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Un marciano en la política española
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José Antonio Zarzalejos

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Un marciano en la política española

Estamos ante un tipo peculiar, distinto, que dice una cosa y su contraria y que, en términos políticos, podría ofrecer días de gloria a la actualidad política de nuestro país

Foto: El director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso. (EFE)
El director de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso. (EFE)

Daniel de Alfonso fue ayer protagonista –del brazo del ministro del Interior, competente para supervisar el proceso electoral del domingo (¡¡¡)- de dos episodios adicionales que lo sitúan en el terreno de una excentricidad política con escasos precedentes en nuestro país. El todavía director de la Oficina Antifraude de Cataluña, nombrado por CiU, PP y PSC en 2011, magistrado en excedencia y, al parecer, muy próximo a la extinta Unió Democrática, se encampanó ayer ante los diputados catalanes en una comparecencia para no olvidar –superó a la de Jordi Pujol- y, según una nueva grabación, se ofreció en su momento para derribar a Artur Mas de la presidencia de la Generalitat, proponiendo su sustitución por el entonces consejero de Justicia, Germá Gordó.

Es un clamor que Daniel de Alfonso acostumbraba a grabar sus conversaciones con los más variados interlocutores, fueran políticos, jueces o periodistas. Que es un hombre metódico que apunta y anota en fichas todos los pormenores de su trabajo (fecha de las reuniones, lugar, asistentes, temas abordados) y que, pese a que su gestión no registra logros subrayables que se conozcan –él apela a las memorias anuales- se movía en Barcelona y en Madrid con la soltura de quien tiene poderosa información sobre la clase política con la que se relacionaba. Estamos ante un tipo peculiar, distinto, que dice una cosa y su contraria y que, en términos políticos, podría ofrecer días de gloria a la actualidad política de nuestro país.

Para rescatar al ministro del Interior dejó entrever que hay “mierda” política para todos y que estaría dispuesto a ponerla en el mostrador

Vayamos por partes: toda la información que pueda ser delictiva, De Alfonso la tiene que trasladar al ministerio fiscal sin reservarse ningún 'as' en la manga; no es lícito de ninguna de las maneras investigar –sea a instancias propias o de cargos políticos- y sin indicios judicializados, a ciudadanos alguno, desempeñe o no responsabilidades públicas; tampoco es lícito efectuar grabaciones sin autorización de los interlocutores y, por fin, si conoce cabalmente malas prácticas de políticos en el Gobierno o en la oposición, debe denunciarlas en el Parlamento de Cataluña que es la Cámara que le nombró en 2011 para un período de nueve años y que, con seguridad, le va a cesar la próxima semana.

De Alfonso, para rescatar al ministro del Interior, dejó entrever que hay “mierda” política para todos y que estaría dispuesto a ponerla en el mostrador de la carnicería en la que se ha convertido la vida pública española. La cuestión es que ni él ni Jorge Fernández Díaz tienen sencilla escapatoria y el intento elusivo de ayer del director de la OAC no hizo sino empeorar las cosas y perfilar a un personaje que, en combinación con la ineptitud del titular de Interior –además de sus erráticos principios de deontología política- resulta un auténtico marciano en el paisaje público español.

Mientras el presidente del Gobierno aplica la terapia de la relativización al escándalo, De Alfonso lo hizo crecer un poco más y es muy posible que hoy se inflame con nuevas revelaciones todas ellas constitutivas de lo que en Derecho Administrativo se conoce como “desviación de poder” que consiste en la utilización de facultades y competencias para fines distintos a los queridos por el ordenamiento jurídico. Es posible –y lo hemos visto- que en la política aterricen extraterrestres como De Alfonso con interlocutores tan menores como Jorge Fernández Díaz, pero deben quedar fuera del espacio público, privados de sus poderes y facultades, fulminantemente, para conservar la dignidad, no ya de la política, sino de la ciudadanía. Que vota –ya veremos cómo- el domingo.

Daniel de Alfonso fue ayer protagonista –del brazo del ministro del Interior, competente para supervisar el proceso electoral del domingo (¡¡¡)- de dos episodios adicionales que lo sitúan en el terreno de una excentricidad política con escasos precedentes en nuestro país. El todavía director de la Oficina Antifraude de Cataluña, nombrado por CiU, PP y PSC en 2011, magistrado en excedencia y, al parecer, muy próximo a la extinta Unió Democrática, se encampanó ayer ante los diputados catalanes en una comparecencia para no olvidar –superó a la de Jordi Pujol- y, según una nueva grabación, se ofreció en su momento para derribar a Artur Mas de la presidencia de la Generalitat, proponiendo su sustitución por el entonces consejero de Justicia, Germá Gordó.

Daniel de Alfonso Parlamento de Cataluña