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Día 11 - Venezuela lastra a Podemos
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Javier Caraballo

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Día 11 - Venezuela lastra a Podemos

Lo que comienza a alejarse de Podemos es su objetivo de convertirse en fuerza mayoritaria de la izquierda. Y en el punto de inflexión entre el crecimiento de los primeros meses y el estancamiento actual se encuentra Venezuela

Foto: El ninot de Pablo Iglesias como vidente se puede ver en una de las muchas fallas que hay en Valencia estos días. (EFE)
El ninot de Pablo Iglesias como vidente se puede ver en una de las muchas fallas que hay en Valencia estos días. (EFE)

La primera equivocación de muchos con respecto a Podemos fue imaginarlos como una anécdota, una pompa de jabón que explotaría en el aire sin dejar más rastro. No era así, claro, no eran tres frikis ocasionales, que desaparecerían del mapa como quien levanta una acampada de varias semanas en la puerta del Sol, pasan los servicios de limpieza, baldean los adoquines, y todo vuelve a ser igual.

La segunda equivocación, consecuencia de la primera, fue pensar que no tendrían capacidad para organizarse, ni como partido político ni, desde luego, para presentarse a unas elecciones en España, distintas a las Europeas, que requieren de más infraestructura territorial y cohesión interna. Pues ya ven, Podemos es partido político y tiene una estructura jerárquica clásica que se extiende progresivamente a toda la geografía española.

En estas elecciones andaluzas se está viendo; se les puede ver en un pueblo del interior recorriendo las calles, equipados con sus camisetas moradas, y repartiendo propaganda sectorial con los problemas de ese pueblo en cuestión. Cualquiera que entienda de campañas electorales, convendrá que se requiere de una buena infraestructura y, desde luego, de financiación para descender en la propaganda electoral hasta esos pueblos de 20.000 habitantes, como los vi hace unos días en Montilla.

La tercera equivocación, que todavía se arrastra, ha sido la de considerar a Podemos como una banda de agentes peligrosos, demonios con tridente y una llamarada de fuego en la punta del rabo. Con cada andanada empapada de bilis, con cada insulto que se ha utilizado con profusión para descalificarlos, lo único que han conseguido quienes pretendían acabar con ellos ha sido fortalecerlos ante su electorado potencial. Por la simple asociación de ideas que se produce cuando alguien, como los dirigentes de Podemos, inician una batalla política contra lo que llaman ‘la casta’, y sobreviene una reacción en tromba, visceral, contra ellos, exagerándolo todo. Dicho de otra forma, mucha de la gente que atendió el fenómeno de Podemos desde el principio, que vio en ellos una válvula de escape al hartazgo de la corrupción y los recortes sociales de la crisis, encontró en las paletadas de estiércol que les lanzaban, la principal razón de peso para apoyarlos. Es la vieja ecuación cervantina: ladran, luego cabalgamos. Desde el principio, como sucede con todo, ha sido el tiempo y la crítica razonable a la inconsistencia de muchas de sus propuestas la que ha ido mermando las expectativas de Podemos, una fuerza política que ya parece estancada en todas las encuestas.

Ya pueden tener supermercados desabastecidos en Caracas, que no habrá ni un dirigente de Podemos al que se le escuche una mala palabra contra Venezuela

Pero, ¿sólo eso? No, ésa es la cuestión, como quizá pueda comprobarse en estas elecciones andaluzas. A ver, lo que ha conseguido hasta ahora Podemos, no lo ha logrado ninguna otra fuerza política en la democracia española. En menos de un año, se ha convertido en la tercera fuerza política de España y puede entrar, como ahora en el Parlamento andaluz, con un peso decisivo para conformar gobierno o hacer oposición. Pero lo que comienza a alejarse de Podemos es su objetivo de convertirse en fuerza mayoritaria de la izquierda española. Y en el punto de inflexión entre el crecimiento exponencial de los primeros meses y el estancamiento actual se encuentra Venezuela.

La misma gente que reaccionaba a favor de Podemos ante los excesos con los que se juzgaba a sus dirigentes, no puede entender ahora cómo esa fuerza política es incapaz de condenar un régimen viciado, corrupto y autoritario como el de Venezuela. Hablamos de un electorado potencial de izquierda que comenzó a ver en Podemos el ‘voto útil’ frente al Partido Popular y que se retrae cada vez que los oye defender el régimen de Maduro.

Ya pueden tener cuentas en Andorra y supermercados desabastecidos en Caracas, que no habrá ni un dirigente de Podemos al que se le escuche una mala palabra contra el Gobierno de Venezuela. A pie de calle, ése es el pálpito que empieza detectarse ante la inminencia de las elecciones andaluzas. A pie de calle, Venezuela es uno de los principales lastres de Podemos. Si la irrupción espectacular de Podemos tenía la fórmula mágica de haber sabido conectar con un estado de opinión mayoritario, ahora el mismo sentido común le dice a muchos que aquí nadie quiere verse como en Venezuela. Mucha gente que se entusiasmó con Podemos, que vio en ellos una nueva izquierda, era gente normal. Sucede que lo sigue siendo: normal. Y sólo con gente normal se construye una fuerza política mayoritaria.

La primera equivocación de muchos con respecto a Podemos fue imaginarlos como una anécdota, una pompa de jabón que explotaría en el aire sin dejar más rastro. No era así, claro, no eran tres frikis ocasionales, que desaparecerían del mapa como quien levanta una acampada de varias semanas en la puerta del Sol, pasan los servicios de limpieza, baldean los adoquines, y todo vuelve a ser igual.