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¿Aguirre es así o se entrena?
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José Antonio Zarzalejos

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¿Aguirre es así o se entrena?

La presidenta de los populares madrileños es una populista liberal con un temperamento mal controlado y algo de atrevida ignorancia. Si no gana la alcaldía a la capital, el golpe será histórico

Foto: Esperanza Aguirre visita El Hormiguero. (Cordon Press)
Esperanza Aguirre visita El Hormiguero. (Cordon Press)

Con Esperanza Aguirre no caben términos medios: o adhesión o aversión. Lo que para unos es una política excéntrica y disparatada, para otros es una lideresa valiente y comprometida. Lo que para unos es pura improvisación, meteduras de patas y lapsus, para otros es toda una panoplia de recursos personales y dialécticos para atacar a los contrarios. Confieso el desconcierto. No alcanzo a saber, cabalmente, si Aguirre es como es porque temperamentalmente le sale serlo o si su perfil público es una escenificación fruto de una estrategia política. O sea, que se entrena en la forma más eficiente de dar la nota.

Lo cierto y verdad es que no hay charco en el que Aguirre no se meta. Haciendo o diciendo. En el primer caso, ¿cómo entender su comportamiento en la Gran Vía madrileña enfrentándose a los agentes de movilidad y a la policía municipal, por lo que será juzgada por una falta de desobediencia? En el segundo, ¿puede la candidata a la alcaldía de Madrid esperar que los dirigentes de Podemos se queden impertérritos sin querellarse cuando los acusa de “estar con ETA”? Entre una cosa y la otra, arremete contra La Sexta –la acusa de mentir– después de acudir –¿por qué fue?– a una entrevista de la cadena el sábado pasado en prime time. No hay tecla que no toque ni tema que evite, sea de su partido o de los ajenos.

Lo que resulta seguro es que Esperanza Aguirre pasa del Partido Popular, que se ha convertido para ella en una mera plataforma para la candidatura a la alcaldía de Madrid. Su forma de relacionarse con Cristina Cifuentes y de confeccionar las listas para el Ayuntamiento y la Comunidad delata sus ambiciones personales futuras –que reclaman, sí, la alcaldía, pero no sólo– en las que nada resulta un obstáculo insalvable. Se ha desembarazado de sus colaboradores más íntimos –López Viejo, Francisco Granados, el propio Ignacio González– por razones diferentes, pero siempre con argumentos que cabalgan entre la ingenuidad y el cinismo.

Si logra la alcaldía, será un éxito que ofrecerá a su partido tardes de gloria disidente. Y, si cae en el intento, el castañazo será histórico

 

Aguirre es una populista liberal que quiere bajar a la mitad el IBI y expulsar de la calle a los indigentes; incompatible con las tesis de Podemos –le niega a Manuela Carmena, incluso, su condición de juez profesional y se queda tan ancha–, acordaría con los de Iglesias “plantar árboles en Madrid”. Se le ocurre que Correos es megalómana como sede del Ayuntamiento –“no lo pisaré”, ha dicho– pero desconoce que el regreso a la Casa de la Villa ya no es posible. Y se retiró enfáticamente de la política hace tres años, y está de nuevo en ella metida de hoz y coz.

Creo por eso que Aguirre es el resultado de un temperamento mal controlado, dosis no pequeñas de ignorancia atrevida y, a la vez, de estrategia política que desprecia las convenciones habituales en sus colegas. Si logra la alcaldía será un éxito que ofrecerá a su partido –y a Rajoy– tardes de gloria disidente. Y si cae en el intento – Ciudadanos la teme más que a un nublado–, el castañazo será histórico. No es Aguirre mujer de términos medios. Aunque en el medio esté, según los latinos, la virtud. Por eso, Aguirre –pocos lo discuten– es estridente y extrema.

Con Esperanza Aguirre no caben términos medios: o adhesión o aversión. Lo que para unos es una política excéntrica y disparatada, para otros es una lideresa valiente y comprometida. Lo que para unos es pura improvisación, meteduras de patas y lapsus, para otros es toda una panoplia de recursos personales y dialécticos para atacar a los contrarios. Confieso el desconcierto. No alcanzo a saber, cabalmente, si Aguirre es como es porque temperamentalmente le sale serlo o si su perfil público es una escenificación fruto de una estrategia política. O sea, que se entrena en la forma más eficiente de dar la nota.

Esperanza Aguirre