hasta que, a última hora de la tarde del miércoles, Mario Draghi decidió poner fin al game of chicken planteado por el nuevo Ejecutivo heleno y dejar al conductor rival con el motor gripado casi antes de empezar. Y eso que la reunión del supervisor con Yanis Varufakis ese mismo día había sido cordial según informaron las partes, que si no… ¿No querías Teoría de los Juegos? Pues toma dos tazas, majete.

Atrás quedaba un planteamiento preliminar del ministro de finanzas, expuesto a través de las páginas del Financial Times, consistente en la sustitución de las obligaciones financieras actuales del aún miembro de la Eurozona por deuda ligada al crecimiento del PIB por una parte, como si este fuera un indicador exento de sospecha, y/o por bonos a perpetuidad a un tipo cerrado de antemano, por otra.

(vía FT)

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Vayan o no adelante estas ideas –que parece que no–, llama la atención que buena parte del debate entre los analistas se haya centrado en la primera de las propuestas, habiéndose descartado de inmediato la segunda bajo el argumento de que cómo se van a hacer cargo de esta manera tan explícita generaciones futuras de irresponsabilidades políticas presentes.

Valiente chorrada.

El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

De facto, a día de hoy el endeudamiento público de buena parte de las economías desarrolladas es impagable… aun sin tener en cuenta sus compromisos de pensiones derivados del modelo de Estado del bienestar. Añádanlos y esa realidad sería más palmaria todavía. Además, siendo porcentajes que, en la mayoría de los casos, supera el 100% del PIB, un coste de financiación superior al crecimiento anual de la riqueza nacional agudiza el problema por el lado de los intereses, generando un círculo vicioso de default potencial. Si a ello añadimos esa productividad marginal negativa de la deuda de la que tanto venimos hablando últimamente, el cóctel para el desastre está servido.

Todos los Gobiernos fían la solución de esta imposible ecuación al advenimiento de un milagro de crecimiento, al papel de los bancos centrales deprimiendo tipos y generando inflación y, en menor medida, votos son amores que no buenas razones, a un ajuste del gasto o a una quita. Sin lo uno, ni lo otro ni lo de más allá, solo les queda confiar en que en el futuro habrá dinero en tiempo y forma a un precio razonable según se vayan produciendo los vencimientos de lo debido. Como si lo vivido en 2012 en la periferia de Europa hubiera sido un mal sueño.

Desde esa óptica sustituir roll over infinito de apalancamiento soberano por perpetuidad a favor del banco central a un tipo de interés fijado de antemano y sujeto a una condicionalidad no parece una propuesta tan descabellada. Al menos es más realista que el esquema actual, toda vez que facilita una planificación financiera ajena a los vaivenes del mercado.

Eso sí, para que funcionara debería participar de las siguientes características. Contar con un techo nominal absoluto, no relativo y sujeto a estadísticas oficiales de conveniencia, no ampliable (en la medida en que una economía creciera, su porcentaje sobre el total caería; si se necesitaran más fondos, el ajuste de gasto sería inevitable); con un coste financiero asociado bonificado y asumible por el deudor (inicialmente por debajo de la tasa de crecimiento estimado para un quinquenio, por ejemplo; revisable entonces); sujeto a unos requisitos en términos de reformas a acometer y mejoras en la posición fiscal (algo esto último que iría implícito en la primera de las restricciones y ya ha sido aceptado por Varufakis, vid infra); dentro de un plan de mayor integración europea que actúe como eje vertebrador de los cambios propuestos a nivel trasnacional. Cada cinco años, ambas partes fijarían la conveniencia de su redención o sustitución por un esquema de funcionamiento abierto.

(vía FT)

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Un planteamiento muy básico del que espero sus comentarios y que contaría con dos ventajas: por una parte, permitiría reducir la volatilidad actual en la deuda pública y, por tanto, legislar a muchos políticos de la región con tranquilidad y sin la presión a corto plazo del impacto en los mercados de sus iniciativas; por otra, puesto que el canal bancario de transmisión de la política monetaria está roto y se ha optado por esta vía, fijar una alternativa no indiscriminada que ayude realmente a quien lo necesita y limite, al ser un programa cerrado, el efecto crowding out sobre el conjunto del sistema.

Evidentemente, las objeciones a su implantación serían múltiples, casi todas ellas compartidas por un servidor. Rentabilidad, plazo, riesgo moral (limitado, ya que la responsabilidad se deja en el deudor)… lo que sea. Pero, a grandes males, grandes remedios. El patio está muy complicado. No va a haber vencedores ni vencido de la cuestión griega. Todos perderemos. Es hora de establecer soluciones y criterios extrapolables a naciones con circunstancias potencialmente similares. Si cada uno de los que nos dedicamos a esto del tuttologing dedicáramos un ratito entre partido de los niños y partido de los niños en parir una idea, como ha sido el caso, al menos tendríamos dónde elegir.

Es la única finalidad de esta propuesta, genialidad o idiotez supina.

A su sumarísimo juicio me someto.

Buena semana a todos.

Se las prometían muy felices en Grecia hasta que, a última hora de la tarde del miércoles, Mario Draghi decidió poner fin al game of chicken planteado por el nuevo Ejecutivo heleno y dejar al conductor rival con el motor gripado casi antes de empezar. Y eso que la reunión del supervisor con Yanis Varufakis ese mismo día había sido cordial según informaron las partes, que si no… ¿No querías Teoría de los Juegos? Pues toma dos tazas, majete.

Grecia Mario Draghi