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Un ejército de langostinos
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Javier Pérez de Albéniz

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Un ejército de langostinos

Las Navidades dejan un profundo olor a langostino. Diría más: tienen forma, color y textura de langostino. Ni Papá Noel, ni portal de Belén, ni uvas,

Las Navidades dejan un profundo olor a langostino. Diría más: tienen forma, color y textura de langostino. Ni Papá Noel, ni portal de Belén, ni uvas, ni roscones, ni leches. Langostinos. Estos crustáceos decápodos, del suborden Dendrobranchiata, que viven en cada uno de los mares del planeta y llegan a nuestro país a millones, como un grandioso ejército dispuesto a engrandecer todas las mesas de bien. Mi madre nos ofreció langostinos en Nochebuena, mi suegra nos obsequió con langostinos para Nochevieja, mi hermana descongeló langostinos para la noche de Reyes…

Por eso se me escaparon unas lagrimillas cuando leí que seis mandos militares sevillanos (dos coroneles, dos comandantes, un capitán y un subteniente) eran procesados por quedarse supuestamente con 300.000 euros, que estaban destinados a la comida de los alumnos de una residencia, y por recibir regalos tales como jamones ibéricos, botellas de whisky y… ¡langostinos!

La crisis ha hecho que durante los últimos meses del año se haya reducido el consumo de alimentos de primera necesidad, teóricamente imprescindibles, como el aceite de oliva, el vino, el pescado o la ternera. Afortunadamente, el langostino se mantiene firme en la cumbre de la cadena trófica de la familia española. Desde el económico ejemplar de importación, que llega congelado desde Mozambique o Argentina, a los exquisitos langostinos frescos de Vinaroz o de Sanlúcar, auténtica Marca España. Firmes y serenos, siempre con la cabeza bien alta y los bigotes enhiestos, cuando llegan a la mesa los langostinos suelen presentarse en riguroso orden. Para algunos estarán haciendo un afeminado trenecito, para mí forman con auténtica disciplina y recia marcialidad castrense.

De la misma manera que un langostino cuya cabeza huele a amoniaco no estropea una docenita a la plancha, seis militares sin escrúpulos no deberían manchar el prestigio de una organización con la historia, los valores y la solvencia de nuestras Fuerzas Armadas.

Y hablando de austeridad, posturas militares y respeto a las jerarquías, durante la pasada Pascua Militar el Gobierno de Mariano Rajoy se deshizo en elogios a las Fuerzas Armadas “por la disciplina y la capacidad que demuestran para encajar los recortes económicos”. Su Majestad el Rey no se quedó atrás en alabanzas, pero reconoció, sin nombrar a los rapiñadores de jamones, whisky y langostinos, que “la actual crisis económica actúa como una amenaza a la seguridad” e invitó a los “leales servidores del Estado a contribuir en la tarea colectiva de sacar adelante a esta gran nación”.

Pocas cosas son capaces de corromper a un hombre como un buen langostino tigre. Quizá un pernil de bellota o una botella de Cardhu. Los militares de Sevilla están acusados de deslealtad, por recibir regalos de los distribuidores de alimentos, falsificar albaranes, mentir para recibir más fondos públicos, no declarar ingresos a la Hacienda militar y, finalmente, matar de gazuza a los alumnos de la residencia sevillana San Hermenegildo. “Pasábamos hambre, y no es una manera de hablar”, asegura un escuálido alumno.

De la misma manera que un langostino cuya cabeza huele a amoniaco no estropea una docenita a la plancha, seis militares sin escrúpulos no deberían manchar el prestigio de una organización con la historia, los valores y la solvencia de nuestras Fuerzas Armadas. “El ejército no atiende a provocaciones”, dijo Pedro Morenés, ministro de Defensa, en la pasada Pascua Militar. Es más, de la misma forma en que la Academia de la Historia ha encumbrado a Mola y Millán Astray como “esforzados intelectuales”, esta institución debería reservar un espacio en su prestigioso Diccionario Biográfico Histórico Español para poder recordar como se merecen a los seis mandos sevillanos, en calidad de “aplicados dietistas”, y proponerles para un ascenso inmediato. ¡Que son mandos, coño!

Y es que el Ejército es lo que tiene: mandos. Pese a que casi 2.500 soldados han engrosado las listas del paro durante los últimos seis meses de 2012, el número de oficiales se ha visto incrementado en 500 efectivos. Así las cosas, las cuentas cada vez están más desequilibradas en unas Fuerzas Armadas formadas por 26.158 oficiales, 23.153 suboficiales y apenas 79.006 soldados de Tropa y Marinería. Mucha boca para tan poco langostino…

Las Navidades dejan un profundo olor a langostino. Diría más: tienen forma, color y textura de langostino. Ni Papá Noel, ni portal de Belén, ni uvas, ni roscones, ni leches. Langostinos. Estos crustáceos decápodos, del suborden Dendrobranchiata, que viven en cada uno de los mares del planeta y llegan a nuestro país a millones, como un grandioso ejército dispuesto a engrandecer todas las mesas de bien. Mi madre nos ofreció langostinos en Nochebuena, mi suegra nos obsequió con langostinos para Nochevieja, mi hermana descongeló langostinos para la noche de Reyes…