Es noticia
Entrevista a un político de IKEA
  1. España
  2. A Quemarropa
Javier Pérez de Albéniz

A Quemarropa

Por

Entrevista a un político de IKEA

Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Ruiz fueron los principales personajes invitados del programa El gran debate, emitido anoche por Telecinco. Podría terminar aquí esta crónica, y

Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Ruiz fueron los principales personajes invitados del programa El gran debate, emitido anoche por Telecinco. Podría terminar aquí esta crónica, y dejar que usted sacase por sí mismo conclusiones de tan seductora pareja de baile, y de la categoría y el criterio del programa organizador de semejante evento, pero me temo que estas pocas líneas no justificarían mi jugoso sueldo. Por tanto, debo continuar…

La imagen del nuevo dúo sacapuntas es de esas que todos queremos borrar cuanto antes de nuestra memoria, ¿verdad? Pues no se precipite, porque en Telecinco quizá tiraron de fina ironía para elegir a la pareja. El humorista presentó un libro que muy bien podía firmar el político: Testamento. El socialista vestía traje triste, corbata de topos y tenía tal aspecto insano, tamaña cara pálida de testador apresurado, que parecía haberse citado con Anne Germain, la médium de Más allá de la vida, en lugar de con Jordi González. ¿Asistiendo a este tipo de circos televisivos es como el líder de la oposición pretende revitalizar su agonizante imagen? Bien podría ser un suicidio profesional: me temo que el animal mediático que se supone lleva dentro Rubalcaba necesita algo más que un prime time para activarse. 

Una cosa hay que reconocerle: para tirarse de esta manera a la piscina, cuando en la retina del telespectador aún está el monumental trompazo de Falete, hace falta mucho valor. O mucha inconsciencia, puesto que el socialista fue a dar la cara cuando la apestosa alianza de su partido en Ponferrada lo había cubierto de basura. Lógicamente, fue el primer tema que se abordó… “¿Conocía usted la moción de censura que planteó su partido en Ponferrada?”, preguntó González. Arrancó el viacrucis: “Lo dejé en sus manos (del partido en León) y reconozco que me equivoqué”. La cuenta de Twitter de Rubalcaba aprovechaba para contar en directo la entrevista: “El @PSOE ha sido el partido que más ha hecho por las mujeres. Por eso es crucial rectificar lo que ha pasado en Ponferrada”.

Acoso sexual. Un programa de Telecinco no puede arrancar  con mejor tema. Consciente del detalle, el presentador justificó la presencia de Rubalcaba “en riguroso directo, en un programa de gran audiencia, sin censurar ningún tema y sin poner condiciones”. Jordi González realizó las primeras preguntas: ¿Sigue pidiendo la dimisión de Rajoy? ¿Usted cree que ha habido financiación ilegal en el PP? ¿Cómo explican desde Ferraz las reformas en la casa de José Blanco? ¿Y del cohecho y el tráfico de influencias? “Si no le importa, hablamos después de la publicidad…”.

La imagen que transmite es la de un producto industrial, un político de supermercado, carne de franquicia. Resulta insípido. Un producto caducado que se agarra con uñas y dientes a la estantería de la supervivienciaLas respuestas, las mismas de siempre. ¿Algunos miembros de su partido reclaman que eche a Blanco? “Yo sigo defendiendo la honestidad de Pepe Blanco; dejemos que la investigación siga su curso”. Tras esta pregunta/respuesta el presentador dio paso a los cuatro colaboradores/entrevistadores: Jacinto Antón, Jesús Cintora, Isabel Durán y Pilar García de la Granja. Jordi González presumió de hacer “preguntas incómodas”; Isabel Durán de someter a Rubalcaba a “un ejercicio democrático”. El perfecto ejemplo de transparencia en un político que hace cuatro días ofrecía ruedas de prensa sin preguntas

¿Está usted al tanto de los problemas del ciudadano de a pie? “Voy por la calle, estoy en las redes sociales y tengo un correo muy activo”, respondió el invitado. ¿Un correo muy activo? Caramba... Y luego echó la culpa del mal ambiente político al camarero del bar donde toma el café, que un día le pide que dé caña a Rajoy y al siguiente le pregunta por qué no son capaces de llegar a un acuerdo. “El día que alguien me pare por la calle y no sufra con él, dejaré la política”, sentenció en un momento de dickensiana emotividad.

Isabel Durán se lanzo a la desvaída yugular del líder la oposición: “Creo que usted es una persona honrada, que vive en un sitio sin ninguna pretensión, pero en su partido hay corrupción, y ustedes critican al de enfrente, pero no a los suyos”. Y le recordó a Josep María Sala, condenado y en la ejecutiva de PSC, los ERE en Andalucía, a…“A mí no me gusta el ´Y tú mas´… Hay que castigar a los corruptos, duramente. Pero tenemos que tomar medidas de prevención, porque cuando un político se sienta en el banquillo el sistema sufre. Tenemos que prevenir, prevenir y prevenir. Dar miedo a los que tengan tentaciones”, sentenció. Y al hablar en estos términos, con semejante contundencia, daba la sensación de que podía tener los dedos cruzados en la espalda.

La exasperante tibieza de sus reacciones, impropias de alguien que aspira a gobernar. Moderado frente a la crisis del PP por el caso Bárcenas, tenue ante la miseria del caso Nevenka, lento en las decisiones internas de su partidoRubalcaba incluso tuvo tiempo de desvelar su conversación con el rey Juan Carlos en el hospital. “Le hablé un poco del Manchester-Real Madrid, y pude comentarle mi satisfacción por el resultado”, dijo, antes de asegurar que creía en la “máxima transparencia” de la Casa Real. “A mucha gente le gusta lo que dice usted, lo que pasa es que no acaba de creérselo”, le soltó Antón Losada. “Los socialistas tenemos que recuperar el crédito de los ciudadanos, tenemos que tener un proyecto propio con alternativas creíbles”, recitó de memoria Rubalcaba.

¿Se deben seguir subiendo los impuestos? ¿Y el IVA? Tras siete minutos de publicidad, Rubalcaba respondió: “Bajar los impuestos cuando las cosas van bien es un error…”. Y así hasta medianoche. Tras escuchar durante dos horas el discurso plano, monótono, repetitivo y superficial del líder de la oposición, el ciudadano puede llegar a pensar que Rubalcaba es a la política lo que las tartas de IKEA a la alta cocina. Un producto de saldo contaminado. No sé si por bacterias fecales, pero sin duda por la exasperante tibieza de sus reacciones, impropias de alguien que aspira a gobernar un país que se derrumba. Moderado frente a la crisis del PP por el caso Bárcenas, tenue ante la miseria del caso Nevenka, lento en las decisiones internas de su partido.   

La imagen que transmite es la de un producto industrial, un político de supermercado, carne de franquicia. En su composición no encontramos nada excitante, su sabor resulta insípido. Un producto caducado que se agarra con uñas y dientes a la estantería de la supervivencia. “Lo último y más importante”, advirtió mientras se despedía, ya de pie, “es que hemos salido de otras peores. Lo que hace falta es juntarnos un poco más”. Una frase para la historia, qué duda cabe, sólo al alcance de un gran estadista.

El gran debate hipnotiza a los políticos con sus cifras de audiencia, francamente golosas: una media de 1.816.000 espectadores, un 14,2 % de cuota de pantalla… ¿Cuántos Bernabéu tendría que llenar Rubalcaba para poder llegar a tanta gente? Pero el precio a pagar por beneficiarse de tan mediático show es caro: quien pisa el plató de un talk show de Telecinco queda contaminado para siempre, y si no está a la altura del espectáculo, el nauseabundo hedor le acompaña durante el resto de su vida política. Como a las albondiguillas de IKEA

Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Ruiz fueron los principales personajes invitados del programa El gran debate, emitido anoche por Telecinco. Podría terminar aquí esta crónica, y dejar que usted sacase por sí mismo conclusiones de tan seductora pareja de baile, y de la categoría y el criterio del programa organizador de semejante evento, pero me temo que estas pocas líneas no justificarían mi jugoso sueldo. Por tanto, debo continuar…